La prima de riesgo (según Enric González)
Si no has llegado a entender qué significa la prima de riesgo, lee este artículo de Enric González: lo entenderás. Y si ya lo sabes, léelo igual: te reirás.
"La prima de riesgo" es la primera entrada del Diccionario Irreverente de Economía" que el periodista ha publicado en Alternativas Económicas. Ahora las vamos a agrupar todas en un libro y sobre cada definición aportará también su mirada Darío Adanti, dibujante de la revista Mongolia, en forma de viñeta.
Hemos iniciado una campaña de crowdfunding para financiar el libro, que esperamos esté disponible en primavera. Ya hemos logrado la financiación que buscábamos, pero aún puedes participar en el proyecto y reservar tu ejemplar. ¡No te lo pierdas!
Para participar o ver más información, sigue este link. En este enlace verás, además, como quedará el texto de Enric González con las viñetas de Darío Adanti.
"La prima de riesgo", por Enric González:
Hoy vamos a hablar de confianza.
La confianza es una hipótesis, una suposición sobre la conducta ajena, en la que hay que tener en cuenta los antecedentes y la probabilidad de que ocurran imprevistos.
Imaginemos que Amancio Ortega le pide 20 euros para un taxi. ¿Qué cálculo hace usted? El dueño de Inditex tiene bastante dinero, unos 40.000 millones más o menos. No se le conocen problemas de impago. Además parece un tipo serio. En principio, no debería haber problema para recuperar los 20 euros. Por otra parte, sin embargo, usted nunca le ha prestado pasta a Amancio Ortega. ¿Y si tiene por costumbre no pagar deudas inferiores a 50 euros? Como no hay experiencias previas, por si acaso, usted le pide como garantía el reloj de oro. Ortega le hace entrega del reloj, que podrá quedarse si mañana mismo no le son devueltos los 20 euros.
Yo creo que puede usted fiarse. Suelte el billete tranquilamente.
Ahora vamos a imaginar que quien le pide 20 euros es Luis Bárcenas, ex tesorero del PP. Bárcenas le explica que busca socios para un negocio de confeti. Le asegura que le devolverá el dinero el próximo 30 de febrero y, ante su cara de mosqueo, le ofrece como garantía la fotocopia de unas notas manuscritas.
Usted sabrá lo que hace.
En el primer caso, usted se fía. Considera que los antecedentes de Ortega son positivos, formula la hipótesis de que un tipo tan rico no tendrá problema en devolverle el dinero y, gracias al reloj y las acciones, se siente a salvo de imprevistos.
En el segundo caso ocurre todo lo contrario.
Bien. Ahora supongamos que usted no se encuentra ni con Ortega ni con Bárcenas, y decide ahorrar los 20 euros. ¿Los guarda bajo el colchón? Pueden robárselos y en cualquier caso dentro de un año podrá comprar menos cosas con esos 20 euros porque, debido a la inflación, los precios habrán subido. ¿Los ingresa en el banco? No le da la gana, bastante le cobrarán en impuestos por el puñetero rescate bancario. ¿Compra acciones? No le parece seguro: la Bolsa sube y baja.
Se le ocurre que le conviene invertir en deuda pública. Al fin y al cabo, cuenta con “la garantía del Estado”. Eso suena bien. Vale. Pero, ¿qué Estado? Todos los países se declaran encantados de aceptar como préstamo sus 20 euros.
Piensa primero en el Reino de España. Es su país, al fin y al cabo. Repasa los antecedentes y comprueba que España ha dejado colgados a sus prestamistas más de diez veces. Caramba. Pero ahora con el euro eso ya no puede pasar, ¿verdad? Bueno, Grecia está en el euro y sus acreedores no parecen muy felices. ¿Cuánto debe ya España? Ahora mismo, más de un billón de euros y subiendo. La economía no crece y hay cada día más parados, por lo que Hacienda ingresa cada vez menos. En realidad, el Reino de España le pide sus 20 euros para tapar otras deudas anteriores. ¿Le ofrecen garantías? Sí, la foto de Mariano Rajoy en una tele de plasma.
Uy, uy, uy.
¿Y Alemania? Bueno, ha suspendido pagos tres veces. Ahora, sin embargo, su economía está fuerte. Va creciendo, aunque sin alardes. No acaba usted de decidirse. ¿Garantías? Angela Merkel, la tradición de solvencia del Bundesbank, la solidez de la industria germánica. ¿Y qué pasaría si reventara el euro? Su hipótesis es la siguiente: si los países europeos han de recuperar sus propias monedas, seguramente la moneda alemana será más sólida que la española. Y usted cobrará en moneda alemana.
Decidido: invierte en deuda alemana.
En ese momento se le acerca Montoro, pobrecillo, y le ruega que recapacite. Para enternecerle, Montoro saca el acordeón y toca la melodía de “El Padrino”. “Oiga, Montoro”, le dice usted, “los alemanes me pagan un interés del 0,13% si les presto un año los 20 euros. Es menos que la inflación. El caso es que de ellos me fío bastante y de usted me fío poco”.
A Montoro le brillan los ojillos: “¿Y si le pago un interés del 2% anual?”. Pues no, oiga, no me compensa. “¿Y si le pago un 3%?”. Nada. “¿Un 5%?”. Y ahí usted empieza a cavilar. La rentabilidad no es mala. Es posible que España suspenda pagos antes de un año, pero no le parece probable. Según sus cálculos, lo más verosímil es que dentro de un año recupere usted sus 20 euros y unos 80 centimillos adicionales. Y se dice que bueno, que apuesta contra el peligro de que España haga catacrac en 2013. Le da el billete a Montoro.
Como ante Ortega y Bárcenas, ha sopesado usted el peligro de no recuperar los 20 euros, los antecedentes y la solvencia de cada pedigüeño y el beneficio potencial de su inversión.
La diferencia entre los intereses que le ofrece una inversión bastante segura, como la alemana, y otra que lo es menos, como la española, es la prima de riesgo. Cuanto más riesgo, más rentabilidad le ofrecen. En el ejemplo expuesto, la prima de riesgo equivale al 5% que paga España menos el 0,13% que paga Alemania: 4,87%. Como en la jerga económica hay que complicar las cosas, se multiplica el diferencial por cien: 487 puntos básicos.
Y ya está.