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Propuesta 20 // Apostar por la tecnología del hidrógeno

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Octubre 2019 / 7

El hidrógeno es el gas más ligero y el elemento químico más abundante del universo, aunque no puede considerarse un recurso natural como tal —no hay yacimientos de hidrógeno, para entendernos—, sino que existe combinado con otros elementos. Esta circunstancia lo convierte en lo que se llama un “vector energético”: se tiene que producir. En su proceso de producción se requiere mucha energía, más incluso de la que después se obtiene con él. Hoy la investigación tecnológica busca cómo solventar este factor, que orienta el potencial del hidrógeno sobre todo para el transporte pesado (la aviación y los barcos) como alternativa de bajas emisiones.

Pero los defensores de la apuesta por el hidrógeno subrayan la gran ventaja de este gas: puede producirse a partir de muchas fuentes de energía —agua, biomasa o combustibles fósiles— mediante procesos como la electrólisis del agua, la gasificación o procesos biológicos —depende de la materia prima y de la fuente energética que se emplee—. Esta diversidad de fuentes a partir de las que se puede producir hace que usar el hidrógeno sea sinónimo de seguridad de abastecimiento y menor dependencia energética del exterior —de nuevo, dependiendo de la fuente—.

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El hidrógeno, almacenable, puede completar el rol de las renovables y garantizar el suministro

Se entiende que, cuando ya se haya instalado muchísima potencia de energías renovables, que es el escenario al que vamos, durante muchas horas se generará mucha energía excedentaria y toda esa energía excedentaria (o vertida) permitirá generar hidrógeno. A diferencia de lo que sucede con la electricidad, el hidrógeno es almacenable. Y se puede usar a través de pilas de combustible que convierten la energía química de reacción en energía eléctrica sin contaminar, según el Centro Nacional de Hidrógeno. En países como Alemania hay un plan para que en 2025 circulen medio millón de vehículos de hidrógeno, con 500 estaciones o hidrogeneras operativas. Francia prevé un centenar de estaciones en 2020. En España se prevé una veintena de puntos de carga en 2020, según la Asociación Nacional del Hidrógeno (AeH2).

La Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) ha señalado el potencial del hidrógeno para conseguir la transición energética, pues puede complementar el papel de las energías renovables e impulsar su participación en el sistema eléctrico, en su informe Hidrógeno a partir de energía renovable, de 2018. 

Este gas puede ser una fuente de almacenamiento para la electricidad renovable,  mantener flexible el sistema energético (minimizar las fluctuaciones de los paneles solares o de los aerogeneradores) y ayudar a equilibrar la red: el exceso de potencia variable de los proyectos eólicos y solares se puede enfocar a la producción de hidrógeno y usarse en el transporte, la industria y la inyección de la red de gas.  

Además de facilitar el almacenamiento, favorece el transporte, ya que, una vez producido, el hidrógeno puede transportarse por tierra (como el gas natural licuado, [GNL]) y puede ofrecer así la posibilidad de aprovechar recursos de energía renovable de calidad que a menudo se encuentran lejos de los usuarios finales, en los centros urbanos.

En sectores en los que la penetración de las energías renovables como la edificación, el transporte y la industria encuentra mayores dificultades y retraso en la electrificación, el hidrógeno producido con renovables puede ayudar a superar el problema.  IRENA ha advertido que los combustibles fósiles aún son importantes (en la aviación y en la industria del refino, por ejemplo) y el hidrógeno a partir de renovables puede ayudar a transformar el sistema energético. Se puede inyectar en las redes de gas natural —aprovechar infraestructuras de energía ya existente— y reducir las emisiones de la infraestructura.

Hoy el hidrógeno se usa en la industria petroquímica y química, en las refinerías, la metalúrgica y la electrónica. Igualmente se emplea como combustible en vehículos de pila. Sobre todo, se obtiene a partir de recursos fósiles. Pero si se produce a partir de fuentes renovables y se emplea para alimentar las pilas de combustible el impacto ambiental es nulo. Solo se genera vapor de agua. 

Sería posible que el hidrógeno fuera un factor clave en un futuro 100% renovable, pero ello requeriría reducir costes y mucha inversión hasta que las tecnologías mejoraran y maduraran.

Las organizaciones ecologistas alertan del uso del hidrógeno obtenido por energías sucias

Francia, Bulgaria, Alemania e Irlanda han prohibido la fractura hidráulica por su impacto 

Desde algunos ámbitos se encuentra muy atractiva como opción tecnológica el uso del  hidrógeno cuando se utiliza, como en Francia, en la tecnología Power to Gas. Consiste no en utilizar el hidrógeno como combustible directo, sino en combinarlo con CO2 para producir metano. Este gas de síntesis puede hacerse transportar por las tuberías actuales del gas natural para que llegue el calor a la industria, puesto que es muy difícil de sustituir por la energía eléctrica. El metano produce gases de efecto invernadero, pero como al sintetizarlo con el hidrógeno se ha capturado CO2, de modo que como resultado no aumenta las emisiones de CO2. El CO2 que se libera se compensa con las que se ha capturado antes.

Greenpeace y otras organizaciones no gubernamentales (ONG) ecologistas alertan contra  el hidrógeno obtenido con energías contaminantes como una de las “cortinas de humo” que en su opinión aportan “falsas soluciones al cambio climático”, al igual que el llamado “carbón limpio”, la construcción de nucleares y la captura y almacenamiento de CO2.