Propuesta 44 // Reducir con urgencia el uso de pesticidas y plaguicidas
España es el país europeo donde más se utilizan los pesticidas en la agricultura: 1,65 kilo por persona de estas sustancias químicas con que se rocían las siembras para prevenir eventuales brotes de insectos o parásitos que las destruyan. Desde el año 2011, su uso se ha venido incrementando un 5% anual, según la estimación de Ecologistas en Acción. Urge, pues, aplicar un calendario ambicioso para reducirlos. La mencionada organización ecologista reclama una disminución a la mitad entre 2019 y 2023, al tiempo que se impulsa la agricultura ecológica.
Según la mencionada organización ecologista, en 2015 la mitad de las frutas y hortalizas que salieron a la venta contenían residuos de algún plaguicida, que son químicos que se emplean cuando los insectos provocan ya auténticas plagas. En algunos casos estas sustancias pueden llegar a alterar el sistema hormonal.
En 2016, en los ríos españoles fueron detectados 46 plaguicidas, de los que más de la mitad son disruptores endocrinos. Su uso debe disminuir porque esta práctica tan extendida tiene consecuencias tanto para la salud de las personas como para la pérdida de insectos. Sobre todo, el impacto se nota en la reducción de la población de insectos voladores, que en casi tres décadas ha sido del 76%, mientras que un tercio de especies de dichos insectos están en peligro de extinción.
La repercusión de esta pérdida para el medio ambiente es catastrófica, dado que los insectos son imprescindibles para el funcionamiento de los ecosistemas y para la producción de los alimentos, al ser responsables de gran parte de la polinización de los cultivos. Los plaguicidas se dispersan por el aire y envenenan las amapolas y otras flores y plantas silvestres.
Pero, además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que una quinta parte de los 12 millones de casos de cáncer diagnosticados al año en el mundo tiene relación con la exposición química ambiental, y esta puede influir en algunas enfermedades neurológicas, en la obesidad y en la diabetes.
La normativa permite una cantidad segura de restos de pesticidas en los alimentos, pero según las organizaciones ecologistas no protege lo suficiente frente a los pesticidas que funcionan como disruptores endocrinos.
Hay países muy activos al respecto. Dinamarca, por ejemplo, ha aprobado la reducción del 50% del consumo de pesticidas.
Globalmente, la reducción de pesticidas y plaguicidas por el bien de la salud humana y del medio ambiente es un reto. Ciertamente, los plaguicidas han permitido aumentar la producción agrícola porque controlan malas hierbas, enfermedades de los cultivos y plagas, y está aumentando la demanda de alimentos por parte de la población mundial mientras se buscan modelos más sostenibles que sigan siendo rentables. Pero una vez utilizados, llegan a las aguas subterráneas y superficiales y son posible fuente de contaminación.
El apoyo a la agricultura ecológica debe reforzarse a todos los niveles de la Administración como prueba de voluntad política. España, de hecho, consolida año a año su liderazgo europeo en producción agrícola ecológica, y supera ya los dos millones de hectáreas dedicadas a la producción orgánica, según Eurostat. De media, en los últimos cinco años han crecido el 4,7% los productores agrarios, el 15,2% las industrias y el 17,5% los comercializadores de productos ecológicos.
Andalucía y, a distancia, Castilla-La Mancha son las comunidades autónomas con mayor producción orgánica. La comunidad andaluza equivale a casi la mitad del total nacional.
Globalmente, en el mundo la agricultura ecológica supera los 57,8 millones de hectáreas. Y aumentó el 21% entre 2010 y 2015, según el informe The World of Organic Agriculture.
También podrían gravarse los sistemas agrícolas que utilicen pesticidas sintéticos.