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Songhai: formar a campesinos en África

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Septiembre 2015 / 28

Benjamin Poile y Julien Le Net

Benín: El Centro Songhai ha soplado 30 velas de cumpleaños. Esta politécnica para habitantes del campo se ha convertido en un referente mundial

En Songhai se enseñan técnicas eficaces, sencillas, poco costosas y adaptadas a la realidad local. FOTO:  SONGHAI

Sí, un africano de cada cuatro no come lo suficiente. No, no es una fatalidad. África puede erradicar la miseria y el hambre a condición de contar con sus recursos y de creer en su capacidad. Ese era el credo de Godfrey Nzamujo, un dominicano nacido en Nigeria, cuando hace 30 años decidió crear el centro Songhai, en Porto Novo, la capital económica de Benín. África, asfixiada entonces por el endeudamiento y las amargas recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI), debía levantar cabeza, por lo que bautizó su centro con el evocador nombre del poderoso imperio africano del siglo XVI (1).

Su idea era formar a los campesinos en agroecología para que aprendieran a prescindir de los abonos importados, que eran muy caros, y más adelante, formar también a empresarios capaces de fabricar herramientas agrícolas y transformar y acondicionar la producción alimentaria local para facilitar su introducción en los mercados urbanos. La lucha contra la competitividad de los bienes importados de Europa que mantiene a la gente del campo —la inmensa mayoría de la población— en la pobreza no se lleva a cabo a base de eslóganes y palabras bonitas. Hay que lograr que la alimentación made in Benin sea atractiva para los ciudadanos y ganar la batalla de la calidad. Godfrey Nzamujo soñaba con una “escuela politécnica” en contacto con la economía real, principalmente agrícola, rural e informal. Todo lo contrario que el sistema escolar africano, marcado por la ausencia casi total de enseñanza profesional agrícola y por una formación técnica no sólo pobre, sino desfasada respecto al mercado de trabajo: en las ciudades, más de la mitad de los activos se emplean en el sector informal. 

 

DEL SUEÑO A LA REALIDAD

Al principio, en 1985, ese sueño se reducía a una hectárea de tierra pobre alquilada en las afueras de Porto-Novo. En 2015, la modesta granja-escuela del principio se ha convertido en un campus de 22 hectáreas en el que residen más de un millar de estudiantes. Recibe 20.000 visitantes al año, con frecuencia llegados de muy lejos.

La visita de Songhai empieza por el comienzo: parcelas de lechugas, berenjenas, coles, melones, zanahorias, tomates, esmeradamente cuidadas, cubiertas de paja y regadas. Bajo el sol, un grupo de aprendices de horticultor esparce microorganismos capaces de fijar el nitrógeno del aire y las sales minerales en la tierra, preciosos auxiliares de la fertilización de los cultivos. Las técnicas que se enseñan en Songhai son sencillas y baratas. Generalmente perfeccionan prácticas seculares como el uso del estiércol animal o el abono vegetal. Tiene un rendimiento de alrededor de cinco toneladas por hectárea y año en el caso del maíz, dos toneladas en el del sorgo o mijo y de dos a tres toneladas en el de la soja. Es claramente mayor que la media nacional, que es de 1,4 toneladas para todo tipo de grano (2).  

La economía circular, redescubierta ahora en Francia, es desde el principio el pilar del sistema Songhai. Cercados donde picotean las pintadas, las codornices y las gallinas, pocilgas y estanques de piscifactoría, se diseminan alrededor de los campos de cultivo. Estos animales se alimentan con todo tipo de residuos: peladuras de mandioca, salvado de arroz, orujo procedente de la producción de aceite de palma… Y, como es evidente, sus defecaciones se recuperan para abonar los campos. Hasta ahora, nada extraordinario. 

Otras aplicaciones de ese espíritu de “aprovechar todo” son más originales. Cuando se sacrifica un animal, no se tiran las vísceras, sino que se ponen encima de unos montones de paja que atraen a las moscas, cuyas larvas, ricas en proteínas, son el menú predilecto de las carpas que se crían en los estanques. Como es sabido, el agua para llenar éstos es escasa, por lo que se recuperan las aguas sucias de las cocinas y los sanitarios, que se depuran mediante jacintos. Una vez que han cumplido su trabajo, estas plantas acuáticas de extraordinarias propiedades filtrantes terminan junto a otros residuos orgánicos en un metanizador. Al descomponerse al abrigo del aire, los residuos producirán un biogás que se utilizará en la cocina del restaurante donde comen los huéspedes de Songhai.

Junto a la agricultura, la industria. Un vasto taller de mecánica fabrica herramientas, arados  y diversa maquinaria agrícola. Se puede adquirir una descascarilladora de cacahuete manual por 85.000 francos CFA (129 euros). Es una ganga para los campesinos de los alrededores, y garantiza un buen oficio para los aprendices que se forman allí. 

El primer objetivo fue enseñar a prescindir de los abonos importados

La formación es gratuita para los ciudadanos de Benín

Desde 2010, Songhai desarrolla nuevas actividades. Se ha construido una mini-arrocería industrial capaz de producir 18 toneladas de arroz blanco diarias, así como cadenas de acondicionamiento de agua potable (6.000 botellas de plástico por hora), de zumo de mango o de concentrado de tomate. Siempre con la intención de formar buenos operarios en todos los estadios de la cadena, desde el campo hasta la comercialización. Siguiendo la misma lógica, la actividad de embotellamiento ha llevado a Songhai a invertir en una unidad de inyección y soplado de plástico —importada de China— para producir botellas a partir de plástico reciclado. Al final de la cadena de producción, al agua, las bebidas, el zumo de tomate, el aceite de palma y de soja, el jabón, los cosméticos, se les pone la etiqueta Songhai y se envían a Porto-Novo y otros lugares.

“No percibimos dinero del Estado ni de socios locales o extranjeros”, dice con orgullo el guía a los visitantes. La venta de productos agrícolas y de productos elaborados representa, respectivamente, el 12% y el 42% de los ingresos de Songhai (en 2013, de un volumen de negocios total de 9,3 millones de euros). Hay que contar también con los ingresos de los servicios, como la acogida de visitantes. Lo que es hoy un gran pueblo cuenta con hotel, piscina e incluso un banco. Todas estas actividades permiten financiar el núcleo de la actividad del centro: la formación, que representa únicamente una quinta parte de sus ingresos.

 

UN MODELO QUE COPIAR

Desde 1989, 3.370 hombres y mujeres de una edad comprendida entre 18 y 35 años, han sido formados por 75 educadores locales, muchos de ellos agricultores y artesanos. Han recibido un diploma de Songhai tras un período de formación de 30 meses, gratuita para los ciudadanos de Benín y con un coste de 60 a 260 euros mensuales para los demás. Según los responsables del centro, la mitad de ellos han conseguido establecerse, principalmente como agricultores, viven bien de su actividad e incluso son empleadores. Hoy, unos 300 estudiantes se inscriben cada año en ese curso, y otros 500 lo hacen en cursillos de tres a seis meses. 

Transformar y acondicionar productos alimenticios locales es un objetivo de la granja-escuela. FOTO: SONGHAI

Cuando en 2010 Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, visitó el centro, dijo que veía en Songhai “una exitosa iniciativa privada para reducir la pobreza” e hizo un llamamiento para que se copiara su modelo. Ya es un hecho en Savalou (centro del país), en Parakou (en el norte), así como en Nigeria, Liberia, Sierra Leona y República del Congo.

 

ITINERARIO

De Los Ángeles a Porto-Novo

Godfrey Nzamujo nació en 1949 en Kano (Nigeria). Nieto de antiguos esclavos en Estados Unidos, todavía tiene familia allí y estudió biología en California. A los 18 años volvió a su país en plena guerra de Biafra y participó en operaciones humanitarias. Fue a Francia a realizar estudios de teología, donde encontró a su “auténtico inspirador”, Louis-Joseph Lebret (1897-1966), dominicano fundador del centro de investigación Economía y Humanismo y principal inspirador de la encíclica del papa Pablo VI Populorum progressio (Sobre el desarrollo de los pueblos) en 1967.  Tras la hambruna de 1984, pide dejar California y la enseñanza para volver a África. Su orden le envía a Benín, donde al año siguiente crea el centro Songhai.