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Propuesta 40 // Rehabilitar masivamente el parque de viviendas para que no derrochen energía

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Octubre 2019 / 7

Junto con el transporte, la vivienda es uno de los campos en los que nos jugamos la transición energética de una manera más directa. 

La normativa europea sobre eficiencia energética, que persigue la consecución de parques inmobiliarios con elevada eficiencia energética y descarbonizados antes del año 2050, obliga a que cualquier edificio nuevo tenga un consumo energético “casi nulo”, sin especificar el “casi”, a partir de 2020. Eso significa que las viviendas deben consumir muy poca energía, y que aquella que se consuma sea renovable. Pero esta directiva no se traspuso a la normativa española durante el último boom inmobiliario (1995-2008), de modo que la vertiginosa urbanización y edificación, además de movilizar un montón de materiales y recursos naturales, no ha dado lugar a una mejora de la calidad del parque inmobiliario. Solo la climatología ayuda a que el gasto energético en edificios (que se llevan el 31% de la demanda final de energía) esté proporcionalmente por debajo de la media europea (40%) y el 11% de las emisiones. Conclusión: solo el 3% de las viviendas cumplen con la normativa que se exige actualmente. El nuevo código técnico de edificación, que reglamenta cómo construir los nuevos edificios, asume esa filosofía del “consumo casi nulo”, pero como el “casi” no está precisado, España se queda por detrás de los niveles de otros países más concienciados como Dinamarca. Es decir, que la poca energía que se pueda consumir será más que la que permiten otros países que adoptaron la directiva europea hace años. No vamos al ritmo que toca. 

Cambiar el panorama no es fácil. Según la Comisión Europea, en el año 2050, ¡el 80% del parque inmobiliario de la UE será el mismo que ahora! Así que por mucho que los nuevos edificios sean más sostenibles, todo el esfuerzo debe recaer en la rehabilitación, porque la vida útil de un edificio es muy larga. La población no aumenta (y tampoco la demanda) y tras la urbanización masiva durante los años del boom, es difícil ir deprisa. 

El Plan Nacional Integrado de Energía y  Clima (PNIEC) prevé para cada año la rehabilitación energética, de media, de 120.000 viviendas hasta el año 2030. En total, 1,2 millones a lo largo de la próxima década, pero de forma gradual (de menos a más).  Esta medida requiere de un importante esfuerzo inversor, que se estima en 11.622 millones de euros (además de la movilización de 32. 435 millones de euros de dinero del sector privado) permitirá ahorrar 6.700 kilotoneladas equivalentes de petróleo (ktep) en la próxima década. El problema es que se puede ayudar a mejorar la eficiencia energética de las viviendas, pero requiere una inversión de entrada de los propietarios, y muchos de ellos no tienen recursos para acometer obras de envergadura. Lo razonable sería que la fiscalidad sobre los combustibles fósiles fuera como mínimo una de las fuentes de recursos.

Los nuevos edificios deben tener consumo energético “casi nulo” a partir de 2020

Sin embargo, muchas entidades alertan de que hay que ir más deprisa, porque el 53% de inmuebles en España carece de aislamiento térmico y 1,5 millones de hogares requieren actuaciones urgentes. Hay que tener en cuenta que del parque de viviendas español (25,5 millones de viviendas en total), la mitad de las construcciones tienen más de 40 años, según la patronal de las rehabilitaciones, Andimac, que pide ampliar las ayudas a la vivienda a las instalaciones de autoconsumo. 

La Fundación Renovables propone elevar la cifra de rehabilitaciones anual a 250.000, es decir, más del doble de lo que plantea el PNIEC, y exige que el esfuerzo se inicie de inmediato, ya que parte de una renovación de 30.000 viviendas. Se calcula que rehabilitar una vivienda tiene un coste medio de 20.000 euros. “Es mucho respecto a lo que se hacía, pero con relación a lo que hay que hacer es poco ambicioso, hay que actuar lo antes posible, lograr que casi todo el parque pueda adaptarse en 2030, porque además puede ser un motor económico”, comenta Javier Andaluz, desde Ecologistas en Acción. Y pone el acento en que la eficiencia energética de los edificios, como advierte la directiva de eficiencia energética, no se limita a ocuparse del envolvente del edificio, sino también al uso de sistemas técnicos que reduzcan las necesidades energéticas para calefacción o refrigeración, iluminación y ventilación. Una de las claves es pasar página de las calderas no solo de gasóleo, sino de gas. “El mayor problema son los aislamientos térmicos y la iluminación”, apunta Andaluz.

El uso de materiales recuperados o restaurados —como suelos de madera, paneles de madera, puertas y marcos de madera— o materiales con contenidos reciclados  y de origen local ayuda para evitar transporte. También deben potenciarse materiales rápidamente renovables, como el bambú, el chopo y el corcho y promover la reutilización de edificios existentes en las grandes reformas y demoliciones. 

Sería importante disponer de una especie de pasaporte de la vivienda, un documento integral del edificio, más allá de la certificación energética que ahora suele ser un puro trámite para comprar o alquilar una vivienda. Se trataría de disponer de una foto sobre el estado energético de la vivienda, las implicaciones que tiene en su factura de la luz una insuficiente eficiencia energética y cuánto costaría mejorarlo y qué ahorros supondría. Poder ver a simple vista qué obras se requerirán a corto, medio y largo plazo en la vivienda, sobre todo en caso de que se plantee una compra. 

Se podría integrar la rehabilitación en la hipoteca y pagar esa parte con el ahorro en el recibo de la luz

La última gran burbuja inmobiliaria fue una ocasión desaprovechada para la construcción sostenible

Pero no basta con ayudas. La ciudadanía no tiene necesariamente capacidad económica para acometer actuaciones que son caras. Puede haber otras opciones. La mayoría de la gente que compra una casa se tiene que hipotecar. Una posibilidad, que sugiere Joan Groizar, director de Energías Renovables de IDAE, es integrar en dicha hipoteca la mejora energética de la vivienda y pagar la diferencia por esa actuación adicional mediante el ahorro energético. El Estado podría ayudar a los bancos con una política de avales solo por la parte de la hipoteca referida a la rehabilitación. El banco prestaría un poco más de dinero pero tendría garantizado el retorno porque sabe que el cliente irá ahorrando dinero en la factura y podrá hacer frente a los pagos. 

Hay opiniones dispares sobre las bondades de destinar dinero público a rehabilitar viviendas que, de hecho, con las reformas se revalorizarán en el mercado, salvo en el caso de personas en situación de vulnerabilidad. No todo el mundo ve esta medida como conveniente. “Algunos ayuntamientos conceden una rebaja en el impuesto sobre bienes inmuebles de forma temporal para promover el autoconsumo ciudadano, pero una instalación de autoconsumo da  una rentabilidad del 10%, solo faltaba que montar una planta con tal rentabilidad requiriera de ayudas, creo que es despilfarrar recursos de la Administración”, comenta Mario Sánchez, de Ecooo.

Porque la eficiencia energética es un factor que cada vez pesará más a la hora de comprar o alquilar.

Pero la eficiencia energética pasa también por los comportamientos: apagar la luz cuando no se está en una habitación, no dejar los aparatos en stand-by, realizar un uso racional de los electrodomésticos, la calefacción y el aire acondicionado y bajar toldos y persianas cuando pega fuerte el sol y al cotrario en invierno.