Covid-19 // Este verano irá de vacunas
La pugna entre las inyecciones y los contagios provocados por las nuevas variantes determinará la evolución de la pandemia los próximos meses.
La reducción de los casos de covid a la semana de recibir la segunda dosis de la vacuna de Pfizer es del 94% y la reducción de casos graves, del 92%, según un estudio con 1,2 millones de personas (600.000 vacunados y otros tantos sin vacunar) dado a conocer el 14 de febrero en Israel, casi dos meses después del inicio de la vacunación masiva en ese país. Un estudio distinto publicado en The Lancet establece que con una sola dosis la protección es del 85% si se considera solo a los enfermos con síntomas y del 75% si se incluye a los asintomáticos.
Estos datos son importantes porque corroboran los buenos resultados de los ensayos, efectuados con grupos más pequeños de población. Israel es el escenario de una especie de fase cuatro de los ensayos de la vacuna de Pfizer y BioNTech en el que el Gobierno ha puesto a los nueve millones de personas que habitan el país, la capacidad de un sistema sanitario de primer nivel, buenos centros de investigación y músculo logístico para vacunar a toda velocidad a cambio de que las empresas fabricantes de las vacunas le garanticen las dosis necesarias para inocular a toda la población.
¿Pócima milagrosa?
Después de ser uno de los que peor ha gestionado la pandemia, el Gobierno de Israel se aferra a la vacunación acelerada para levantar cabeza y afrontar las elecciones del 23 de marzo. Incluso con la campaña de inyecciones ya iniciada, tuvo que decretar a principios de enero un tercer confinamiento ante el aumento acelerado de casos, en parte propiciado por la expansión de la variante de virus inicialmente detectada en Inglaterra, más contagiosa. A mediados del mes de febrero, con un tercio de la población vacunada con las dos dosis, la incidencia del virus en Israel duplicaba la de España (que no es precisamente un ejemplo de gestión) y sextuplicaba la de Alemania. Estos datos muestran que las vacunas no son una pócima milagrosa: van a ayudar a contener la epidemia, pero necesitarán tiempo.
La otra vacunación de éxito, la del Reino Unido, también ha sido fruto de la desesperación. La gestión británica de la pandemia ha sido de las peores de Europa, un continente que no ha destacado, en general, por su eficacia. Cuando el 9 de diciembre empezaron las inyecciones la situación era mala, y cuando empezó el año 2021 era desesperada, con 400.000 contagios semanales y más del 1% de la población activamente infectada. Durante el primer mes del año fallecieron 1.000 británicos enfermos de covid cada día.
Con el suministro asegurado y una buena organización, a mediados de febrero había recibido la primera dosis de la vacuna una cuarta parte de la población. La estrategia británica está siendo esperar hasta 12 semanas para inyectar la segunda dosis con el objetivo de llegar cuanto antes al máximo de personas, aunque la protección sea menor. La rapidez del despliegue y el hecho de basar la campaña en la vacuna desarrollada por la Universidad de Oxford ha permitido al primer ministro, Boris Johnson, alentar el patriotismo británico, algo muy oportuno en plena crisis y recién estrenado el brexit.
Errores de la UE
Precisamente la vacuna de Oxford generó un serio conflicto con la Unión Europea a finales de enero, cuando AstraZeneca, la empresa, que estaba cumpliendo escrupulosamente con sus compromisos con el Reino Unido, anunció un drástico recorte de las vacunas comprometidas con la Unión. Al final, el conflicto puso de manifiesto que la Comisión Europea había garantizado la cohesión entre países al efectuar una compra conjunta de dosis, pero había descuidado detalles importantes del proceso de fabricación de los fármacos. La UE había exigido en sus contratos con las empresas que las vacunas se fabricasen en territorio de la Unión, pero apenas supervisó cómo iban a hacerlo.
En una entrevista concedida a varios medios europeos, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, admitió: “hemos subestimado las complicaciones de fabricación”. Los suministros básicos para las distintas vacunas son más o menos los mismos y no es posible aumentar la producción final si no se incrementa la de los componentes. “Cada vacuna”, contó Von der Leyen, “necesita de media 400 componentes” y garantizarlos “podría haberse hecho con antelación”. En resumen: “El hecho de que la ciencia haya avanzado a la industria es bueno, pero todos hemos aprendido que la producción en masa y la aceleración es una tarea enorme para la que tenemos que estar mejor preparados de cara al futuro”.
Para forzar su fabricación si escasean y garantizar que los componentes se destinan a vacunas contra la covid y no a otros fines, las administraciones de Estados Unidos, tanto la anterior republicana como la actual demócrata, han podido echar mano de una norma de tiempos de guerra, la Defense Production Act, cuyo equivalente no existe en la normativa común europea. Aquí los mecanismos de persuasión han de ser otros.
“Hemos subestimado las complicaciones de fabricación [de las vacunas]” Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea |
El movimiento europeo más importante para aumentar el suministro de vacunas lo ha dado BioNTech con la compra a la suiza Novartis de su planta de Marburgo (Alemania). Una vez remodelada, se prevé que a partir de abril comience a producir las hebras de ARN, el componente esencial de su vacuna, hasta ahora elaborado básicamente en las plantas estadounidenses de Pfizer. La previsión de ambas empresas es poner en el mercado 250 millones de vacunas más cada trimestre, lo que eleva los cálculos de fabricación para este año de 1.200 a 2.000 millones de dosis. Para ayudar en esa fabricación, la francesa Sanofi y la suiza Novartis han puesto a disposición de BioNTech algunas de sus instalaciones.
También es relevante que la gran empresa renana Bayer haya llegado a un acuerdo con CureVac para fabricar por primera vez vacunas. La pequeña biotecnológica alemana CureVac está desarrollando otro inyectable de ARN que se encuenta en la fase III de ensayos en humanos. También la angloamericana GSK ha llegado a un acuerdo para fabricar ese inyectable. Ambas empresas están, además, unidas en un proyecto para desarrollar una vacuna capaz de actuar contra las diferentes variantes del virus, un importante reto de futuro.
Más dosis
El previsto aumento de producción de BioNTech ha permitido a la Comisión Europea comprar otros 200 millones de dosis de su vacuna para este año y 100 para el próximo. También ha cerrado en febrero otra compra de 300 millones de dosis (150 para 2021) con Moderna, el otro inyectable de ARN ya autorizado. Estos 600 millones de dosis se suman a las casi 2.000 millones compradas por adelantado en 2020 a seis empresas (véase gráfico), lo que ofrece bastantes garantías de que la Unión Europea podrá alcanzar el objetivo de tener inmunizada al 70% de su población adulta cuando acabe el verano.
Las vacunas no evitarán por sí solas que los hospitales se colapsen en los próximos meses
El peligro de infección por las nuevas variantes del coronavirus va a continuar
Dado que las campañas de vacunación en Europa han empezado con lentitud (las dosis inyectadas suponían entre el 5% y el 8% de la población, según los países, la tercera semana de febrero), el esfuerzo se tendrá que concentrar en el segundo y tercer trimestre del año. En España se han inoculado unos tres millones de dosis en las primeras ocho semanas de campaña, lo que obligará muy pronto a inyectar hasta dos millones de dosis semanales (300.000 diarias) para lograr el objetivo. En el conjunto de la UE serán 20 millones semanales (3 millones diarias). Toda la primavera y todo el verano van a estar centrados en la gran campaña de vacunación.
Al haber comenzado la inmunización en las residencias de ancianos y entre las franjas de población de mayor edad, la consecuencia más inmediata de la campaña será una reducción de la mortalidad por coronavirus. Hasta dos tercios de los fallecidos en España tienen 80 años o más. Esto restará pronto dramatismo a la pandemia, pero las vacunas por sí mismas no van a eliminar el peligro de que los contagios colapsen los hospitales durante los próximos meses.
3 millones de vacunas diarias ha de inyectar la UE para inmunizar al 70% de la población antes de que termine el verano
2.565 millones de dosis de seis vacunas diferentes ha comprado ya Bruselas
La situación en este final de invierno es delicada. Entre mediados de enero y mediados de febrero los contagios han ido a la baja con rapidez tanto en España como en Europa, lo que está propiciando las lógicas presiones de los sectores perjudicados por los cierres para suavizar las medidas restrictivas y permitir una mayor movilidad. Sin embargo, tres circunstancias convergen para desaconsejar una desescalada demasiado rápida: la incidencia de la enfermedad sigue siendo muy alta, la expansión de variantes más contagiosas del virus son una amenaza permanente y los hospitales (sobre todo las UCI) están llenos, muy por encima de cuando empezó la tercera ola, que aún no ha acabado de remitir.
Edulcorar el futuro
Los próximos meses van a ser una pugna entre dos vectores: por una parte, la vacunación empujará hacia el final de la pandemia; por la contraria, las variantes más contagiosas impulsarán la enfermedad. Especialmente preocupantes son las variantes inicialmente detectadas en Suráfrica y Brasil, que no solo se expanden más deprisa, sino que infectan también a personas que ya han pasado la enfermedad. Contra ellas las vacunas tienen una menor efectividad, según los primeros estudios. Esta circunstancia hace que el objetivo de alcanzar la inmunidad de grupo mediante la vacunación del 70% de la población deje de ser una garantía de acabar con la epidemia: el peligro de infección por nuevas variantes continuará mientras no haya nuevas vacunas (o modificaciones de las actuales) que sean eficaces contra las versiones emergentes del virus.
Llegada del primer lote de la vacuna de Moderna a Bulgaria. Foto: EC - Audiovisual Service |
Al hablar del futuro que nos espera, los responsables políticos tienen una irresistible tendencia a edulcorarlo. Por eso vale la pena recoger su opinión cuando a alguno de ellos le da un ataque de sinceridad. Es el caso de Yuli Edelstein, ministro de Salud de Israel, que, a pesar de ser el que más ha avanzado en la vacunación en todo el mundo decía esto en La Vanguardia el 15 de febrero: “Tenemos que acostumbrarnos a la idea de que vamos a tener que vivir con la covid por lo menos durante los próximos dos años. Esto no significa que tengamos que ir de confinamiento en confinamiento. No significa que tengamos que estar en casa todo el tiempo. Pero durante los próximos meses la vida seguirá siendo muy diferente de la que conocíamos. Tener a 100.000 personas bailando en un concierto de rock en un estadio es algo que creo que tardaremos bastante tiempo en volver a ver”.