Propuesta 45 // Usar el Banco Central Europeo para crear dinero verde
El reto de salvar el planeta con una transformación de las bases de nuestro sistema económico necesita un plan de inversión masiva que la Comisión Europea cuantifica en 180.000 millones de euros al año y durante los próximos 20 años.¿De dónde se puede sacar el dinero? Al margen de la reforma integral de la fiscalidad que se requiere, el Banco Central Europeo (BCE) tiene en sus manos una de las llaves más importantes para conseguirlo, como han reclamado destacados economistas tales como Paul de Grauwe. El BCE puede crear dinero para destinarlo a inversiones verdes, y hacerlo sin hacer peligrar la estabilidad de precios.
Esta apuesta sería lanzar una señal política y económica de primer orden en línea con el Acuerdo de París para combatir el cambio climático. Y sería también un giro copernicano en la línea que la institución ha seguido hasta ahora.
Para afrontar la crisis, el BCE ha sacado de la nada 2,6 billones de euros mediante el programa de flexibilidad cuantitativa (Quantitave Easing, en inglés) con el que sostuvo la economía europea desde el año 2015 hasta 2018, mediante las compras masivas de deuda pública y privada (también obligaciones corporativas). Pero cuando venzan las obligaciones, el Eurobanco se ha comprometido a reinvertir los ingresos obtenidos en los mismos activos. Es ahí donde se abre una oportunidad. Sin embargo, solo el 7% de las adquisiciones realizadas han ido a parar a financiar el ferrocarril o bien a obligaciones consideradas verdes, mientras que el 63% del programa de compras de obligaciones se ha destinado a los sectores que más gases de efecto invernadero emiten, según un informe del Instituto Veblen y de Positive Money Europa.
Según sus datos, son los bancos centrales de España y de Italia los que han acumulado una proporción más elevada de compras de energías fósiles en sus carteras, aunque también lo han hecho los de Francia, Alemania, Finlandia y Bélgica. Positive Money, que lleva dos años coordinando 70 organizaciones en el empeño, estima que el BCE ha invertido más de 130.000 millones en bonos corporativos que contribuyen de forma masiva a aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Según dijo el hasta ahora presidente del BCE, Mario Draghi, a finales de 2018, de todos los bonos corporativos del banco central solo el 4% son verdes. El Eurosystem, formado por la suma del BCE y los bancos nacionales, tiene el 20% de los bonos verdes que cumplen las exigencias para ser adquiridos en el marco del programa de QE (valen 6.000 millones de euros). Draghi reconoció en noviembre de 2018 que los riesgos financieros relacionados con el cambio climático son importantes y que valorarlos es “fundamental” para preservar el buen funcionamiento del sistema financiero. Esta inquietud ha sido expresada igualmente por voces autorizadas como la de Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra y presidente del Consejo de Estabilidad Financiera, a quien el G20 encargó que analizara dichos riesgos.
El BCE ha invertido 130.000 millones en bonos de grandes empresas emisoras de gases GEI
El hasta ahora presidente del BCE admite los riesgos financieros ligados al cambio climático
La actividad aseguradora es una de las más afectadas, porque una de las posibilidades de afectación son las alteraciones meteorológicas derivadas del calentamiento global (inundaciones, tormentas, sequías…) que causan daños materiales y tienen impacto sobre el comercio. Otro tipo de riesgos tienen que ver con las obligaciones asociadas a daños susceptibles de tenerse que afrontar en el futuro al asociarse al cambio climático (por la exigencia de compensaciones). El propio proceso de transición energética y de descarbonización conllevará un vuelco en la forma de generar energía y habrá que proceder a la reconversión de sectores enteros (carbón o petróleo), y eso afectará al valor de activos como los préstamos financieros a empresas y las inversiones directas en sectores en declive.
El regulador acabará siendo elevando las exigencias de capital por la exposición de los bancos a industrias contaminantes, y se verá de qué modo el medio ambiente se colará en los test de estrés a la banca con que se destripan periódicamente sus tripas contables.
ONG y medioambientalistas alertan de que no basta recomendar o incentivar al sector financiero, que suele actuar pensando en el corto plazo, y que se debe obligar a las empresas y a los inversores a especificar sus inversiones contaminantes.
Es mucho lo que está en juego. Solo en 2019 se deberán reinvertir 200.000 millones de euros.