Propuesta 8 // Adiós definitivo a los plásticos de un solo uso
Los cubiertos, las pajitas, los vasos, los bastoncillos y los envases de plástico de usar y tirar… deben pasar a ser cosa del pasado. El consumidor tendrá que optar por otras alternativas que no tengan tamaño impacto ambiental.
El viento sopla en esta dirección. En marzo pasado, la Comisión de Medio Ambiente del Congreso de los Diputados dio luz verde a que a partir de 2020 no se puedan comercializar utensilios de plástico no reutilizables. Francia ya ha adoptado una medida en el mismo sentido. A los fabricantes se les pide que en esa fecha al menos el 50% de este tipo de productos estén hechos de sustancias biodegradables (y que llegue al 60% en 2025).
Las primeras víctimas son las bolsas de plástico de un solo uso, que se cobran en el supermercado desde julio de 2018, con la excepción de las bolsas de plástico muy ligeras que se usan como envase de alimentos a granel o a las que contengan un 70% de plástico reciclado (si así pueden acreditarlo los fabricantes).
Uno de los retos es cómo acabar con los alimentos envasados en bandejas de poliestireno que abundan en las grandes superficies y objeto de campañas como #desnudalafruta.
La Unión Europea marcó la pauta. Un acuerdo entre Parlamento y Consejo de finales de 2018 y ratificado por los eurodiputados a principios de este año sitúan el fin del plástico desechable en el horizonte de 2021. Los plásticos de un solo uso plantean un grave problema ambiental, y la medida evitará 3,4 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2).
La contaminación por plásticos le cuesta a la UE 22.000 millones de euros (hasta 2030). El 80% de la basura marina la constituyen plásticos, cuya descomposición es muy lenta y provoca la muerte de peces, mariscos, tortugas marinas, cangrejos, aves, delfines y ballenas, cuando no acaban reintroduciéndose en la cadena trófica —vuelven a los alimentos que comemos los humanos—. Europa genera 25,8 millones de toneladas de residuos plásticos y menos del 30% se acaba reciclando.
El acuerdo europeo contempla que sean los fabricantes los que paguen lo que cuesta la recolección de redes de pesca perdidas en el mar. Según la Comisión Europea, el 70% de los residuos marinos son productos de plástico de un solo uso y las artes de pesca perdidos y abandonados.
Y los productos que contengan plásticos como las toallitas húmedas deberán llevar una etiqueta obligatoria que alerte al consumidor sobre su impacto ambiental. Por otra parte, el 90% e las botellas de plástico deberán ser objeto de recogida selectiva en 2025. Cada minuto, se compra en el mundo un millón de botellas de plástico, mientras al año se usan 500.000 millones de bolsas de plástico, lo que da idea de la dimensión del problema.
El 80% de la basura marina son plásticos que acaban matando a muchos animales marinos
El fin de los plásticos de un solo uso debe acompañarse del impulso de la ‘economía circular’
También Naciones Unidas ha publicado este año una declaración al respecto, con un acuerdo global que involucra a 170 países para reducir el consumo de plásticos de un solo uso, pero con un compromiso que podría dar mucho más de sí. La declaración apunta que los países abordarán el “daño” a los ecosistemas por los sistemas deficientes de eliminación y gestión de desechos “incluso mediante una reducción significativa de los productos plásticos de un solo uso en 2030”. Se habla de “reducción significativa” en lugar de lo que defendían países como India: una “eliminación progresiva de los productos de plástico de un solo uso para 2025”. Estados Unidos, Cuba y Arabia Saudí fueron los más reticentes.
Este cambio de política debe ir acompañado de una apuesta por la economía circular, que supone reducir el uso de los recursos en la economía y en la limitación drástica de los residuos basándose en productos concebidos, desde su mismo diseño, para ser reciclados y reutilizados. Es una vía también para impulsar la innovación y la competitividad, así como para garantizar el suministro y proteger el planeta, como incentivos al reciclaje como las botellas de vuelta —con impuestos sobre los envases no reutilizables—, el impulso de la recogida selectiva de la fracción orgánica de los residuos urbanos. La idea es que la ciudadanía y las industrias pagaran por los residuos de manera proporcional a lo que generen.