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Som Energia, un instrumento para la innovación social

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Foto artículo: Som Energia, un instrumento para la innovación social

Abogada y miembro del Consejo Rector de Som Energia

La cooperativa Som Energia no sólo se ha convertido en una empresa gestionada con transparencia que comercializa y produce energía. También actúa como movimiento social organizado contra un modelo energético caro, irracional, ineficiente y desfasado.

 Placas solares en la cooperativa Som Energía, en Girona FOTO: Som Energía


En nuestro país, el mercado eléctrico es de muy difícil comprensión para los ciudadanos Existe una excesiva complejidad normativa y una tradición de cercanía entre el poder político y el sector, en absoluto acostumbrado a dar explicaciones y motivar su actuación en base al interés general.

Ante este panorama, en diciembre de 2010 un núcleo de personas vinculadas a la Universitat de Girona se plantearon la necesidad de aprovechar el marco legal generado por la pretendida liberalización del sector eléctrico (iniciada con la Ley 54/1997) y apostar por la creación de nuevos agentes en el sistema. Había que encontrar la vía para cuestionar el modelo existente, pero no sólo desde la protest, sino desde la implicación efectiva en concretas alternativas.

Las personas impulsoras del proyecto, conocedoras de las experiencias existentes en otros países del entorno europeo, decidieron que el nuevo agente a crear debía tener la forma de cooperativa.  Y que ésta tendría como  objetivo el consumo cooperativo de energía, y a la impulsaría proyectos de generación que, a largo  plazo, permitieran una correspondencia entre la energía utilizada por los cooperativistas y la que ellos mismos generaran en sus instalaciones. 

La idea era y es conseguir que los ciudadanos puedan implicarse a fondo en la apuesta por el cambio de modelo energético, de la forma más democrática y abierta posible. Esa implicación debía realizarse de forma acorde con el ordenamiento jurídico vigente aun conociendo su imperfección, pues estar dentro del sistema era una forma de conocerlo a fondo y combatir esa denunciada imperfección. Seguramente este es uno de los aspectos más interesantes a analizar sobre la experiencia iniciada, en términos de organización y participación ciudadanas.

Los referentes comparados europeos que se utilizaron, para confirmar que era conveniente y también factible crear una cooperativa energética, fueron entre otros los siguientes:

1)      Energi4All – Energy for all (Reino Unido)

Se trata de una cooperativa de cooperativas, que da apoyo a la creación de las mismas y les ayuda a desarrollar nuevos proyectos.  Su web es  http://www.energy4all.co.uk/

En el Reino Unido se ha producido un interesante debate acerca del modelo energético, según puede comprobarse con la lectura del artículo http://www.theguardian.com/big-energy-debate/about-the-big-energy-debate.

2)      Windvogel (Holanda)

La cooperativa era propietaria de instalaciones de producción y hace unos años se decidió a impulsar el autoconsumo o autoproducción energética. Ha contribuido a la implantación de un gran número de paneles solares en viviendas privadas, y ello ha sido posible por la existencia de reconocimiento del derecho ciudadano al balance neto (utilizar la red distribuidora como asistente de las instalaciones de autoconsumo, compensando los excesos vertidos con la energía utilizada).  Existe –al menos hasta hoy- un claro apoyo gubernamental a esa posibilidad, a pesar de que el país no es muy soleado.   Puede obtenerse más información en http://www.windvogel.nl/

3)      EWS (Alemania)

Esta entidad nació a partir del activismo generado después del desastre de Chernóbil.  La ciudadanía decidió apropiarse de la gestión de las redes de distribución y, a través de una lucha de 10 años, consiguieron su objetivo.  La adquisición de energía la realizan mediante contratos bilaterales con centrales de producción, haciendo su propio equilibrio entre utilización y generación de energía.  

Es más que recomendable mirar el documental El espíritu de Schönau (https://www.youtube.com/watch?v=BGAW_SwYkTw#t=14), que fue traducido a seis idiomas por personas socias de SOM ENERGIA (¡), y donde se explica con detalle esta experiencia apasionante, ejemplo de organización comunitaria.  Puede obtenerse información de las claves de la transición energética alemana en la página web http://energytransition.de/2013/03/es/

La idea inicial de Som Energia fue pues muy básica: importar la experiencia exitosa en otros países donde se creó una cooperativa energética que a su vez fuera comercializadora y productora de electricidad. El tiempo ha demostrado que esa idea básica, de alguna forma modesta, surgió en un contexto que ha permitido una muy importante superación de las previsiones iniciales en cuanto al número de adhesiones recibidas. En cuatro años la cooperativa SOM ENERGIA ha alcanzado los casi 20.000 socios y se ha convertido en un referente de interés en el ámbito de la innovación social.

A mi juicio, una de las claves que explican esta realidad es que la idea surgió y se lleva a cabo por personas con talento y conocimientos, curiosamente desconocidas para el gran público y con unas formas de hacer novedosas en comparación con el funcionamiento de las empresas convencionales. Puesto que se trata de hacer algo nuevo, hay que explicar, difundir, debatir, participar, sin ninguna prevención hace ese método de trabajo. El modelo cooperativo no está siendo pues sólo un instrumento legal,  es una “forma de hacer” que tiene mucho de generosidad y altruismo.

Esto enlaza con la convicción de que nuestra sociedad contiene un gran número de personas con capacidad y voluntad para asumir nuevos retos.  Otra cosa es que estas personas resulten visibles en términos tradicionales, es decir, que estén detectadas y conocidas por las élites políticas y mediáticas del país. Diría que la brecha entre lo visible y lo invisible se ha hecho enorme, con lo irritante y a la vez esperanzado que tiene esa impresión subjetiva.

Por otra parte, la experiencia de Som Energia ha demostrado que existen muchísimas personas molestas con el poder de las compañías eléctricas del oligopolio existente en nuestro país. El conocimiento de los detalles sobre el funcionamiento del sistema es difícil para una persona no especialista, pero ello no impide una generalizada opinión de rechazo al poder y la influencia de unos pocos, que se imponen al resto de la ciudadanía. Existe una especie de “sentido común” que rechaza el trato preferente e intuye que éste se produce en perjuicio de todos. Y en esta percepción tienen una influencia evidente algunas iniciativas mediáticas que han permitido extender conocimiento. La emisión de programas televisivos como Salvados y otras cada vez más numerosas actividades de denuncia del funcionamiento del sistema, han venido a confirmar la intuición de muchos, reafirmándola y aportando un sentimiento de seguridad y autoconfianza en el combate contra un modelo desfasado e injusto.

Y aquí se produce otras de las claves que me gustaría compartir con quien lea este artículo: es la sabia combinación entre COMBATIR y HACER lo que permite el mantenimiento de las iniciativas transformadoras. En nuestra sociedad, la vida del ciudadano medio no es fácil;  la conciliación entre vida familiar y laboral es un drama; la presión que sentimos para construirnos una vida mínimamente digna es muy considerable. Siendo así, encontrar tiempo para organizarnos de forma comunitaria se convierte en una exigencia que no siempre podemos cumplir. Y si nuestra conciencia social nos conduce a implicarnos en un determinado proyecto, se nos agotan las fuerzas si éste es meramente combativo, pues los resultados son a largo plazo.  En cambio, cuando ese combate de fondo se combina con una actividad cotidiana más cercana y de resultados tangibles, es todo más digerible.

En fin, la vida ya es bastante dura como para exigirnos como ciudadanos un activismo añadido a nuestro esfuerzo por salir adelante, de manera que ese activismo tiene que tener algo de ilusionante y satisfactorio, pues en caso contrario nos hace sentir ahogados en el pozo de la imperfección y la injusticia del sistema. Y ahogados no podemos hacer nada. Esta es obviamente una opinión subjetiva, que someto a reflexión y discusión.

A partir de la convicción de que participar comunitariamente es complicado, Som Energia ha optado por un modelo que hasta el momento está resultando exitoso, aunque debemos estar alerta sobre su evolución futura. Se trata de organizarnos aprovechando las habilidades y capacidades que cada persona tiene, no exigiendo aquello que no tiene. Esta aparente simplicidad está dando frutos espectaculares.

Así, en la actualidad se han formado más de 50 grupos locales en todo el territorio español que dinamizan la cooperativa, proponen, cuestionan, debaten y se organizan como cada uno de ellos puede. Algunos son muy técnicos porque sus componentes tienen ese perfil, otros están formados por personas más interesadas en la comunicación, aparecen grupos voluntarios para llevar adelante ideas propias…  En definitiva, casi sin quererlo  hemos construido una organización “desorganizada” que, curiosamente, está dando unos resultados que de ningún modo se hubieran conseguido si hubiéramos querido tenerlo todo controlado desde el principio.  Increíblemente, podemos decir que el caos ha dado mejores resultados que el súpercontrol, que por otra parte no hubiera sido  posible por escasez de recursos y personas dispuestas a ejercerlo.

Evidentemente, con el tiempo debemos conseguir ir gestionando ese “caos” (la expresión es excesiva, evidentemente, pero creo que permite comprender la idea), pero tenemos la impresión de que dar margen y autonomía y confianza –no exigir de forma intransigente- es una buena fórmula para que las cosas funcionen.  Como mínimo, esta es nuestra experiencia hasta el momento.

Otro aspecto que puede resultar de interés mencionar es que la cooperativa se financia directamente con las aportaciones de sus socios y socias.  No hemos querido acudir al sistema financiero.  De ese modo, las personas interesadas pueden utilizar las inversiones impulsadas por Som Energia como una forma alternativa para el destino de sus ahorros. Creemos que ese componente tiene un especial interés, si lo relacionamos con las formas de ahorro y consumo responsable que aparecen en nuestra sociedad.

Con la fórmula de la financiación propia tenemos invertidos más de tres millones y medio de euros, que están produciendo sus rendimientos a los socios participantes de la inversión. Evidentemente, la opción de la inversión en proyectos de energías renovables se ha visto truncada por las decisiones del gobierno actual, que han significado un estoque mortal al sector. Sin embargo, estamos trabajando ya en alternativas de inversión futuras, adaptadas a la nueva realidad, con el convencimiento de que el cambio de modelo energético es un proceso inexorable más allá de las coyunturales acciones para evitarlo.

A partir de lo expuesto, Som Energia se está consolidando como una iniciativa con una interesante doble condición: ser una empresa bien gestionada para la comercialización y producción energéticas. En la buena gestión incluimos sin duda alguna la transparencia, conscientes de que la opacidad es uno de los grandes déficits del sistema y que nosotros estamos obligados a demostrar que  es posible actuar sometidos al foco de los socios y socias. Y también actuar como movimiento social organizado en el combate contra el modelo energético existente, caro, irracional, ineficiente y desfasado.

No podemos tener la seguridad de que lo que hemos alcanzado hoy pueda mantenerse y mejorarse en el futuro. Para ello es necesario continuar abiertos a nuevas posibilidades de organización y toma de decisiones que fomenten un avance y consoliden definitivamente la iniciativa, desde el punto de vista económico y también social.  El método es importante, y de todos depende el resultado.