Johnson rectifica solo a medias
Desde Londres
Keep Calm and keep going’ (‘Mantén la calma y sigue haciendo’). Este fue más o menos el mensaje que el primer ministro británico Boris Johnson transmitió a la población para responder a la pandemia del coronavirus a finales de la semana pasada. Así, el gobierno británico se desmarcó de la mayoría de países europeos y defendió una estrategia de mitigación del virus basada en hacer vida normal y solo confinarse en casa durante siete días en caso de presentar tos persistente o fiebre alta; cancelar viajes escolares al extranjero y recomendar a la gente mayor que no viaje en crucero. El objetivo según Johnson era reducir el pico de la epidemia en vez de intentar pararla cuanto antes y generar una especie de inmunidad en grupo mientras que a la vez se protegía a las personas más vulnerables. Eso sí, asumiendo abiertamente que muchas familias podrían perder a sus seres queridos por el camino.
Las (no) medidas generaron perplejidad entre la gente que vivimos en el Reino Unido y también en la comunidad científica del país que llegó a publicar una carta firmada por más de 200 expertos calificando la estrategia de ”insuficiente”, “inviable” y muy arriesgada. Sin embargo, la apuesta por la mitigación se sostuvo solo durante cuatro días pero probablemente se perdió un tiempo muy valioso. Lo cierto es que el pasado lunes, en su primera comparecencia diaria, Johnson anunció que había que ”tomar las medidas correctas en el momento correcto para minimizar el sufrimiento” y que había llegado el momento para ”una acción drástica”. Fue una manera británica de reconocer el error sin decirlo abiertamente y modificar los planes. Las razones de este cambio de rumbo han sido varias. Por un lado, los casos de contagio se multiplican en poco tiempo y las muertes también. En muy pocos días se ha pasado de 10 a más de 100 muertos sin que se entrevea ninguna mejora en un horizonte cercano. Pero fue un demoledor estudio del Imperial College de Londres lo que hizo saltar las alarmas, con predicciones de más de 250.000 muertes si se seguía con el plan inicial. Este escalofriante número incluye muertes por el virus y como consecuencia de otras enfermedades que el sistema nacional de salud (NHS), ya de por si colapsado, sería incapaz de tratar con la expansión de las infecciones por coronavirus.
En la práctica las nuevas medidas se han traducido en un llamamiento al aislamiento de familias enteras durante 14 días aunque solo uno de los miembros presente síntomas, a trabajar desde casa, a evitar los lugares públicos como bares, restaurantes o teatros y en general evitar cualquier contacto social ”no esencial”. Esto ha supuesto el cierre de espacios públicos y de ocio como los cuatro museos de la Tate en Londres, Liverpool y Cornwall y las grandes cadenas de cine, entre otros, a pesar de que no existe una prohibición expresa para ello. Y aunque el Gobierno se resistía a ello por considerar que la medida tendría un efecto limitado para parar la epidemia, a partir del viernes los colegios también cerrarán ”hasta nuevo aviso”.
Las últimas restricciones representan un cambio importante en relación con los planes iniciales de hacer más bien poco para responder a la epidemia. Aun así, las medidas —muchas de ellas de carácter voluntario— son menos drásticas de las tomadas en los principales países de la UE y siguen sin convencer a muchos. Tampoco genera mucha confianza el hecho de que sea difícil conocer la dimensión del problema porque, contrariamente a lo que recomienda la OMS, no se realizan pruebas a gran escala. El Gobierno asegura que tiene previsto corregir esta anomalía. De momento ni tan siquiera se realizan pruebas a la gran mayoría del personal sanitario que vive sumido en un estrés permanente por la falta de capacidad y equipamiento y con alto riesgo de contraer el virus debido a la escasez de material básico, como mascarillas o trajes aislantes, en otra demostración de la precariedad del sistema de salud británico.
Pero no todo es negativo. Al igual que en otros lugares, la crisis también hace reaccionar a la gente a título individual y puede sacar lo mejor de las personas. Una petición de apoyo al personal sanitario en change.org tiene ya casi 900,000 firmas. Además, el Reino Unido tiene una larga tradición de solidaridad a nivel local. Una vez más, la gente se está organizando en sus barrios y lugares de residencia para atender a las personas más vulnerables. La iniciativa Covid Mutual Aid UK conecta virtualmente personas en la misma área a través de Facebook y ya se han creado varios grupos de Whatsapp locales para coordinar apoyo a las personas mayores y otras que lo necesiten bajo el lema ”you are not alone’” (no estás sola/o) siguiendo protocolos para evitar la infección. Y afortunadamente, los bancos de alimentos, imprescindibles para muchas familias, se mantienen abiertos y por el momento siguen recibiendo donaciones solidarias que contrastan con el ”panic buying” de los últimos días, que también se ha visto en los supermercados británicos.
Veremos cómo evoluciona esta crisis en los próximos días, pero sin lugar a duda con distinta o similar respuesta a la de los otros países, nada será igual después de esta pandemia.