Con Merkel III, Europa avanzará, pero al ralentí
Las nuevas necesidades financieras de Grecia y la Unión Bancaria, condicionada por Berlín, regresan a la agenda europea después de largos meses de inactividad.
GANADORA La candidata Angela Merkel en la noche electoral que le permitirá continuar como canciller y referente de la Unión Europea. FOTO:CDU
La tercera victoria de Angela Merkel en Alemania, con el descalabro de los liberales y los nacionalista que propugnaban la vuelta al marco, creará un escenario más favorable para el desarrollo del proyecto europeo. Tras el parón de la larga campaña electoral de varios meses, la agenda europea volverá a activarse. Pero los avances serán al estilo alemán, es decir, a cámara lenta especialmente en cuestiones de fondo como la solidaridad y las políticas de austeridad. Los asuntos más candentes sobre la mesa son el tercera rescate o quita en Grecia, la unión bancaria y el primer análisis de los presupuestos nacionales que se verificará en noviembre.
La crisis de Grecia, que se ha mantenido aparcada intencionadamente del debate por voluntad de Berlín durante los últimos meses, ocupará de nuevo un lugar relevante en la agenda del euro. Los dos rescates aprobados para el país heleno, consistentes en dos programas de préstamos de 110.000 millones de euros en 2010 y 130.000 millones en 2012, resultan insuficientes para allanar el camino que debe permitir a Grecia volver a financiarse en los mercados. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que Atenas precisará una nueva ayuda de unos 11.000 millones, que en medios alemanes elevan hasta 77.000 millones hasta 2020.
¿Hacia una quita?
Algunos analistas comunitarios estiman, no obstante, que toda la estrategia del tercer rescate no es más que una cortina de humo para ocultar la única solución posible que es aplicar una nueva quita a la deuda pública. El nivel de deuda pública de Grecia es actualmente del 170%, y tiene el compromiso de rebajarlo hasta 120% en 2020 y 110% en 2022, lo cual se aventura casi imponible. Ahora no se trataría de un recorte del valor de los bonos en manos de los inversores privados aplicado en el segundo rescate. Ahora los paganos serían las instituciones públicas, el FMI, el Banco Central Europeo (BCE) y los países de la zona euro. Se comprende que en plena campaña electoral alemana no se quisiera mentar la bicha de una quita, que se traduciría en una aportación del contribuyente alemán a la crisis del euro.
La segunda asignatura pendiente es avanzar en el proyecto de la Unión Bancaria, fundamental para despejar las dudas sobre la fragilidad de la banca europea. En la primera etapa, consistente en conceder poderes al BCE para supervisar los 130 principales europeos, ha recibido ya el respaldo del Parlamento Europeo. En la puesta en marcha del nuevo sistema de supervisión, el BCE está encontrando más dificultades de las previstas, según apuntan altas autoridades comunitarias. La entrada en vigor está prevista para otoño de 2014. La luz verde definitiva está en manos del Consejo de la Unión Europea, en el que Alemania tiene una influencia determinante.
Merkel no quiere ceder poder para transferir fondos a bancos
Una gran coalición puede favorecer la relación con Bruselas
En la Unión Bancaria, Berlín ya ha paralizado la propuesta de la Comisión Europea que había diseñado un modelo de Mecanismo Único de Resolución Bancaria que otorgaba el poder de decisión a Bruselas para decidir cuándo hay que intervenir un banco. Este Mecanismo prevé la creación de un fondo europeo para subsanar las pérdidas cuando hay que intervenir un banco. Berlín no quiere ceder esta competencia a Bruselas porque quiere tener la última palabra en cualquier asunto relacionado con la transferencia de fondos, es decir, la solidaridad. Las reticencias alemanas se extienden también a la creación de un fondo de garantía de depósitos europeo. Berlín prefiere una coordinación de los fondos existentes.
No podemos olvidar que el instrumento estrella de la solidaridad europea son los eurobonos, que permitirían a los Estados europeos financiar una parte de su deuda al mismo tipo de interés. Sobre este asunto Merkel ha sido reiteradamente categórica: “Mientras yo viva no habrá eurobonos”. La cerrada posición de la canciller está cargada de interés. Desde un punto de vista de financiación de la deuda, la crisis ha favorecido a Alemania, un país que ha visto como su factura de intereses ha disminuido a pesar de haber aumentado el volumen de su deuda en términos absolutos. Todo lo contrario de lo ocurrido en los países del sur.
La tercera cuestión relevante de la agenda europea será el análisis por parte del Eurogrupo de los presupuestos nacionales el próximo mes de noviembre. Es la primera vez que se realiza este ejercicio de supuesta coordinación presupuestaria y que algunos países interpretan como un sometimiento a Berlín la decisión sobre el grado de expansión de las economías. Una iniciativa que sin duda tendrá sus puntos de confrontación con los parlamentos nacionales, quienes son los que tienen formalmente la competencia democrática para aprobar las cuentas públicas. Aquí los temores derivan de la doctrina Merkel sobre la austeridad, que antepone el saneamiento de las cuentas públicas a la aplicación de políticas expansivas que promuevan la inversión pública y no estrangulen el consumo.
La derrota de los liberales y de los nacionalistas partidarios del abandono del euro y una alianza expresa o tácita con los socialdemócratas crearán un clima más favorable a las iniciativas europeas en el parlamento alemán y en las relaciones con Bruselas. Este nuevo escenario podría dar un nuevo impulso al impuesto sobre las transacciones financieras, que ha impulsado la Comisión Europea y ha contado con el decidido apoyo del Parlamento Europeo y de la canciller. Este impuesto además de aportar una recaudación significativa de entre 50.000 y 60.000 millones de euros anuales de los que un 10% serían obtenidos por España, tiene como objetivo desincentivar las operaciones especulativas, cuya rentabilidad para la economía es más que dudosa.