Covid-19 // El rechazo a las vacunas alimenta la pandemia
Dentro de la UE, los fallecidos en un país de muy baja vacunación como Rumanía multiplican casi por 50 los de España o Francia.
“Solo hay dos maneras de superar esto: enfermar o vacunarse”. Son palabras del presidente ruso, Vladímir Putin, que a estas alturas de la pandemia reúnen ya cierto consenso. A casi ningún experto se le ocurre hablar en estos momentos de que puede alcanzarse la inmunidad de grupo contra la covid-19 vacunando al 70% de la población. Pero el presidente ruso no las ha pronunciado tras sesudos cálculos sobre la interacción del virus y la sociedad, sino tras constatar que los contagios se han disparado porque los rusos se niegan a vacunarse.
Putin planteó esa disyuntiva el pasado 20 de octubre al anunciar un reforzamiento de las medidas de control de las infecciones, que incluían un nuevo cierre de las empresas durante al menos una semana. En esa fecha, Rusia registraba más contagios que en ningún otro momento de la pandemia (más de 30.000 diarios) y también más muertes (1.000 diarias). Y ambas curvas estaban en ascenso desde finales de septiembre. De los 146 millones de habitantes del país más grande del mundo, solo 45 millones (el 31%) había completado su inmunización. Rusia desarrolló en tiempo récord una de las mejores vacunas contra el nuevo virus, pero sus dirigentes no han sido capaces de convencer a una mayoría de ciudadanos de que vale la pena vacunarse. Una reciente encuesta muestra que casi la mitad de los rusos, el 45,6%, no tiene ningún interés en que le pinchen.
En EE UU, aunque las cifras de contagios y muertes mejoraron en octubre, siguen siendo altas, y la preocupación por lo que pueda pasar este invierno no disminuye. Anthony Fauci, máximo experto del país en enfermedades infecciosas, está insistiendo en que mantener la pendiente hacia abajo “depende de lo bien que lo hagamos para vacunar a más personas”. Porque si no se hace así, “hemos visto en el pasado que existe el peligro de un resurgimiento”. Unos datos difundidos por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades sostienen el planteamiento de Fauci: las personas con pauta completa de vacunación tienen, aproximadamente, 10 veces menos posibilidades de ser hospitalizadas y 11 veces menos de morir que los que no han recibido las dosis.
Tras la rapidez inicial, el ritmo de inmunización es muy lento en EE UU. A mediados de agosto se superó el 50% de personas plenamente vacunadas y dos meses después solo se ha llegado al 56%. Es un aumento muy escaso si se tiene en cuenta que entre tanto se ha decretado la vacunación obligatoria de todos los empleados públicos y se ha requerido a las empresas de más de 100 trabajadores que impongan también la obligatoriedad. Ambas iniciativas del Gobierno están generando fuertes enfrentamientos. De hecho, el 26% de la población adulta (un porcentaje notable, aunque sea menor que el de Rusia) asegura no estar dispuesta a recibir el pinchazo, una amplia mayoría de ellos votantes del Partido Republicano (grupo en el que sí se alcanza el altísimo porcentaje ruso).
Manifestación contra de la vacunacion obligatoria en Canadá. Fotografía: GoToVan
Portugal, en cabeza
Estudios recogidos por la publicación online Our World In Data, desarrollada en la Universidad de Oxford, muestran los porcentajes de rechazo a la vacuna contra la covid en una quincena de países. En España es bajo, del 12,69%, similar al de países asiáticos como Japón y Corea del Sur. En el otro extremo está EE UU, con el 26% ya citado, pero también Alemania, con el 24%. El rechazo es en torno al 20% en el Reino Unido, Francia, Holanda, Suecia y Noruega, mientras que los italianos y daneses que no están dispuestos a vacunarse son el 17%.
Lógicamente, ese rechazo a la jeringuilla expresado en encuestas se corresponde en los países europeos con los porcentajes reales de no vacunados, porque en este continente hace ya semanas que hay dosis para todo el que quiera. Así, mientras que en España los vacunados con pauta completa superan el 79%, en Alemania son algo más del 65% y en Reino Unido, del 66%. En Italia se ha superado el 70% y en Francia, el 67%.
El caso de Francia es impactante. Al comenzar el año el rechazo a la vacunación era mayúsculo, del 46%, y la campaña de inoculaciones lo reflejó en los primeros meses. Pero el 12 de julio, dos días antes de la fiesta nacional francesa, Emmanuel Macron anunció una medida arriesgada: obligar a los ciudadanos a presentar el certificado de vacunación para entrar en restaurantes y bares. El rechazo se desvaneció en una cuarta parte de la población y la curva de vacunaciones volvió a subir.
A 20 de octubre la media de vacunados con pauta completa en la Unión Europea era del 64%, pero las diferencias entre unos y otros países era enorme. En un extremo, Portugal se acercaba al 87% y España superaba el 79%. En el otro, Rumanía y Bulgaria ni siquiera habían alcanzado el 31% de sus vecinos rusos. A grandes trazos, los países del Este están por debajo de la media de vacunación, Alemania justo en medio y casi todo el resto, por encima.
En clara correspondencia, las diferencias sobre la acción del virus también eran enormes entre la Europa occidental y del norte y la oriental. La incidencia acumulada de contagios era de 85 casos en 14 días por cada 100.000 habitantes en Portugal y de 43 en España, mientras que en Bulgaria era casi de 500 y en Rumanía, casi de 1.000. La regla de que una baja vacunación se correlaciona de manera bastante proporcional con más infecciones era, con escasas excepciones, generalizable al conjunto de Europa.
Pero si la diferencia de contagios era grande, la de fallecimientos era enorme (ver mapa de la página anterior) porque en buena parte de la Europa oriental la baja vacunación comporta que no estén inmunizados porcentajes significativos de ancianos, el grupo que concentra la mayor parte de las muertes. Siguiendo con el ejemplo, en la semana que finalizó el 24 de octubre, los fallecidos en Rumanía a causa de la covid (más de 150 por millón de habitantes) multiplicaban casi por 50 los de España (3,38) o Francia (3,29).
Un caso que no se adapta bien a la correlación entre vacunaciones y muertes es el del Reino Unido, que con un nivel de inmunización similar al de Alemania registraba en la citada semana casi el triple de muertes: 14 por cada millón de habitantes frente a 5. La causa principal de la discrepancia es el prematuro levantamiento de las restricciones, incluido el uso de la mascarilla, que ha reducido parcialmente los efectos de la vacunación.
Desde el 19 de julio, el pomposamente denominado por Boris Johnson freedom day, los británicos pasaron a vivir (y siguen viviendo) como si no hubiera pandemia. Sorprendentemente, las primeras semanas posteriores al freedom day los contagios bajaron pero el espejismo duró poco y ahora el nivel de las infecciones es de los más altos del mundo aunque las muertes no hayan aumentado proporcionalmente gracias a las vacunas.
Problemas en África
Para entender mejor qué está pasando con la vacunación conviene repasar también lo que sucede donde los no vacunados no son solo los que rechazan los pinchazos, sino casi toda la población. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha informado de que el objetivo de lograr que todos los países hubieran inmunizado con pauta completa al menos al 10% de sus ciudadanos a 30 de septiembre ha fallado: 56 no lo han logrado, la mayor parte de ellos en África. En ese continente, la mitad de sus 52 naciones habían inmunizado plenamente solo al 2% o menos de la población. En Burundi y Eritrea ni siquiera habían empezado a inocular. En Asia, Corea del Norte, tampoco.
El virus tiene aún muchas oportunidades de mutar
Primer antiviral en pastillas eficaz contra la enfermedad
Al presentar los datos el 13 de octubre, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, insistió en la necesidad de que a 31 de diciembre esté vacunada el 40% de la población en todos los países. Para lograrlo volvió a pedir a los ricos que se olviden de poner terceras dosis a quienes no las necesiten realmente y ayuden a alcanzar el nuevo objetivo.
Para ver si este propósito del 40% es realista, vale la pena centrarse en algún caso concreto de país que apenas haya empezado a vacunar. Por ejemplo, la República Democrática del Congo, habitada por más de 90 millones de personas. De entrada, la pretensión de su Gobierno es mucho más modesta que la de la OMS: inmunizar al 25% de la población adulta a finales del año que viene (no de este) y al 45% cuando acabe 2023. Hasta ahora solo se han inoculado 140.000 dosis, 0,15 por cada 100 habitantes.
La primera tarea será convencer a la gente “de que la enfermedad existe”, cuenta a Bloomberg Jean-Jacques Muyembe, el científico responsable de la lucha contra la covid en el país africano. Después habrá que revertir la mala imagen que ha dado a las vacunas el Gobierno al rechazar en julio las donaciones del fármaco de Astra Zeneca. Luego habrá que repartir las dosis por un territorio de 2,3 millones de kilómetros cuadrados (cuatro veces España) dotado de infraestructuras deficientes, lo que complica y encarece la logística.
En los próximos meses, pues, los no vacunados seguirán siendo muchos centenares de millones y el virus tendrá muchas oportunidades de mutar en formas más agresivas y complicar la salida de la pandemia. De momento, el Reino Unido ha alertado sobre una nueva variante, la delta plus, que en la primera semana de octubre ya representaba casi el 6% de los virus de covid secuenciados en el país. Crece entre un 15% y un 20% más rápido que delta, aunque aún no se sabe si es por ser más contagiosa o porque burla mejor la protección de las vacunas. A 20 de octubre ya había sido detectada en 34 países, incluida España.
Avance notable
Para compensar, el mes de octubre también ha deparado una buena noticia: la presentación de un nuevo antiviral, el molnupiravir, que reduce a la mitad las posibilidades de enfermar gravemente si se administra en los primeros días posteriores al diagnóstico de la covid. Actúa induciendo múltiples mutaciones al virus hasta que la acumulación de errores acaba con él.
Se venderá en pastillas, lo que supone un notable avance sobre los fármacos actuales, que se administran en centros sanitarios por vía intravenosa. El tratamiento de cinco días costará 600 euros, un precio elevado aunque inferior a los competidores que ahora están en el mercado. La empresa que lo ha desarrollado, Merck, ha solicitado ya autorización a los organismos de control y, para evitar las críticas por el precio, está negociando con empresas de genéricos de India para que lo suministren a un centenar de países de renta baja o media baja.