América Latina // Chile vuelve a la senda progresista
El presidente electo, Gabriel Boric, promete ampliar los derechos sociales “con responsabilidad fiscal”.
Cuando al atardecer del 19 de diciembre se confirmó que el candidato de la izquierda, Gabriel Boric, había triunfado holgadamente en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Chile, la capital, Santiago, estalló de alegría. “¡Boric ganó, ganó, ganó!” y “¡Esta vez, Pinocho, sí que se acabó!” eran algunos de los gritos coreados. “¡El pueblo, unido, jamás será vencido!”, cantaban otros con la música de Quilapayún y el puño en alto mientras miles de personas desfilaban por la Alameda O’Higgins. “No se veía una alegría tan grande desde que ganó Michelle Bachelet”, comentaba exultante una joven. “Más aún”, precisó un hombre mayor, “es como cuando elegimos a Allende”.
Multitudes apretujadas, la mayoría sin mascarilla, cantando, riendo, abrazándose, llorando. El temor de las autoridades sanitarias es ahora que esa alegría desbordada facilite la expansión de ómicron, la nueva variante de la covid.
El ocaso de los partidos
Gabriel Boric, el joven líder del Frente Amplio, de 35 años, derrotó por 11,7 puntos de diferencia (55,87% a 44,13%) al candidato de la ultraderecha, José Antonio Kast, del Frente Social Cristiano, receptor de los votos del bloque conservador. El reconocimiento del triunfo fue rápido, sin aspavientos y con buenos modales, de acuerdo con el talante moderado que los dos contrincantes mantuvieron durante la segunda vuelta de la campaña. El tono bronco de la primera vuelta quedó muy atrás, seguramente porque los asesores de ambos políticos detectaron rechazo en buena parte del electorado. Como era de esperar ante un triunfo de la izquierda, la Bolsa bajó tras conocerse los resultados y el peso chileno se depreció frente al dólar.
¿Quién es ese joven capaz de romper todas las barreras políticas, culturales y sociales, empezando por la de la edad? Dando por hecha su capacidad, su preparación y su tesón, hay algunos elementos que le han ayudado a llegar hasta aquí, básicamente el ocaso de los partidos políticos tradicionales y el de sus líderes. Haber crecido en libertad otorga a Boric y a toda una generación de jóvenes seguidores la capacidad de no tener miedo. No haber sufrido ni visto sufrir los rigores de la dictadura les da seguridad. Y la treintena de muertos en las calles en las protestas de 2019, en vez de disuadirles, ha sido un acicate, la confirmación de que sus reclamaciones eran justas y había que seguir luchando por ellas.
Orígenes croatas y catalanes
Al apoyo mayoritario de los jóvenes, Boric ha conseguido sumar a la mayoría de capas progresistas de la población. En la coalición que ha impulsado su candidatura ha figurado desde el principio el Partido Comunista. Ya en la segunda vuelta, tanto el Partido Socialista como la Democracia Cristiana lo han apoyado sin condiciones.
Nacido en Punta Arenas el 11 de febrero de 1986, Gabriel Boric Font procede de una de las 10 primeras familias croatas que llegaron a la región de Magallanes a finales del siglo XIX, cuando aún existía el imperio austrohúngaro. Por parte de madre es de ascendencia catalana. Aunque los apellidos de origen no peninsular son frecuentes en Chile entre la clase política (Bernardo O’Higgins es uno de los Padres de la Patria), llegar tan alto siempre es más difícil sin ellos. Pertenecer a una familia de profesionales sin fortuna tampoco ayuda.
El nuevo presidente estudió derecho, pero nunca ha ejercido la abogacía. Desde su adolescencia y primera juventud se ha dedicado a la política como dirigente estudiantil, primero, y como diputado por la región de Magallanes desde 2013. Si todo transcurre con normalidad, a mediados de marzo de 2022 tomará posesión de su cargo con 36 años recién cumplidos.
Boric pertenece a la primera generación crecida en democracia
Pensiones, salud y educación son los ejes de su discurso
Han pasado 34 años desde que el golpista Augusto Pinochet perdió el plebiscito que él mismo convocó. Se quedó sin la presidencia pero dejó en vigor una constitución que llevaba incrustados los principios del neoliberalismo económico. Los sucesivos gobiernos de coalición de socialistas y democristianos cargaron con el lastre heredado de los economistas de la Escuela de Chicago, los denominados Chicago Boys. Los partidos de la Concertación no fueron capaces de desembarazarse de ese legado, que ha permitido un fuerte desarrollo del país al precio de convertirlo en uno de los más desiguales del ya de por sí desigual continente americano.
Hace poco más de dos años, en otoño de 2019, con la derecha de vuelta al poder, se desencadenaron protestas masivas para acabar con los tres grandes problemas generados por más de cuatro décadas de desarrollismo desigual: la insuficiencia de las pensiones privatizadas y el abandono tanto de la sanidad como de la educación pública. El pulso fue muy duro. Después de meses de enfrentamientos,con más de 30 muertos, el Gobierno de Sebastián Piñera se vio obligado a iniciar un proceso para la elaboración de una nueva Constitución. Y en eso están. La Asamblea Constituyente, integrada por una mayoría progresista elegida en mayo pasado, trabaja desde otoño en el proyecto, que una vez concluido será sometido el próximo año a un plebiscito directo, sin pasar por las cámaras legislativas. La victoria de Boric refuerza a los partidarios de eliminar cualquier vestigio de la herencia pinochetista.
Riqueza mal repartida
Protestas en en febrero de 2020. Foto: Paulo Slachevsky |
Chile, con casi 20 millones de habitantes, es un país de renta alta según el baremo del Banco Mundial, pero una mayoría de chilenos da fe de que la mucha riqueza generada está mal repartida. Muchos trabajadores que fueron obligados a confiar su dinero a fondos privados cobran ahora pensiones de miseria, mientras que algunos de los beneficiarios del sistema evaden grandes cantidades de dinero a paraísos fiscales. Los universitarios arrastran deudas durante años porque estudiar es carísimo. Ponerse enfermo, más aún en estos tiempos de pandemia, es una catástrofe si no se dispone de un seguro privado.
La noche de la victoria, Boric experimentó un emotivo baño de masas con decenas de miles de seguidores agolpados en la Alameda O’Higgins. Pese a su juventud, se mostró rotundo y seguro, a la vez que prudente. Insistió en lograr “acuerdos amplios” para avanzar hacia sus objetivos: “Hemos llegado hasta acá con un proyecto de gobierno que puede sintetizarse en pocas y simples palabras: avanzar con responsabilidad en los cambios que Chile viene demandando, sin dejar a nadie atrás”.
Eje central de su discurso fue la ampliación de derechos: “En esta noche de triunfo, repito el compromiso que hiciéramos durante toda la campaña: expandiremos los derechos sociales y lo haremos con responsabilidad fiscal, cuidando nuestra macroeconomía. Lo haremos bien y eso permitirá mejorar las pensiones y la salud sin que haya que retroceder en el futuro”.
Ni la difícil situación económica derivada de la pandemia ni la fragmentación de las Cámaras, donde la presencia de la oposición es muy fuerte, auguran un camino fácil. Quizá por ello, el joven presidente electo hizo de la necesidad virtud: “Ante un Congreso equilibrado tendremos la obligación de dialogar. Yo honestamente lo veo como una oportunidad para volver a unirnos en grandes gestas por el bienestar de nuestra patria”.