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¿Por dónde vendrá el estallido?

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Fotografía
Dorothea Lange

Origen
Congreso de los Estados Unidos

Todo parece indicar que se avecina un fuerte estallido en el sistema financiero mundial que meterá al mundo en una de las más severas depresiones, incluso superior a la sufrida después de la Primera Guerra Mundial, conocida como la Gran Depresión de 1929.

Los países del norte parecen estar de acuerdo en emitir toda la deuda que sea necesaria para apoyar a sus ciudadanos con cantidades  mensuales en diversas modalidades, desde seguro de desempleo hasta rentas mínimas vitales; facilitar préstamos avalados por los gobiernos para ayudar a que sobrevivan las pymes; destinar grandes sumas de dinero para apoyar a sectores industriales (automotriz, aeronáutico, ventas al detalle y un gran etcétera); apoyar con grandes compras de acciones, bonos y papel comercial para evitar el desplome de los mercados. Incluso, se está dispuesto a que los gobiernos adquieran temporalmente las acciones de grandes empresas para salvarlas o para evitar que caigan bajo el control de inversionistas extranjeros. 

Esto implicará que en los próximos 5 años el mundo pasará de 255 billones de dólares de deuda a unos 325 (irá de algo más de 3 veces el PIB mundial a algo más de 4 veces), un monto de deuda nunca antes visto que sin duda hipoteca el futuro y, en el mejor de los casos, ayuda a resolver la emergencia en los países ricos pero no impide el riesgo de estallido del sistema financiero tal cual lo conocemos ahora.

¿Qué puede ocasionar el estallido? Claramente tres riesgos inminentes:

1.— La incapacidad de los países en vías de desarrollo de pagar sus deudas y de contratar más para apoyar a sus ciudadanos y su economía (como lo están haciendo los países ricos). La diferencia en el costo financiero de la deuda entre el norte y el sur es enorme (oscila entre los 300 y los 600 puntos base para el sur y por debajo de los 120 puntos base para el norte), esto aunado a la gran desaceleración económica global y a la caída en los precios de las materias primas coloca en una posición de insolvencia a los países pobres con el riesgo implícito de colapso institucional y manifestaciones de violencia social.

2.— La enorme deuda corporativa de las grandes empresas americanas. Hoy deben alrededor de 18 billones de dólares que usaron básicamente para darse dividendos y recomprar sus propias acciones.  La caída en las ventas de sus negocios, la necesidad de reestructurar sus operaciones a la nueva lógica del mercado y los costos asociados a la crisis actual harán que el valor de las empresas caiga (menos ventas, menos utilidades, menos valor a los mismos múltiplos, ya de por sí elevados) y esto ocasionará que las garantías otorgadas se deban ampliar o los acreedores deberán liquidarlas. Los mercados de valores concentran hoy gran parte del ahorro mundial y una percepción de que las empresas sufrirán descalabros (que lo más probable es que así sea por la crisis) podría ocasionar una estampida hacia bonos del tesoro americano (casi el único refugio disponible para ese tamaño de liquidez buscando resguardo), generando grandes pérdidas a bancos e inversionistas y restringiendo la liquidez en el sistema económico mundial. 

3.— El descalabro en los bancos que hoy mantienen una posición bastante elevada de CLO (collateralized loan obligation) que siguen la misma estructura que los tristemente famosos CDO (collateralized debt obligation) que sirvieron para empaquetar hipotecas buenas y malas y terminaron por colapsar el mercado inmobiliario americano y arrastrar a grandes bancos (Lehman Brothers), obligándoles a fusionarse y causando lo que ahora se conoce como la Gran Recesión de 2010. Las leyes y reglamentaciones, así como las pruebas de tensión (stress test) no pudieron con el ingenio financiero que hoy significa casi un billón de dólares (más que todo el capital contable de los bancos americanos) de CLOs bien escondidos en sus balances y que muy pronto podrían poner en aprietos al sistema americano y, en consecuencia, al mundial. Estos CLOs no son otra cosa  que préstamos a empresas (buenos, regulares y malos) empaquetados por capas para engañar a las calificadoras de riesgo y hacerles creer que el riesgo de impago es muy bajo, y así hacer creer a su vez a los mercados que los bancos se han desecho de créditos  otorgados a empresas, vendiendo el riesgo y liberando capacidad para seguir prestando. La misma bicicleta de hace diez años pero en vez de ladrillos ahora la garantía es la capacidad de pago de una empresa. Es decir: nada.

Pensemos por un momento qué pasa en la economía familiar cuando el ingreso de todos los miembros que trabajan y contribuyen, de pronto y por la crisis, baja a, digamos, la mitad. 

Imaginemos además, que esta familia debe, entre hipotecas, bienes duraderos y tarjetas de crédito, un 50% del ingreso anual acumulado de los miembros de la familia que trabajan (por decir un monto conservador y bastante normal). ¿Qué pasará con las finanzas de esa familia? Seguramente no podrá pagar, tendrá que vender bienes, perderá el crédito y tendrá que ahorrar mucho, quitando todo aquello que no es esencial. 

Esto que es tan sencillo de comprender, traducido a la enorme complejidad de los mercados financieros, operados ya por algoritmos que ejecutan órdenes de compra y venta, apalancados con contratos estructurados que apuestan a que tasas, índices y precios se muevan en uno u otro sentido, se puede traducir en una venta masiva de bonos y acciones que puede acabar colapsando empresas y bancos y borrando el ahorro de personas que han invertido sus fondos de pensiones y retiro allí. 

¿Hay algo que podamos hacer? Como individuos, cuidar la liquidez y no apostar a las exuberancias de los mercados. Como país, asegurar que las deudas están bien refinanciadas, las líneas de crédito, vigentes, y que se cuenta con la liquidez necesaria para apoyar a ciudadanos y empresas en la medida que el juicio y criterio del gobierno de cada país lo considere pertinente. 

Y como comunidad mundial, nos queda darnos cuenta una vez más y por enésima vez que estos cabrones no aprenden y no les importa: sólo nos invitan a los velorios porque sus fiestas son exclusivas y privadas.