Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Orséry: revolución en la librería

Comparte
Pertenece a la revista
Abril 2017 / 46

Innovación Una start-up ofrece a los libreros la impresión de ejemplares a la carta, lo que permite reducir costes y evitar una serie de tareas fastidiosas

Visitantes en la Feria Internacional del libro en París. FOTO: Olga Besnard

Aunque en ocasiones lee un libro en pantalla, el lector francés sigue muy apegado al papel. Le gustan las librerías y desea que sigan siendo unos comercios de barrio familiares. Oséry, una start-up de la región parisina, se propone ayudarles gracias a una técnica y organización nuevas que permiten al librero ofrecer más títulos, disminuir sus costes y realizar menos tareas fastidiosas, como la devolución al editor de los libros no vendidos.

En 2014, los editores franceses imprimieron 630 millones de libros, 557 millones llegaron a los puntos de venta, y hubo una devolución de 117 millones. En total, 190 millones de ejemplares fueron destruidos; es decir, el 30% de la producción. La causa principal de este despilfarro es la incertidumbre: el editor no sabe cuántos libros va a vender, pero tiene que dar una cifra a la imprenta. Está dividido entre la esperanza y el temor. Esperanza de que su libro consiga un máximo de lectores, lo que significa una tirada suficientemente importante como para que esté presente en todos o en gran parte de los 15.000 puntos de venta de Francia, de los que 2.500 son librerías. Y temor de perder mucho dinero si la tirada es grande y no hay suficientes ventas. El proyecto de Christian Vié, presidente y cofundador de Orséry, es claro: “Vamos a financiarnos con este despilfarro para ayudar a reducirlo”.

 

IMPRESIÓN A LA MEDIDA

La start-up propone un nuevo modo de fabricar y comercializar los libros con el que, según Christian Vié, todo el mundo gana: la impresión a la carta en los puntos de venta. Gracias a este nuevo concepto, el editor puede llegar a un máximo de lectores diseminados por todo el territorio francés sin sobredimensionar la tirada. Si el libro no está disponible en la librería, puede imprimirse sobre la marcha en unos minutos. Con ello, se evita el desabastecimiento sin necesidad de sobreproducción, ya que la obra sólo se imprime si está vendida.

El librero está contento: ha vendido una obra que no tenía en existencias sin tener que pedirla, una operación que molesta al comprador y le incita a dirigirse a un competidor más competente. En efecto, un libro tarda tres o cuatro días en llegar a la librería, mientras que si lo pide por Amazon, puede recibirlo en su domicilio en veinticuatro horas.

La impresión a demanda permite al cliente salir de la librería con su ejemplar, y el librero no necesita tener unas existencias inútiles ni unos libros que no se venden estorbando en las estanterías y que tendrá que devolver al editor. Los costes así evitados compensan con creces la disminución de su comisión: el 33% del precio del libro en lugar del 35% habitual.

El trabajo lo realiza una máquina compacta que imprime el texto, elabora las tapas, encuaderna, guillotina y confecciona un libro idéntico al fabricado por una gran imprenta, incluso con posibilidades adicionales como una versión en caracteres más grandes para las personas que no ven bien o una composición adaptada a los disléxicos.  

El editor no sabe nunca cuántos libros acabará vendiendo

La idea se basa en imprimir en los puntos de venta

Una máquina ideada por Orséry con ayuda de Ricoh hace el trabajo

Ideada por Orséry con ayuda de la firma japonesa Ricoh, esta máquina es la adaptación de un material industrial a la explotación descentralizada. Su uso es sencillo para que el librero se pueda seguir ocupando de su cliente y no de la técnica, y su mantenimiento, fácil a cargo de un personal polivalente (hay técnicos de Ricoh en todo el mundo y conocen la máquina por ser similar a las que ellos mantienen en miles de empresas).

Los editores proporcionan a Orséry sus archivos, almacenados en una base de datos. Y lo hacen libremente: las editoriales pequeñas ponen todo su catálogo a disposición de los libreros, mientras que algunas grandes editoriales permiten acceder a su fondo, pero no a sus novedades.

El cliente hace su elección, si es necesario con ayuda de una tableta donde puede ver la lista de las obras disponibles. El librero accede a una aplicación web en la que se describen los libros con todo detalle; se identifica, se conecta y selecciona el título. Luego envía a la base de datos el pedido, validado mediante un código.

El software reúne el texto, las tapas, una dedicatoria, si así lo desea el cliente, y los datos de la librería (tanto la dedicatoria como los datos de la librería se imprimen en el libro). El sistema genera un fichero en la plataforma central de Orséry, donde está situada la base de datos, le asigna un número de contabilidad único y se lanza la impresión. La seguridad y trazabilidad son totales: el lugar, la fecha y la hora de cada operación se guardan en la memoria y, en el momento en que el libro está impreso, el archivo se borra de la impresora. La supresión está cifrada y el librero no puede recuperar el archivo ni hacer una segunda impresión. El cliente se va con su ejemplar, y si otro lector está interesado en el mismo libro, se vuelve a hacer la misma operación.

La máquina puede también utilizarse sin estar conectada a Orséry para imprimir libros o álbumes de fotos para los particulares. Es una fórmula económica, ya que se pueden hacer por unidad, mientras que las imprentas tradicionales exigen generalmente una tirada mínima de 10 a 50 ejemplares.

 

UN MODELO DE NEGOCIO EN APARIENCIA SÓLIDO

Orséry, cuyo capital social ha sido aportado por particulares, no necesita demasiado fondo. Las máquinas pertenecen a su socio industrial, cuyo dinamismo hace que Vié esté tranquilo: “Hace poco, para responder al pedido de uno de sus clientes, Ricoh montó 5.000 máquinas en tres meses”, precisa.

 

30%

de la producción, es decir 190 millones de libros, se destruyeron en 2014 en Francia.

 

En función del tamaño de su tienda, el librero puede comprar la máquina o tenerla en depósito mediante una señal. En ambos casos paga una mensualidad de 250 euros a Orséry.

Ya se han instalado las dos primeras máquinas, una en una librería independiente de Viroflay, una localidad cercana a Versalles, y la otra en la última de las librerías Cultura, inaugurada en París cerca de la Ciudad de las Ciencias de la puerta de la Villette. Esta cadena de grandes superficies culturales tiene cerca de 70 establecimientos y podría ser imitada por otras: Orséry está negociando con la Fnac y con los centros culturales Leclerc. Sin olvidar por ello su objetivo fundamental: los libreros independientes, muchos de los cuales se han mostrado interesados y algunos ya se han inscrito para ser de los primeros equipados con el novedoso sistema.

Una de las claves del éxito es la adhesión de gran número de editores. Editis  (segundo grupo francés tras Hachette y por delante de Madrigall), La Martinière y algunas pequeñas editoriales ya han aportado todo o parte de su catálogo. Y se sigue negociando con otras editoriales francesas y extranjeras.