30 — DISTANCIA SOCIAL // Día 11
Las palabras no son neutras, están llenas de connotaciones. Y según como se digan las cosas estas adquieren un significado particular.
Las autoridades insisten en que habrá que mantener por mucho tiempo la distancia social. El adjetivo es redundante. Y al añadir social se está colando de rondón algo más preocupante que la necesidad de no tocar, no acercarnos a nuestros amigos y vecinos.
La distancia social es otra cosa. Es la que separa personas por su distinta condición, que hace que individuos de diferentes condiciones nunca se mezclen. Que cada uno se mantenga en su espacio. Los especialistas en protocolo son maestros en establecer distancias sociales y rangos. Cuanto más desigual es una sociedad, mayores las distancias entre sus miembros. Se ejemplifica muy bien en un filme del director Patrice Cherau, Gabrielle. Transcurre a principios del siglo XX. Un matrimonio burgués mantiene una hostil relación y alguna de las conversaciones más duras se realizan delante de la criada. Esta no puede intervenir, pues más que distancia lo que la separa es una pared. Esto es la distancia social. Cualquiera que haya convivido en diferentes espacios sociales lo puede percibir. También a menudo en las relaciones que se mantienen entre determinados grupos de profesionales y las personas que atienden, de menor rango social. La distancia social forma parte de la estructura de la desigualdad. Estos días, en cambio, estamos alejados de mucha gente querida, pero hablamos con ellos por teléfono, por Skype o entre balcones. La distancia no es social.
Quizás a más de uno o una con poder lo que de verdad le gusta es una sociedad con distancias sociales, una sociedad de individuos que no se relacionan entre sí. Hay que mantener durante un tiempo la separación espacial, pero hoy más que nunca hay que eliminar las distancias sociales.