Dostoievski: 200 años de actualidad
La conmemoración del aniversario del nacimiento del escritor ruso ha puesto de manifiesto la vigencia de una obra que retrata con crudeza relaciones económicas y de poder que, con otras formas, perviven en el mundo de hoy.
El pasado noviembre, Fiódor Mijáilovich Dostoievski habría cumplido 200 años. Para conmemorar su nacimiento, ciudades de todo el mundo se sumaron a la celebración del Año Dostoievski para recordar al autor y su obra, que han puesto de relieve no solo su importancia, sino también su actualidad.
La ciudad en Dostoievski es siempre protagonista principal: el retrato que escribe del San Petersburgo de mediados del siglo XIX es tan desolador como cercano, pues en la ciudad conviven la miseria extrema y unos deseos generacionales de cambiar el mundo tan intensos y extenuantes como los demás personajes del autor ruso. Las transacciones económicas más depravadas y las condiciones materiales de sus protagonistas son también personajes secundarios en su obra más emblemática.
Los temas tan universales que trata la literatura dostoievskiana hacen imprescindible la lectura (o relectura) de las obras del autor: las desigualdades sociales, la lógica del poder, toda clase de injusticias, las crisis generacionales, la gentrificación, etc. La proliferación de nuevas ediciones y traducciones directas del ruso hacen inmejorable el momento para sumergirse en su obra por primera vez o para, simplemente, recordarla.
Pero ¿por qué un lector de Alternativas Económicas debería leer hoy a Dostoievski?
En primer lugar, porque en un contexto de crisis económica mundial derivada de la pandemia, la actualidad de su obra es sobrecogedora: en estos casi dos últimos años, ha aflorado una intensa solidaridad para ayudar a las familias asfixiadas por los ERTE, despidos y cierres empresariales. Esta situación ha endeudado a familias enteras hasta límites de usura con los llamados créditos rápidos de importes pequeños que se conceden online y que se caracterizan por un interés abusivo, que oscila entre el 200 y el 3.000 por ciento, lo que nos dirige a una pérdida global de identidad y de destrucción moral extrema, como describió el autor ruso en Crimen y castigo.
El alma del pueblo ruso
Otra razón es porque Dostoievski fue un visionario. Observó como nadie y diseccionó clínicamente la sociedad rusa de su época a través de la polifonía de sus personajes en los que él siempre estaba presente. El ruido en su obra nos sacude hasta alcanzar a oler la miseria del agobiante hedor del verano ruso en la plaza del Heno de su ciudad natal o el frío extremo siberiano de su deportación en la casa del gulag, como describió en sus Memorias de la casa muerta. Quienes conocemos el frío extremo de la Siberia más remota sabemos que duele respirar en condiciones infrahumanas.
También porque Dostoievski, más contemporáneo que nunca, nos mostró el alma humana del pueblo ruso, del destino ruso, del destino del mundo en sus Apuntes del subsuelo, en Los Hermanos Karamazov y en su poema apócrifo, El gran inquisidor.
Al mismo tiempo, porque Dostoievski nos legó una nueva manera de escribir la historia, la revolución y el desmoronamiento de las sociedades a través de sus Diarios de un escritor y de sus Demonios, como nunca antes se había realizado: fue un escritor tan prolífico que no es extraño que hoy en día y en todo el mundo sea objeto de estudio todavía su obra. El universo Dostoievski es infinito. Y las biografías sobre el autor y la crítica de su obra se multiplican cada año de manera global.
Otra razón es porque Dostoievski vivió en su propia piel el acecho de los acreedores por las deudas contraídas en el juego, los contratos imposibles con las editoriales y la agonía de las entregas de sus escritos, la ruina por emprender un proyecto periodístico y literario que fracasó, como resultó en El jugador. El oficio de escritor en Dostoievski no es nada acomodado, es un oficio que duele.
Además, porque hoy Dostoievski ya no es el escritor maldito y prohibido a quien la revolución rusa condenó al olvido. Lo consideraron un antirrevolucionario por una lectura no acertada de su obra, caracterizada por el realismo extremo y violento de su escritura, que molestó al mismísimo Lenin. Dostoievski fue un revolucionario que perseguía descubrir el misterio de lo humano, y que por defender unos ideales reformistas que pretendían la emancipación de los siervos fue condenado a muerte por el zar Alejandro I. En el último momento se le conmutó la pena y lo deportaron a Siberia para realizar trabajos forzados durante ocho años, aunque no se ahorró el simulacro de fusilamiento. De esta experiencia surgió Humillados y ofendidos.
Fue un visionario, un revolucionario que perseguía descubrir el misterio de lo humano
Más motivos: viajar al San Petersburgo de hoy es materializar en sus calles del centro histórico de la ciudad las rutas literarias de sus obras, la más transitada de las cuales es la que recorre Raskólnikov desde su cuchitril inhabitable de estudiante hasta la casa de la usurera prestamista asesinada en Crimen y castigo. Pero la ciudad donde el autor murió hace 140 años hoy no tiene nada que ver con los lugares miserables que inspiraron su obra: el centro histórico es uno de los barrios más caros de la ciudad y el más gentrificado.
Asimismo, porque Dostoievski fotografía, como ningún smartphone o red social lo haría hoy, una sociedad totalmente arruinada moral y económicamente, un final de época en el que conviven un régimen de servidumbre medieval con un incipiente progreso prerevolucionario que sacudirá cada escrito del autor. El mismísimo Putin parece salido de una novela del autor. Por eso, si hoy viviera Dostoievski escribiría como nadie la Rusia de hoy, el mundo de hoy y la permisividad que lo caracteriza.
De la misma manera, porque Raskólnikov, el protagonista de Crimen y castigo, sería hoy un millenial consumido por la precariedad, las deudas contraídas por una usura imperdonable e inasumible y la imposibilidad de emanciparse e independizarse. Sería un joven sobradamente preparado, con multitud de títulos y másteres universitarios, pero en medio de un futuro incierto y desesperanzador, de un no futuro, y que, por justicia, por un mundo mejor, podría alegar y defender el más atroz de los crímenes.
Igualmente, porque Dostoievski traspasó la inmensidad del ser humano con su escritura.
Pero, sobre todo, porque para conocer cómo es Rusia hoy, cómo es el mundo hoy, se debe leer y releer el universo infinito de Dostoievski.