Contra la caridad // Donaciones para blindar el ‘statu quo’
ENSAYO: Regalar implica reciprocidad. Si no, es otra cosa.
Contra la caridad Contra la caritat
Julie Wark, Daniel Raventós
Arcàdia Editorial, 2019
384 páginas
25€
En catalán
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Que los dueños de esclavos reservaban a veces un trato digno para sus subordinados es algo bien sabido; que los propietarios de centros de trabajo y equipos productivos en no pocas ocasiones respetan y escuchan a las personas que para ellos trabajan, también; que las mujeres que dependen material y simbólicamente de su compañero no se ven necesariamente envueltas en relaciones vejatorias parece una obviedad; que las personas pobres pueden ser objeto de una asistencia que incremente su bienestar, otra. Pero una aproximación republicana a la libertad no puede dejar de señalar que esclavos, trabajadores asalariados, mujeres y, en general, “pobres” son sujetos desposeídos y, por ello, dependientes, sometidos al capricho de instancias ajenas. En pocas palabras: no pueden ser libres.
La libertad es un bien que se goza cuando se vive en un escenario socioinstitucional que garantiza la existencia material y, con ella, una posición de invulnerabilidad social. Por ello, la caridad no tiene cabida en una sociedad civil(izada). Daniel Raventós y Julie Wark así lo explican en Contra la caridad. En defensa de la renta básica (Icaria, 2019), un brillante ensayo situado entre la filosofía y la economía políticas y trufado de datos y ejemplos muy reveladores en el que desmenuzan tanto la caridad institucionalizada a través de políticas estrictamente condicionadas para “pobres” como los grandilocuentes actos “benéficos” de celebrities y superricos como algo que poco o nada tiene que ver con el regalo desinteresado.
En efecto, aseguran Raventós y Wark, el acto de regalar u ofrecer implica reciprocidad, esto es, la posibilidad de una relación social bidireccional en la que todas las partes cuenten con capacidad de agencia. Si ello no es posible, el acto de donar, un acto que, además, tiende a echar sus raíces en apropiaciones privadas excluyentes previas, se sitúa fuera de la lógica de una interdependencia respetuosa con la autonomía de cada cual, y la caridad se convierte en otra manifestación de la estructura de clases de nuestra sociedad, esto es, en un estéril acto unidireccional que no aspira sino a consolidar el statu quo propio del mundo en el que vivimos.
De ahí que el libro termine con un alegato en favor de la renta básica. La renta básica no es una panacea que pueda resolverlo todo, pero, como ya lo advirtió Thomas Paine a finales del siglo XVIII, constituye una medida que puede contribuir a fortalecer verdaderas estructuras de derechos que nos conviertan a todos en seres con verdadera capacidad de cooperar fraternalmente.