Ahora, ¿gobierno de izquierdas?
Investidura: El PSOE y UP salen vivos de la repetición electoral y pactan el primer Ejecutivo de coalición de izquierdas desde la II República... con permiso de ERC.
Sánchez e Iglesias, tras firmar el acuerdo. FOTO: INMA MESA. PSOE
Cuando todavía no había dado ni tiempo de empezar las cábalas sobre cómo se iba a intentar formar gobierno tras las elecciones del 10-N, que dejaron más o menos las cosas como estaban antes de la repetición electoral, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, los líderes de la izquierda que parecía que no se podían ver ni en pintura, comparecieron juntos, se abrazaron y firmaron solemnemente un compromiso para formar el primer Gobierno de coalición de izquierdas desde el final de la II República.
Lo que parecía imposible se había conseguido en apenas 24 horas, sin dar tiempo a organizar ninguna de las habituales campañas para evitarlo. Pero quedaba todavía un pequeño detalle: para que este gobierno insólito llegue a materializarse se necesita por lo menos la abstención de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), que a finales de noviembre empezó a negociar con el PSOE tras aprobar en referéndum interno las condiciones para la abstención: básicamente, recuperar una mesa de diálogo entre los gobiernos español y catalán en la misma línea ensayada el pasado diciembre en el Palacio de Pedralbes de Barcelona, cuyo descarrilamiento acabó precipitando la convocatoria de elecciones anticipadas en abril.
ERC mantiene el rumbo pragmático: pide mesa de diálogo
El pegamento es la socialdemocracia en distintas tonalidades
En circunstancias normales, el acuerdo de las tres izquierdas estaría prácticamente hecho porque cuentan con el pegamento de la socialdemocracia. Eso sí, de distintas tonalidades: más estatista e intervencionista en el caso de Podemos (que bebe también de fuentes heterodoxas, pero que ha optado por la posición más pragmática para facilitar el acuerdo), más liberal en la tradición de ERC, y con el PSOE en medio, muy habituado a manifiestos electorales socialdemócratas y prácticas de gobierno de orientación más bien social-liberal.
Sin embargo, el momento es todo menos normal para Esquerra, con su máximo líder, Oriol Junqueras, en prisión, cumpliendo una pena de 13 años de cárcel, la secretaria general, Marta Rovira, huida a Suiza y, además, lidiando en Cataluña con la pinza que forman Junts per Catalunya, que agrupa a los restos de la antigua Convergència, y la CUP. Los nacionalistas y los anticapitalistas presionan juntos, desde polos opuestos, para mantener e incluso ahondar el pulso con el Estado. Con esta presión tratan de ahogar los intentos de los republicanos de abrir una nueva fase, más sosegada, que permita ensanchar el espacio independentista dando un paso atrás, pero para tomar impulso.
RETROCESO BAJO CONTROL
Las tres izquierdas que negocian la investidura de Sánchez perdieron votos y escaños en las elecciones del 10-N, pero todas lograron salir vivas del laberinto en el que se habían metido ante la imposibilidad de ponerse de acuerdo tras los comicios de abril. Entonces estaban muy condicionadas por la inminente sentencia contra los líderes del procés y la explosión de rabia que podía desencadenar en Barcelona, como así sucedió, lo que amenazaba la viabilidad de un hipotético gobierno desde el momento mismo de nacer.
El PSOE, que aspiraba a mejorar sustancialmente los resultados a costa del debilitamiento simultáneo de Ciudadanos y Podemos, logró al menos salvar los muebles pese a las turbulencias de Barcelona con la pérdida de tres diputados. Unidas Podemos se dejó siete en el camino, pero mostró una gran capacidad de resistencia no solo al relato difundido por el PSOE, que pretendía endosarle el fracaso de las negociaciones, sino también al envite de Íñigo Errejón y su nuevo artefacto politítico, Más País, que se quedó en tres diputados, incluyendo el de Compromís. Finalmente, ERC volvió a ganar en Cataluña y perdió únicamente los dos escaños que ganó la CUP, que de alguna manera tenía prestados en la medida en que los anticapitalistas nunca se habían presentado antes a unas generales.
JxC y la CUP ensayan una pinza contra los republicanos
La UE subraya la necesidad de gobierno estable
Además, los republicanos se impusieron ya con su apuesta pragmática explícita, a pesar de la feroz campaña en contra de los sectores más puros del independentismo, alentados desde Waterloo por Carles Puigdemont y desde el mismo Palau de la Generalitat por Quim Torra, que aún gobierna en coalición con ERC.
Si, finalmente, las negociaciones entre el PSOE y ERC llegaran a buen puerto, ello podría desencadenar movimientos sucesivos en el tablero, con la posibilidad de que facilite también la aprobación de los presupuestos de la Generalitat (con la eventual abstención al menos de los comunes, aliados de Podemos en Cataluña) y del Ayuntamiento de Barcelona, con ERC en este caso colaborando con el equipo de Ada Colau, que gobierna con el PSC. La responsabilidad de sacar adelante los presupuestos de la Generalitat, que llevan ya dos ejercicios prorrogados, es de su vicepresidente económico, Pere Aragonès, el nuevo hombre fuerte de ERC ungido por Junqueras y probable candidato a la presidencia de la Generalitat cuando se convoquen las autonómicas.
Esta hipotética cadena de apoyos mutuos es vista con enorme recelo por Junts per Catalunya, que teme la reedición de un nuevo tripartito, esta vez liderado por ERC. Y todavía más con el horizonte de inhabilitación de Torra por el juicio por desobediencia, visto ya para sentencia en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). De confirmarse la condena, precipitaría casi con toda seguridad la convocatoria de elecciones anticipadas en Cataluña, con ERC en cabeza en los sondeos e independizada al fin de Junts per Catalunya y la antigua Convergència.
Algunos medios críticos con la posibilidad del pacto han señalado que la Unión Europea vería con recelo un gobierno de coalición en España que incorpore a los “radicales” de Podemos, pero por ahora no hay ningún indicio de ello. Más bien al contrario: las posiciones oficiales subrayan sobre todo la necesidad de poner fin a la situación de provisionalidad en España con un Gobierno estable y el anunciado ascenso de Nadia Calviño (muy bien conectada con Bruselas) a la vicepresidencia económica disipa potenciales temores. Además, la UE misma se ha movido en los últimos años e incluso ha hecho autocrítica por la inflexibilidad con que impuso políticas de austeridad extrema a países como Grecia.
El último gobierno de izquierdas acabó hace 80 años como el rosario de la aurora, a tiros en las calles de Madrid, mientras Franco esperaba a las puertas de la ciudad. Ahora quien espera es Vox, que pasó de 24 a 52 diputados y empieza a pisarle los talones al PP.