7.- ¿Trabajar menos o trabajar más?
La crisis ha provocado un sensible aumento del paro en todo el mundo. [En España, el mazazo ha sido muy agudo, pese a la mejoría de julio: este mes se cerró aún con 761.000 parados más que en julio de 2019, con lo que la cifra de desempleados registrados alcanzaba ya las 3,77 millones de personas. Y ello teniendo en cuenta que todavía había 1,18 millones de afectados por expedientes de regulación de empleo temporales (ERTE)].
Las perspectivas no son nada halagüeñas. ¿No sería necesario, para reducir el paro disminuir la jornada laboral y compartir los empleos disponibles? Sería razonable, pero no parece que las cosas vayan en esta dirección.
761 mil parados más en España a finales de julio que el mismo mes de 2019
Aumentar la jornada baja el coste laboral
Más bien es el tema inverso el que domina el debate: ¿hay que aumentar la jornada laboral? Ello es así incluso en Francia, el país que hace dos décadas se atrevió a experimentar con la reducción de la jornada laboral. Ya el pasado 11 de abril, Geoffroy Roux, presidente del Medef, la principal asociación de empresarios, consideraba que, tras el desconfinamiento, “antes o después, habrá que plantearse el tema de la jornada laboral, de los días festivos y de las vacaciones pagadas”. Y muchos otros han levantado la misma bandera: cómo compensar la pérdida de productividad debida a la persistencia de medidas sanitarias obligatorias y de poder producir más para recuperar en la medida de lo posible el volumen de negocios perdido durante el confinamiento.
Es evidente que, las semanas posteriores al desconfinamiento, las peluquerías han tenido mucho trabajo, pero en muchos sectores va a ser muy difícil compensar las pérdidas habidas. Y, en cualquier caso, las normas actuales relativas a la jornada laboral son ya muy laxas y permiten hacer frente sin mayor problema a aumentos temporales de actividad. Aumentar las horas de trabajo semanales, suprimir los festivos, reducir las vacaciones sería, además, especialmente perjudicial para los sectores más dañados por la crisis, como la cultura, el turismo y la restauración, pues dependen del tiempo de ocio de la gente.
CONTRATAR. Para la patronal, el aumento de la jornada es sobre todo una forma de bajar el coste laboral, pues disminuye por cada hora trabajada mientras que los salarios mensuales pueden mantenerse estables. Es evidente que los sobrecostes sufridos por las empresas debido a las exigencias sanitarias hacen que se plantee el problema del coste del trabajo. Pero si no se quiere agravar el paro sería mejor arreglarlo a través de reducciones temporales de las cotizaciones sociales, que proporcionarían a las empresas el modo de compensar a través de contrataciones la pérdida de productividad ligada a las medidas sanitarias.
Con el negro horizonte que se augura a la evolución del mercado laboral más valdría volver a emprender la vía de la reducción de la jornada laboral. Y a no tardar, pues cuanto más tiempo está sin empleo más difícil es que una persona vuelva a integrarse en el mercado laboral. Esta política exige una importante ayuda pública para que esas contrataciones no signifiquen un sobrecoste para las empresas si se quiere que los salarios de los empleos se mantengan, pero en cualquier caso vamos a tener que contribuir durante mucho tiempo a los ingresos de las víctimas de la crisis. Por tanto, es mejor que ese dinero sirva para volverles a encontrar empleo que para ayudarlas a sobrevivir atrapadas en su casa.