33 — TRANSPORTE PÚBLICO // Día 14
Reabrir los centros productivos implica plantearse el tema del transporte. Ayer las autoridades recomendaban el uso del vehículo privado. Preocupa que la aglomeración en el transporte colectivo reactive la epidemia. La recomendación, por lógica que sea, puede ser otro efecto colateral negativo de la covid-19.
Hace tiempo que sabemos que el modelo de transporte basado en el automóvil privado tiene un enorme coste ambiental. También en vidas, si se suman los muertos por accidentes, más de 1.000 al año en España, los heridos graves y los efectos para la salud de la contaminación. Estos días de encierro hemos comprobado que en las grandes ciudades realmente es el automóvil el principal causante de la contaminación.
Si miramos más allá de nuestras ciudades percibimos que el modelo de transporte vigente es uno de los elementos generadores del calentamiento global, del que se derivan efectos que pueden afectar más a nuestras vidas que la epidemia.
El uso del automóvil solo puede entenderse como una respuesta de muy corto plazo. Ahora que estábamos aprendiendo que es mejor andar, ir en bici o en transporte público no nos podemos permitir dar marcha atrás. Después del confinamiento hay que seguir trabajando para erradicar paulatinamente el modelo basado en el transporte privado. O sea, tenemos que pensar qué alternativas de transporte colectivo necesitamos. Seguramente con una dotación mayor y modificando comportamientos que reduzcan masificaciones excesivas (por ejemplo, con un escalonado de los horarios laborales que reduzcan los picos de hora punta). Pero también sabiendo que fenómenos como el actual son infrecuentes y que la mayor parte del tiempo la distancia no será necesaria.