La crisis climática como oportunidad
Una COP (reunión del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) es siempre una oportunidad para afrontar la emergencia climática y poner de relieve los impactos a los que se enfrenta el planeta si no actuamos con urgencia. España y Europa tienen la ocasión y la responsabilidad de liderar la lucha contra la crisis climática y alcanzar el compromiso de los Estados para aumentar la ambición climática con urgencia y valentía.
Hecho irrefutable
Con el Acuerdo de París, los países se comprometieron a hacer todos los esfuerzos posibles para no superar 1,5 grados centígrados la temperatura global. Sin embargo, a día de hoy los compromisos son insuficientes y nos llevan a aumentos de 3 grados, lo cual supondría un auténtico desastre para el planeta, las personas y la economía. Los principales impactos del cambio climático ya se dejan notar y toda la comunidad científica es unánime a la hora de recopilar datos cada vez más preocupantes sobre el aumento de la temperatura y de las emisiones de CO2. En lugar de paralizarnos, este hecho irrefutable debe animarnos a actuar con urgencia, especialmente en campos como la producción energética, la movilidad, la agricultura industrial y el consumo de carne.
Si alguien necesitara excusas, actuar significa adaptarse a nuevos escenarios y hacerlo pronto supone aprovechar la oportunidad de hacerlo antes que posibles competidores, por ejemplo, para el sector empresarial.
España, más allá de haber acogido la COP25, debe mejorar los objetivos climáticos nacionales y elevar la ambición comprometiéndose con reducir las emisiones en al menos un 55% para 2030 respecto a 1990 (no el exiguo 20% que propone actualmente) y con un sistema energético 100% renovable con participación ciudadana, acorde con alcanzar el cero neto de emisiones en 2040. El Gobierno español debe estar siempre alineado con los países progresistas dentro y fuera de la Unión Europea para impulsar una mayor ambición climática que permita a la UE tomar la iniciativa y elevar su ambición para reducir sus emisiones el 65% para 2030 respecto a 1990 y alcanzar el cero neto para 2040.
España y Europa tienen la responsabilidad de ponerse al frente
Si se adaptan al nuevo escenario, las empresas pueden ser más competitivas
La clase política debe escuchar las demandas de justicia climática
Reuniones como la COP25, aun siendo muy técnicas, son muy importantes en un momento político mundial que debe incluir un verdadero debate sobre la ambición climática del planeta.
Para afrontar la crisis climática, Greenpeace cree fundamental que los problemas asociados con los mecanismos de los mercados de carbono se resuelvan. Es una de las pocas cuestiones aún no resueltas del reglamento de París. Las normas sobre mercados giran en torno al dinero. Tanto para los países que quieren vender créditos de carbono como para los que quieren compensaciones y mecanismos de desarrollo limpio.
Acciones efectivas y urgentes
La crisis climática que vivimos no deja espacio para compensaciones ni falsas esperanzas. Para ser coherentes con las recomendaciones científicas y no superar 1,5 grados centígrados las temperaturas globales, los países tienen que hacer frente a los sectores difíciles de abatir. Esto significa que la ambición debe provenir de acciones domésticas efectivas y urgentes.
También es clave aclarar la cuestión del calendario común. En este momento no hay plazos comunes y la mayoría de los países tienen objetivos a 10 años. En esta cumbre es el momento de establecer plazos comunes de 55 años para revisar y mejorar los objetivos periódicamente. Los plazos de 5 años incentivan la acción temprana, permiten respuestas políticas dinámicas y evitan encerrarse en niveles bajos de ambición.
Es fundamental resolver la cuestión de las pérdidas y daños climáticos, puesto que el Mecanismo Internacional de Varsovia (MMI) sobre pérdidas y daños de la adaptación al cambio climático debe ser revisado. Y, además, hay que aclarar la cuestión de la financiación, para lo que se necesitan garantías de los países desarrollados hacia la meta de los 100.000 millones de dólares para 2020, así como una reposición significativa del marco de cooperación mundial.
La clase política debe escuchar las demandas de los movimientos sociales que en el último año no han dejado de ocupar las calles mostrando su preocupación y reclamando acción urgente y justicia climática. La sociedad es cada vez más consciente de que son necesarios esfuerzos para evitar los peores impactos del cambio climático. Ahora solo falta que los Estados y las empresas más contaminantes tomen nota y decidan dar el salto para convertir la crisis climática en una oportunidad.