Propuesta 15 // Más subastas de renovables, pero distintas
Una de las maneras más claras de hacerle espacio a las energías renovables en el sistema eléctrico, y de hacerlo a gran escala, es mediante las subastas. Lo que se subasta no son activos existentes, sino plantas que aún no existen y que supondrán capacidad futura para producir electricidad con fuentes de energía limpias. ¿Por qué son las subastas interesantes como instrumento?
Las subastas convienen en la medida en la que sacan una parte de la capacidad de generación fuera de la negociación del mercado.
En la adjudicación se fija un precio que, por tanto, no pasa por el actual mercado mayorista eléctrico, que es marginalista. Un mercado marginalista significa que en ese mercado donde los productores lanzan sus ofertas de energía que se consumirá en España al día siguiente —donde, por tanto, se determina el precio de la energía eléctrica para las siguientes 24 horas y una parte del recibo de la luz—, la última central que entra al cruzarse la oferta y la demanda para cada hora marca el precio que después cobrarán todas las centrales. Es decir, que todas las centrales que energan energía eléctrica, de distintas tecnologías y costes, acaban cobrando el coste que se le reconoce a la más cara.
Así, además de lograr una mayor penetración de renovables, con señales a largo plazo para que se lleven a cabo inversiones en ellas, las subastas persiguen crear energía barata.
Las subastas sacan una parte de la capacidad de generación fuera de la negociación del mercado
Si se realizan nuevas subastas, lo que debe importar es el precio más competitivo de entre las ofertas
La clave para que estas subastas funcionen es la transparencia en los criterios y el proceso, así como que se lleven a cabo distintas subastas clasificadas por tecnologías (una para eólica, otra para solar fotovoltaica, por ejemplo, y no todas mezcladas, para hacer el sistema más robusto). También es conveniente que los contratos que se adjudiquen sean a largo plazo, al menos a 20 años vista.
Hay, por otro lado, un tercer objetivo: utilizarlas para compensar a las zonas más afectadas socialmente por la transición energética, priorizando los proyectos que se ubiquen en zonas donde ahora hay cuencas mineras que deberán prepararse para una reconversión.
Hasta el verano de 2019, en España se han realizado tres subastas de energías renovables, que levantaron controversia, bajo el Gobierno del PP, en las que la clave era la potencia que se instalaría, y no la energía que se produciría. En estas subastas de 2016 y 2017, que adjudicaron un total de 8.000 MW, aún no desarrollados, se mezclaron tecnologías . En la práctica se adjudicó mayoritariamente a proyectos eólicos.
Pero la diferencia esencial que el Gobierno de Pedro Sánchez planteó es el criterio básico de adjudicación: si en el pasado se le daba potencia a quien construyera plantas con la menor inversión, que después se le retribuía con una prima, se opta por las ofertas que ofrezcan un precio más competitivo del kW/hora. Se prefiere este sistema, que se utiliza mayoritariamente en el resto del mundo, para evitar que el productor sea retribuido con independencia de que produzca o no. En el nuevo modelo, siempre se retribuye al titular de la instalación con el precio acordado, pues se quiere asegurar la competencia. Si en el mercado reciben más, deben devolver la diferencia. Si reciben menos, se les compensa. El Ministerio de Transición Energética defiende este mecanismo para evitar los llamados “beneficios llovidos del cielo” (o retribución que reciben por sus costes las centrales de tecnologías más maduras, que ya han amortizado sus inversiones): en cambio, en las nuevas plantas de renovables, los productores se comprometen a vender la energía a 30 euros por kW/h, en lugar de ir al mercado donde se les puede retribuir a 50 euros.
En el PNIEC se prevé la adjudicación de 3.000 MW anuales.
El plan presentado a Bruselas prevé la adjudicación de 3.000 MW anuales
Si se activaran todas las peticiones a REE de puntos de conexión se duplicaría la potencia instalada
Los Ayuntamientos deben simplificar los procedimientos para autorizar el autoconsumo
Sin embargo, no todo el mundo las ve necesarias. Su sentido inicial era llamar a potenciales productores de energías limpias a ofertar un precio al que estuvieran dispuestos a vender su electricidad. Pero como se han abaratado tanto los costes de las renovables, los inversores que se presentan dicen que ya se conforman con el precio con el que les retribuye el mercado, de modo que no exigen una prima ni complemento. Sí se benefician de un suelo: si el precio de mercado cae por debajo de un listón, se activa una válcula de seguridad para que al menos cobren ese listón. Pero hay algo más: existe tal boom de nueva potencia en forma de huertos solares que hacen innecesarias las subastas. Las solicitudes de puntos de conexión a Red Eléctrica Española (REE) y a las distribuidoras de toda España se han disparado, y si se montaran todos los paneles para los que se ha solicitado conexión, se duplicaría de largo toda la potencia eléctrica actual del país, que ronda los 100.000 megavatios (sumando todas las tecnologías existentes). Es decir, que las solicitudes de puntos de conexión suman 100.000 megavatios. La cuestión es que no hay capacidad para absorber tanta electricidad ni siquiera cuando cierren las centrales de carbón y las nucleares.