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Propuesta 21 // Prohibir el ‘fracking’ para extraer gas y petróleo del subsuelo

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Octubre 2019 / 7

Primero fue considerado una auténtica revolución para acabar con la dependencia energética, y Estados Unidos se puso a la cabeza de ella. Europa parecía que quería explorar sus posibilidades. Es el fracking, un método muy controvertido para extraer del subsuelo recursos minerales como gas y petróleo mediante la llamada fractura hidráulica, una técnica que libera dichos recursos atrapados en la roca madre rompiéndola, con un coste medioambiental muy elevado que la vuelve incompatible con la protección del planeta. Sus consecuencias están haciendo cambiar la imagen inicial del fracking. Cuatro países de la Unión Europea —Francia la primera, seguida de Bulgaria, Alemania e Irlanda— lo han prohibido ya de forma abierta. Holanda decidió en 2015 una moratoria de un lustro en la exploración del shale gas y rechazó renovar licencias de exploración, que expirarán en 2020. 

En 2013 el 64% de europeos se mostraban contrarios a la explotación de los gases no convencionales y el 20% creía que únicamente debían explotarse bajo estricta regulación.

La inyección de agua, arena y productos químicos a elevada presión a través de un pozo para lograr romper la roca genera contaminación de acuíferos subterráneos y superficiales, supone un gran derroche en el uso de agua, gases expulsados a la atmósfera y daño a las capas externas del planeta. 

El ‘fracking’, que favorece la independencia energética, conlleva graves perjuicios ambientales

En febrero de 2017, el Congreso de los Diputados aprobó una proposición no de ley en la que instaba al Gobierno español a prohibir este sistema. La decisión contó con los votos en contra del Partido Popular y la abstención del Partido Nacionalista Vasco (PNV). Se respetaban las competencias autonómicas al respecto. Sus propulsores, socialistas,  instaban a una suspensión cautelar de las prospecciones, proyectos o permisos de investigación, exploración o explotación relacionados con la técnica, hasta su prohibición total, ante los riesgos para el medio ambiente y las personas. Algunos de los permisos se habían dado en Castilla-La Mancha, País Vasco y Castilla y León, aunque cada vez la presión es mayor contra estas actividades y sus normativas son tan exigentes que casi las hacen inviables.

La opinión pública va en la misma dirección. Según la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, basada en 5.000 encuestas realizadas en 2018, este método es la segunda aplicación tecnológica o científica de mayor riesgo después de la energía nuclear.

Este sistema se utiliza en muchos lugares del mundo, empezando por Estados Unidos, China y Canadá. Argentina también lo apoya. Estos países cada vez producen más hidrocarburos. En muchos otros, hay enormes controversias, como Reino Unido e Irlanda del Norte. El argumento es que reduce la dependencia energética. Pero la opinión de estos países no es precisamente monolítica. El Parlamento británico condiciona este tipo de actividades a un marco regulatorio mundial para evitar fugas de metano e impactos ambientales locales. Maryland y Nueva York lo han prohibido.

La fractura hidráulica es una bomba climática. Pero no solo eso. Según la Sociedad Médica de Massachussetts, la mayoría de componentes que se usan en el fracking son tóxicos y suponen riesgos para ojos, piel y sistemas nervioso, respiratorio y gastrointestinal. Y una cuarta parte pueden desarrollar cáncer. 

Entidades de 22 países han escrito a las instituciones europeas contra el desarrollo de combustibles fósiles no convencionales. No solo porque arguyen que aumenta la huella de carbono. Las fugas de metano que supone el funcionamiento de la industria extractiva equivalen al 4-11% de todo el metano producido y en dos décadas el metano es 86 veces más potente que el dióxido de carbono como gas de efecto invernadero. Supone, además, expandir la pobreza para la agricultura de las zonas concernidas.