America Latina // Colombia se adentra en territorio desconocido
La izquierda gobernará por primera vez de la mano de un exguerrillero y una activista social afroamericana.
Gustavo Petro, exguerrillero, exalcalde de Bogotá, senador y líder de la coalición progresista Pacto Histórico, ya es presidente electo de Colombia, el primer jefe de Estado de izquierdas en la historia del país. Superando todas la dificultades que ha encontrado en el camino —desde el robo de votos en las legislativas de marzo pasado hasta las amenazas de muerte—, el domingo 19 de junio obtuvo 11,3 millones de votos, 700.000 más que su rival, el populista de derechas Rodolfo Hernández.
El triunfo de Petro, sólidamente apoyado por su compañera de tándem, Francia Márquez, refleja el descontento generalizado en un país de más de 50 millones de habitantes que sufre abismales desigualdades económicas, donde la pobreza y la falta de oportunidades han sido la norma histórica y el origen de la violencia. Son problemas que no se resolvieron tras la desmovilización de la guerrilla de las FARC hace seis años.
El acuerdo de paz firmado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) durante la presidencia de Juan Manuel Santos, que culminó con la entrega de armas en 2016, no fue suficiente para llevar al país por una senda pacífica y de progreso. Al revés. Los conflictos se agudizaron bajo el mandato de Iván Duque, heredero del conservador autoritario Álvaro Uribe, hasta el punto de que el descontento social empujó a las calles a cientos de miles de personas el año pasado en manifestaciones que fueron duramente reprimidas. La violencia, por tanto, sigue ahí, agazapada a la espera de soluciones sólidas, aunque los peores temores sobre lo que podía ocurrir en la noche del 19 al 20 de junio no se consumaron. La Defensoría del Pueblo había advertido de que ese domingo existía un “riesgo alto y extremo de acciones armadas en 290 municipios”.
Miedo a un atentado
Llegar hasta aquí no ha sido fácil para Petro y Márquez. La Misión de Observación Electoral (MOE) precisó que el periodo electoral que culminó el domingo “ha sido el más violento de los últimos 12 años". Solo en lo que va de 2022 han sido asesinados 86 líderes sociales y 21 exmiembros de las FARC. Durante toda la campaña planeó el temor a un atentado contra ambos candidatos, como los que frustraron la vida de seis aspirantes a la presidencia desde 1948 hasta 1995, además del secuestro de la también candidata Ingrid Betancourt, retenida por las FARC durante más de seis años. A partir de ahora, poner orden en un país tan complejo pasa primero por consolidar el proceso de paz con las FARC, que aún tiene muchas fisuras porque solo se ha cumplido el 25% de lo establecido en los acuerdos.
En segundo lugar, hay que entablar conversaciones de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), una guerrilla en activo desde 1964, que ya ha mostrado a Petro su intención de negociar. El ELN mantuvo conversaciones con los presidentes Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos sin alcanzar resultados positivos. Queda también por resolver el problema de los disidentes de las FARC que no se acogieron al plan de paz y se han convertido en bandoleros asociados con narcotraficantes y delincuentes comunes. Colombia sigue siendo el país que más cocaína produce en el mundo, según datos de la ONU. La minería ilegal, el contrabando y el tráfico de personas y especies animales son también actividades ilegales que producen grandes beneficios, con la inquietante presencia itinerante de gente de los cárteles mexicanos.
El voto de la derecha
“Solo con no ser Gustavo Petro ya se pueden ganar unas elecciones en Colombia”, había aventurado el diario El País pocos días antes de la votación definitiva. Efectivamente, Rodolfo Hernández, un émulo de Trump y Bolsonaro, ha pisado los talones a Petro desde su inesperada aparición en la primera vuelta de las presidenciales y se ha hecho con más de 10 millones de votos pese a ser un político poco conocido que, a priori, no contaba con el apoyo de ninguno de los grandes partidos. Este rico hombre de negocios inmobiliarios y exalcalde de Bucaramanga subió como la espuma en las encuestas en cuanto se dio a conocer, derribando al candidato favorito del establishment, Federico Fico Gutiérrez. Luego aglutinó los votos del antipetrismo, que incluyen toda la derecha.
La pobreza y la falta de oportunidades han sido la norma histórica y el origen de la violencia
Solo se ha cumplido el 25% de lo establecido en los acuerdos de paz firmados en 2016
Puede que Hernández no sepa hablar, que confunda a Hitler con Einstein (él dice que fue un lapsus), que es agresivo de palabra y de obra, que durante toda la campaña ha eludido debatir con Petro para que no se vieran sus carencias al tiempo que se exhibía en jolgorios diversos, y que tiene pendiente una causa con la Justicia por un asunto de corrupción. Pero todo eso no ha impedido que la derecha de toda vida le haya dado su voto, dando la impresión de que su presencia no era tan inocente e inesperada como él quería hacer creer. Bendecido por el Gobierno de Duque, hubo un intento de retrasar a agosto la segunda vuelta electoral para evitar la debacle de Fico Gutiérrez, y eso habría beneficiado al candidato conservador, pero el organismo que debía pronunciarse sobre el tema no lo permitió por considerarlo ilegal y se mantuvo el 19 de junio. Hernández, pese a todo, encajó la derrota con dignidad y elegancia, y ofreció su apoyo al ganador en la lucha contra la corrupción y el desarrollo de los acuerdos de paz.
"Un gobierno de la vida"
El triunfo del Pacto Histórico no ha sido mal recibido por el Gobierno de EE UU, personificado por su secretario de Estado, Antony Blinken, ni por la Unión Europea, con Josep Borrell como portavoz, una garantía mínima e indispensable para iniciar el nuevo rumbo de Colombia que Petro esbozó en su primera aparición pública tras el triunfo. Visiblemente emocionado y con aspecto cansado (“encopado”, según algunos detractores) afirmó ante sus seguidores que con los cambios económicos, políticos y sociales que se avecinan en el país no buscarán “venganza” ni “construir sobre el odio”, sino “construir esperanza”. Habló de “la política del amor” y de “iniciar un gobierno de la vida” que girará sobre tres ejes específicos: la paz, la justicia social y la justicia ambiental, y que pretende “desarrollar el capitalismo en Colombia”, “no porque lo adoremos”, precisó, “sino porque tenemos que superar la premodernidad y el feudalismo".
Perfil bajo
Francia Márquez recordó en el mismo acto a las personas fallecidas que durante décadas contribuyeron al éxito del Pacto Histórico: “Gracias por haber hecho el camino, gracias por haber sembrado la semilla de la resistencia". Después de 214 años, precisó, “logramos un gobierno del pueblo”, el gobierno “de la gente con manos callosas, el gobierno de las nadies y los nadies en Colombia".
Durante la campaña de la primera vuelta presidencial, Márquez estuvo muy expuesta a los medios de comunicación y al contacto con sus seguidores, pero en la segunda mantuvo un perfil bajo que ha dado lugar a numerosas especulaciones. Desde que se trataba de protegerla de las amenazas de muerte (hubo una muy seria en un mitin) hasta evitar que cometiera errores en sus manifestaciones públicas (sobre todo en economía) o disimular su faceta más radical en comparación con un Petro más moderado. Incluso se dijo que había problemas entre ellos.
Pero los hechos hablan por sí mismos. Petro se ha beneficiado del arrastre de votos generado por Márquez, una mujer negra de origen humilde y líder de luchas sociales y medioambientales. Con ella ha pescado en caladeros a los que jamás había llegado un político colombiano: sectores marginales y, sobre todo, mujeres que no se habían acercado a una urna en su vida. Como ha escrito el periodista colombiano Marco Schwartz, el 19 de junio “sucedió lo imposible, ahora viene lo difícil”.