Señor presidente: ¡Yo renuncio!
En 1954 Francia pretende mantener, tras la II Guerra Mundial, sus colonias tanto en África como en Asia. Este sueño “imperial” le llevará a una larga y sangrienta guerra primero en Indochina y posteriormente en Argelia. Miles de jóvenes franceses son movilizados para ir a los arrozales de Vietnam o de Camboya a luchar contra los independentistas indochinos que quieren librarse de la tutela de quien durante años les ha explotado. Más tarde otros miles de reclutas partirán al norte de África para intentar sofocar la revuelta de los fellahas argelinos.
Desde el inicio de la revolución argelina (1954-1962) el ejército francés aplicará una cruel represión que cubrirá un amplio abanico de crímenes: asesinatos en las calles y en las comisarías, torturas, secuestros de aviones donde viajaban líderes del FLN (un claro ejemplo de piratería), campos de concentración en los que se apiñaban los rurales desubicados de sus pueblos, ocupación militar de barrios árabes en muchas de sus ciudades, ametrallamientos indiscriminados de pueblos a plena luz del día, bombardeos de comarcas consideradas “rebeldes”, atentados con explosivos sobre comercios y viviendas de presuntos simpatizantes independentitas, extensión a la metrópoli de estos actos represivos sobre emigrantes de este país en Francia, etc…
Los jóvenes llamados a realizar el servicio militar en Indochina o en Argelia si se oponían a ir eran juzgados y condenados por tribunales militares como desertores lo que implicaba penas de muchos años de cárcel. Francia que había sufrido la ocupación nazi parecía haber olvidado lo que ésta significó. Altos mandos militares franceses utilizaban idénticos métodos para reducir la resistencia anticolonial que los que aplicaron durante la ocupación alemana la Gestapo o las SS.
Y es en 1954 cuando un joven rebelde, escritor, poeta, cantante, compone una mítica canción que se convirtió en un alegato contra la guerra, en un grito por la paz, contra la opresión colonial, un llamamiento a la juventud francesa para que deserte, para que no ingrese en las filas del ejército. Esta canción es El desertor de Boris Vian:
Iré por los caminos
Mendigaré toda mi vida
Por las carreteras de Francia
De Bretaña a Provenza
E iré diciendo a las gentes
Rehusad de obedecer
No vayáis a la guerra
Rehusad de partir.
Sin pretender, en absoluto, reproducir la épica de la canción, yo le anuncio al presidente Pedro Sanchez, al Sr. Presidente, que renuncio a que me inoculen una tercera vacuna contra la maldita pandemia.
Creo que la vacunación masiva de la población pudo haber frenado las muertes que llevaba implícita la enfermedad. No soy un “negacionista”, me he vacunado.
Aunque también creo que ha habido negocios turbios por parte de las multinacionales farmacéuticas que controlaban su fabricación y venta, y que los Estados han pecado de debilidad delante de estos grupos corporativos que han engordado sus beneficios en todo este tiempo. Pero cuando he seguido como iba la vacunación por el resto del mundo y he leído que por ejemplo en África solo el 1% de la población ha podido ser vacunado, es decir 13 millones sobre un total de 1.300 millones me he replanteado el ponerme la tercera vacuna. Y cuando hablo de África, podría referirme igualmente a Asia o a América Latina. No me vale que algunos países hayan dado la “limosna” de unos pocos millones de vacunas, entre ellos el gobierno español, a los países del Sur, a los llamados países del Tercer Mundo. Nuevamente ante la enfermedad y la muerte hay pobres y ricos, países enriquecidos y países empobrecidos, poblaciones sin acceso a las vacunas y otras que podrán recibir una tercera vacunación… y quizás en pocos meses, si se considera necesario por las farmacéuticas o sus “voceras”, una cuarta y hasta una quinta vacunación.
No señor presidente, renuncio a esta tercera vacuna, y reúno todas las condiciones para que me la apliquen. Por justicia, por solidaridad, por humanidad, porque somos un solo planeta y las pandemias no se resuelven por espacios territoriales, no me volveré a vacunar con esta nueva dosis hasta que los africanos, los asiáticos y los latinos pobres y sin medios no estén en un proceso de vacunación concreto y puedan evitar posiblemente el contagio y quizás la muerte.
Como Boris Vian, y repito, salvando la enorme distancia que me separa en el tiempo y en las circunstancias que le obligaron a componer El Desertor, sin la épica que comportaba la letra de la canción le digo:
Señor Presidente
Le escribo esta carta
Que quizás usted lea
Si tiene tiempo para ello
Mi decisión está tomada
Y voy a desertar
… Mi deserción en este caso es renunciar a esa tercera vacuna.