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Covid-19 // La vacunación se hará larga

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Abril 2021 / 90

El tránsito hacia una normalidad digna de ese nombre será difícil, aunque el certificado verde digital o los test rápidos puedan aliviar el camino.

El impacto de la vacunación en las residencias españolas de mayores ha sido espectacular. De 768 residentes fallecidos de covid-19 en la última semana de enero se pasó a 21 en la segunda de marzo, según cifras facilitadas por el Imserso. La caída de los contagios fue aún mayor: de 4.480 infecciones la tercera semana de enero se pasó a 85 la segunda de marzo. La calidad de vida los ancianos internados ha mejorado sustancialmente y los familiares ya pueden visitarlos con asiduidad, aunque continúen las medidas básicas de seguridad.

Con la vacunación en curso de la población de más de 80 años el impacto en el número de fallecimientos totales pronto será evidente. El grupo de Biología Computacional y Sistemas Complejos (Biocomsc) de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) ha calculado que una vez completada la vacunación de los más mayores la mortalidad por covid-19 se reducirá al 40%, lo que significa que se habrán evitado 60 muertes de cada 100, un dato extraordinario.

Si viene la cuarta ola las ucis pueden volver a colapsarse

Pero así como la mayor parte de los fallecimientos son de personas de más de 80, no sucede lo mismo con las hospitalizaciones y los ingresos en las ucis. Los más mayores solo suponen el 5,7% de los ingresados en cuidados intensivos, mientras que las personas de edades comprendidas entre 60 y 80 años son casi el 60% del total. Eso significa, según los cálculos de Biocomsc, que la ocupación de las unidades de críticos no caerá por debajo de la mitad (para una determinada incidencia de la pandemia) hasta que se complete la vacunación de las personas con 60 años o más (véase gráfico). “Si viene una cuarta ola y no se ha vacunado aún a los grupos de edad de 60 a 80 años, las ucis volverán a encontrarse en una situación muy complicada”, advirtió en La Vanguardia Clara Prats, que dirige la investigación sobre la covid en el grupo de Biocomsc.

Prueba de fuego

Durante esta primavera de 2021, controlar la pandemia y evitar el colapso de los sistemas sanitarios sigue dependiendo básicamente de las medidas clásicas: mascarilla, distancia entre personas, evitar reuniones largas, evitar aglomeraciones, evitar interiores mal ventilados, reducir la movilidad. A las que se han de sumar las obligaciones de las autoridades sanitarias: detección de contagios, rastreo de nuevos casos y control del necesario aislamiento de los infectados y sus contactos. Las vacunas todavía tardarán un tiempo en permitir una reducción importante de las medidas de prevención.

Cuando el 9 de mayo finalice en España el estado de alarma que da cobertura al toque de queda y a las restricciones de movilidad más severas los aproximadamente 12 millones de españoles mayores de 60 años aún no estarán inmunizados, salvo que el ritmo de vacunación se dispare. El colapso hospitalario, por tanto, seguirá siendo posible aunque las probabilidades de que se produzca se vayan reduciendo paulatinamente. La prueba de fuego para llegar a mayo con la epidemia controlada se pasará en Semana Santa. La fase de descenso de la tercera ola se ha agotado y de lo que suceda en esos días de vacaciones dependerá la potencia de la cuarta ola.

Vacunación en Costa de Marfil. Fotografía: Gaël Gellé

Mantener las medidas restrictivas que sean necesarias mientras se desarrolla la campaña de vacunación es inevitable. Volcarse en las vacunas y olvidarse del resto acarrea consecuencias que pueden ser muy negativas. El ejemplo más evidente de ello se da en Hungría. Se concentró en vacunar y sumó a los inyectables que compra por la vía de la Unión Europea otros suministrados por Rusia y China, con lo que logró que a mitad de marzo el 15% de su población hubiera recibido al menos una dosis, mientras que en el conjunto de la UE eran poco más del 8%. Sin embargo, el descuido en las medidas de control hizo que la incidencia de contagios fuera en ese momento altísima (casi 1.000 casos por 100.000 habitantes en 14 días) y creciera a gran velocidad.

Reactivar el turismo

De cara al verano, en la perspectiva de que cuando comience el calor pueda estar vacunada el 40% o 50% de la población, la Comisión Europea ha puesto en marcha el certificado verde digital, una especie de salvoconducto que permitirá viajar sin más trabas por toda la Unión. El documento, en formato digital o en papel, probará que su portador está inmunizado, ya sea mediante una vacuna o porque ha pasado la enfermedad, o está libre del virus porque ha dado negativo en un test de covid efectuado en las últimas horas. Con este pasaporte se pretende facilitar las vacaciones de verano a los ciudadanos y, de paso, reactivar el sector turístico, muy dañado tras más de un año de pandemia.

Mantener las medidas restrictivas  durante la campaña de vacunación es inevitable

Los test de antígenos pueden facilitar los viajes y la vida cultural

La idea de un pasaporte de vacunación ha sido fuertemente criticada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) por considerarla discriminatoria, al otorgar un doble beneficio a los vacunados: el de la inmunización en sí y el de poder viajar. El certificado impulsado por la Comisión trata de superar esa crítica al incluir la posibilidad de que los no vacunados demuestren que no son agentes contagiosos mediante un test reciente.

Otra crítica que ha recibido el pasaporte es que todavía se desconoce hasta qué punto los vacunados pueden seguir siendo transmisores. Aunque se carece aún de datos concluyentes, los indicios apuntan a que esa probabilidad es baja. Sobre las posibilidades de reinfección de alguien que ha pasado la enfermedad, la revista médica The Lancet publicó el 17 de marzo una investigación efectuada en Dinamarca que concluye que haber superado la covid reduce el riesgo de contagio el 80% entre la población adulta en general, por lo menos durante seis meses.

Con los datos disponibles hasta ahora, ni estar vacunado ni haber pasado la enfermedad ni haber superado un test PCR o de antígenos dan patente de corso para actuar como si la pandemia no existiera. El certificado verde digital facilitará viajar y hacer turismo, pero las normas básicas de prevención habrá que seguir cumpliéndolas durante las vacaciones. Es una importante capa de seguridad pero no puede ser la única.

La utilidad de los test

Los test de antígenos, que permiten conocer sus resultados casi de inmediato, no solo son útiles para facilitar los viajes, sino que pueden ser un elemento importante para la reactivación de la actividad cultural. Tras algunos ensayos a pequeña escala, al cierre de esta revista se preveía para el 27 de marzo un acto masivo en el Palau Sant Jordi de Barcelona: 5.000 personas tenían entradas para asistir a un concierto del grupo Love of Lesbian. ¿La clave para la celebración de un concierto sin distancia de seguridad? La realización de tests rápidos de antígenos a todos los asistentes el mismo día del acto, en tres puntos concretos de la ciudad y con cita previa para evitar aglomeraciones.

Para superar cuanto antes la compleja etapa en que la sociedad estará dividida entre vacunados y no vacunados, los gobiernos de los países ricos están acelerando el ritmo de vacunación para llegar cuanto antes a la inmunidad de grupo. Los más pobres, mientras tanto, empiezan a obtener los primeros inyectables que proporciona Covax (la plataforma que impulsa la OMS) a la espera de que llegue el grueso de las vacunas cuando los poderosos hayan acabado con sus respectivas campañas. El contraste es espectacular. Mientras que Estados Unidos había administrado más de 100 millones de dosis a mediados del mes de marzo, más de 30 países africanos aún no habían inyectado ninguna.

El proceso mundial de vacunación se desarrolla bajo pautas de máxima competencia, cuando los criterios de colaboración serían a la larga los más eficaces, según la mayoría de instituciones internacionales. En este aspecto, la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca en sustitución de Donald Trump ha supuesto un cambio importante, pero no ha sido ni mucho menos radical. Del “primero América” y luego nadie de Trump, ejemplificado por la salida de la OMS, se ha pasado al “primero América” y cuando acabemos, los demás, de Biden. “Vamos a empezar asegurándonos de que se cuide a los americanos primero, pero luego intentaremos ayudar al resto del mundo”, dijo el nuevo presidente el 10 de marzo. Esta es una posición en la que coincide la Unión Europea y que China y Rusia están aprovechando para ampliar su influencia en muchos países.

Malas decisiones políticas

El “América primero” llega al extremo de que se han acumulado en almacenes estadounidenses durante semanas decenas de millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca, aún no autorizada en EE UU. Tras fuertes presiones, Washington no se planteó la exportación de algunas de esas dosis que no le sirven hasta el 18 de marzo: 2,5 millones a México y 1,5 a Canadá, sus vecinos. 

Una mujer espera para hacerse una prueba de antígenos 
en Bruselas. Fotografía: Comisión Europea

Tanto la Administracón de Trump como la de Biden han aplicado una norma que data de la guerra de Corea, la Defense Production Act, para obligar a empresas privadas a suministrar componentes a los fabricantes de vacunas y para controlar la producción final. Moderna, por ejemplo, ha reconocido que todas las dosis de su vacuna que se fabrican en EE UU se quedan en el país. Por su parte, el gigante indio de las vacunas, Serum, ha criticado a Washington por interferir en el suministro de componentes necesarios para sus inyectables y ha justificado así el retraso en su propio suministro de vacunas a Covax.

En un artículo publicado en Financial Times con motivo del primer año de pandemia, el historiador israelí Yuval Noah Harari hace esta reflexión: “Las epidemias ya no son fuerzas incontrolables de la naturaleza. La ciencia las ha convertido en un reto manejable. Entonces, ¿por qué hemos visto tantas muertes y tanto sufrimiento? Por las malas decisiones políticas”. Más adelante explica ese contraste entre ciencia y política. “Una de las razones de la diferencia entre el éxito científico y el fracaso político es que los científicos han cooperado a escala mundial, mientras que los políticos han tendido a pelear entre sí”. Los políticos en representación de los Estados, cabría añadir.