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Alternativas al mundo de Spotify

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Cuando el presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, anunció el acuerdo de patrocinio con Spotify, la plataforma de música en streaming líder en el mundo, no sólo mostró “orgullo” por las cifras económicas alcanzadas, sino también por el tipo de corporación con la que se estaba vinculando una entidad que se siente més que un club y que presume de tener valores exquisitos y elevados: “Nos sentimos muy orgullosos de poder anunciar una alianza pionera como esta con una entidad de referencia en todo el mundo como Spotify”, proclamó, exultante, Laporta.

Moderna, tecnológica y entidad de referencia: ¿alguien puede dar más? Spotify es ciertamente líder mundial, con una cuota de mercado por encima del 30% en el sector de la música en streaming, una fórmula que ya aporta el 80% de facturación de las multinacionales discográficas en un sector que mueve más de 26.000 millones de dólares al año, según estimaciones del Financial Times.

Y no solo esto: en realidad, Spotify es incluso una entidad de referencia en la configuración de un nuevo mundo económico, que va camino de redefinir por completo las reglas de juego para todos, en el que la tecnología pasa a ser el “auténtico rey”.

 A expensas de los trabajadores, claro.

El fenómeno se ha acabado conociendo como “uberización de la economía”, en referencia a Uber, la corporación pionera del capitalismo de plataforma, pero Spotify se ha convertido en uno de los polos de referencia de este cambio copernicano a la hora de entender la economía moderna: la plataforma tecnológica lo es todo y es ahí donde deben invertirse millones y millones de euros. El trabajo, según el modelo que tiene a Spotify como uno de sus evangelistas más destacados, pasa a ser algo completamente secundario.

El trabajo se da por hecho; su retribución ya no: pronto habrá que pagar para estar ahí y conseguir así “visibilidad”.

Imagen: Getty images

 

El resultado de esta nueva economía, que sitúa la plataforma tecnológica en el centro y el trabajo en la periferia, es un empobrecimiento generalizado de capas cada vez más amplias de la población. Y especialmente en el mundo de la música, completamente dominado ya por el nuevo modelo, con Spotify como punta de lanza: a los creadores les acaba llegando realmente muy poco.

El cantautor Manolo García lo explicaba con crudeza y rotundidad recientemente en una entrevista en La Vanguardia: “La tecnología está matando a la música; el creador lo tiene cada vez más difícil”. Y señalaba específicamente a la multinacional sueca y nuevo patrocinador del FC Barcelona: “Lo que paga Spotify al creador es una auténtica miseria”.

Si ello le sucede a Manolo García, uno de los artistas con más público de este país, es fácil imaginarse la situación del 99% de los músicos que tratan de vivir de sus creaciones. Y es que, en contra de algunos estereotipos interesados, que confunden la parte con el todo, la gran mayoría de músicos ni siquiera llega a fin de mes, como recalcaba el diario El País en un artículo de título especialmente revelador: “Del aplauso no se come”.

Los datos son escalofriantes: según un estudio de la Unión de Músicos, nada menos que el 88% de los músicos tiene ingresos por debajo del salario mínimo interprofesional (14.000 euros al año).

La gran paradoja es que este nuevo modelo, que tan bien simboliza Spotify, en el que la tecnología está en el centro a expensas del trabajo, ni siquiera parece rentable para sus impulsores más destacados. El propio Spotify es un buen ejemplo de ello: la evolución del valor de la acción de la multinacional ha caído el 60% en lo que va de año y cada vez son más los inversores que ponen en duda su sostenibilidad.

Como recalcaba recientemente la analista del Financial Times Anna Nicolaou, “el modelo de negocio de Spotify es muy problemático”, con márgenes necesariamente reducidos y alta dependencia de un pequeño grupo de discográficas. Además, opera en un sector prioritario por las grandes tecnológicas estadounidenses -conocidas como las siglas GAFA: Google, Amazon, Facebook y Apple-, que disponen de un fondo de caja prácticamente ilimitado y que ya van a por todas para copar el mercado, que aún domina Spotify con el 31% de cuota  de mercado global. Pero tanto Apple Music como Amazon Music ya se sitúan en el 15% y el 13%, respectivamente.

Así que, si Spotify llega a caer, lo que quedará es un paisaje en ruinas y bajo el dominio oligopólico de las GAFA, operando a sus anchas en el nuevo modelo, en que la plataforma tecnológica lo es todo. “Destrucción creativa”, lo llaman siempre los más entusiastas de estas disrupciones, que muy a menudo las empujan con el objetivo de hacerse ellos mismos inmensamente ricos.

No basta, pues, con quedarse observando atónitos la llegada del meteorito. Aún es posible organizar modelos alternativos, que partan justamente de las premisas opuestas. Es decir: la tecnología es ciertamente importante, sí, y conviene sacarle todo el jugo posible, por supuesto. Pero lo auténticamente imprescindible son los creadores. Sin creadores, solo habría una modernísima plataforma… ¡vacía!

Y para que haya creadores, y no siervos,  es fundamental que puedan vivir de su trabajo. En otras épocas, este planteamiento podría parecer una perogrullada, pero en el contexto actual de uberización de la economía, verbalizar que el trabajo importa empieza a convertirse en auténticamente revolucionario.

Bajo estas premisas, un grupo de entusiastas han empezado a caminar para construir una plataforma tecnológica que tenga como prioridad repartir mejor los ingresos a favor de los creadores. Ya tiene hasta nombre: Justifay y, por supuesto, web y presencia en las redes sociales. Se define como “la primera comunidad de streaming musical con un reparto de royalties ético” y su causa es tan justa y tan contagioso su entusiasmo que van sumando apoyos, entre ellos los de medios independientes como La Marea y también Alternativas Económicas, que en este artículo de Mariana Vilntizky ha explicado ya bastantes detalles del estado del proyecto.

La iniciativa ha empezado a tomar vuelo gracias al apoyo del programa especial para financiar proyectos ambiciosos de la economía social de la Generalitat de Catalunya, que la acogió dentro de su programa de proyectos singulares.

Las bases empiezan a estar puestas. Se acerca la hora de ponerse en marcha.

 

 

Con la colaboración de: