34 — ESTADÍSTICAS // Día 16
Posiblemente nunca tanta gente había estado tan pendiente del parte diario de datos que suministran las autoridades. Al menos, tienen que ver con nuestras vidas, nuestra salud, a diferencia del parte diario de la Bolsa.
Lo importante de un dato estadístico es que nos ayude a tener una idea de la cuestión que nos interesa; ahora, de la marcha de la infección. A estas alturas ya sabemos que no podremos contar con una estadística fiable de cuánta gente está infectada. Para ello, se deberían haber hecho pruebas a un porcentaje suficientemente amplio de la población. Por tanto, es imposible saber qué porcentaje han desarrollado la enfermedad y qué proporción ha muerto. Ni siquiera sabemos cuántos han enfermado, porque solo los ingresados han sido evaluados, o cuántos han muerto, puesto que solo se contabilizan los fallecidos a los que se les ha practicado el test.
Esta última cifra se puede estimar con cierta aproximación (las estadísticas siempre son datos aproximados, lo aprendí del manual de introducción al tema de O. Morgenstern) sabiendo el número de muertos de cada localidad durante el periodo de la epidemia y compararlo con los datos normales de mortalidad en años anteriores. Las cifras de mortalidad tienen bastante regularidad, por lo que nos puede servir para la estimación, aunque una parte de estas muertes excesivas se deba a fallos en la atención sanitaria en general, un efecto colateral de la pandemia.
En todo caso, hay que agradecer el esfuerzo que está haciendo alguna gente en mejorar los datos. El problema es que los datos tienen siempre connotaciones políticas, pues pueden servir para evaluar la gestión pública. Y ahí chocamos con una cuestión que no es solo técnica. De hecho no parece que haya ningún país que haya actuado correctamente. Casi todos los gobiernos tienen interés en esconder sus fallos. Aquí, además, las estadísticas se han convertido en otra arma arrojadiza. Y, curiosamente, es la derecha la que lanza acusaciones sin prueba cuando es la responsable de las autonomías que más problemas tienen. También en esto Díaz Ayuso y Torra van de la mano porque temen que el desastre de las residencias, que forma parte de su competencia exclusiva, se les caiga encima. Y para evitarlo actúan como aquel ratero que grita “¡Al ladrón, al ladrón!” para que no se fijen en él.