Covid-19 // Las vacunas abundan más que la solidaridad
Inmunizar a la mayor parte de la humanidad este año no es una utopía, pero la lógica del poder lo pone difícil.
La pandemia de covid ha aportado en abril dos cifras contradictorias. Una es esperanzadora: ya se han inyectado más de 1.000 millones de dosis de vacunas en todo el mundo. La otra deja claro que la pesadilla continúa: se han alcanzado los tres millones de muertos apenas un trimestre después de que se llegara a los dos millones, lo que muestra que la pandemia arrecia globalmente a pesar de que los sanitarios de los países más ricos están vacunando a toda velocidad.
Superar los 1.000 millones de dosis apenas cuatro meses después de que comenzaran las primeras campañas de vacunación es un hecho extraordinario, pero superar esa barrera quedaría en un hito menor si realmente se cumplieran las previsiones de los fabricantes y al final de este mismo año hubiera dosis suficientes para inmunizar a más de las tres cuartas partes de la población mundial.
Según el recuento que está haciendo la Universidad Duke, de Carolina del Norte (EE UU), “más de 12.000 millones de dosis podrían producirse este año”. Cautamente, el texto precisa que se trata de la suma de las proyecciones de los fabricantes y “puede incluir asunciones optimistas”. Una proyección efectuada a principios de marzo por la empresa de análisis Airfinity ya preveía una producción de 9.500 millones, una cifra inferior pero no demasiado alejada, lo que refuerza la idea de que fabricar las dosis suficientes para vacunar a entre el 70% y el 80% de los 7.800 millones de seres humanos entra dentro de lo posible.
Los obstáculos, desde luego, son muchos. Son productos en cuya elaboración intervienen más de 200 componentes, algunos de los cuales fabricados en muy pocas plantas de producción y que pueden sufrir innumerables percances. Drew Weissman, uno de los padres de la tecnología del ARN mensajero que ha dado lugar a las vacunas de BioNTech/Pfizer y Moderna, ha contado en la revista Nature que ambas empresas iniciaron ya en febrero del año pasado los preparativos para la fabricación masiva, pero carecían de capacidad para influir en el aumento de producción de sus componentes. “Quizás los gobiernos podrían haber usado su autoridad para hacer que las empresas químicas produjeran más materias primas, pero eso era mucho pedir cuando el fármaco ni siquiera había sido aprobado", agregó.
Con una tecnología tan vanguardista como la del ARN mensajero, los suministradores de componentes esenciales son todavía escasos, y los que hay “no tienen prisa por licenciar sus patentes”, precisa el mismo reportaje de Nature. A ello se une la escasez de técnicos especializados a pesar de que el proceso de fabricación es relativamente más sencillo que el otras vacunas más tradicionales.
Problemas de fabricación
La fabricación de los inmunógenos más tradicionales tampoco está resultando un camino de rosas. Veamos las vacunas basadas en un vector viral. AstraZeneca ha tenido serios problemas de fabricación, que le han llevado a inclumplir de manera flagrante sus compromisos con la Unión Europea. Johnson & Johnson, por su parte, ha sufrido un gran percance: tuvo que desechar 15 millones de dosis fabricadas por Emergent Biosolutions en su instalación de Baltimore. Dicha empresa, que también fabricaba la vacuna de Oxford y AstraZeneca, mezcló componentes de ambas y arruinó la producción.
El organismo de control farmacéutico en EE UU, la FDA, investigó el fiasco y halló “una serie de problemas de calidad alarmantes en toda la instalación”. El informe añadía: “La empresa no ha capacitado adecuadamente al personal involucrado en operaciones de fabricación, muestreo de control de calidad, pesaje y dispensación y operaciones de ingeniería para prevenir la contaminación cruzada de sustancias farmacéuticas”. Este ha sido de momento el mayor incidente provocado por las prisas que comporta tener cuanto antes miles de millones de dosis.
Menor efectividad
Entre las vacunas basadas en virus inactivados, las terceras en el mercado, no han trascendido problemas graves de fabricación, pero casi todas se están fabricando en China, que no es un modelo de transparencia. En todo caso, el gran problema de este tipo de vacunas está siendo su menor efectividad. Ensayos clínicos efectuados en Brasil con la vacuna desarrollada por Sinovac situaron su efectividad muy poco por encima del 50%, y sobre las creadas por Sinopharm no se han difundido datos contrastados por terceros. En este contexto causó un gran impacto que Gao Fu, el máximo dirigente del organismo chino de control de las enfermedades, manifestara públicamente que podría ser necesario administrar las vacunas en dosis mayores o usarlas junto con otras. Los distribuidores en los Emiratos Árabes Unidos de Sinopharm ofrecen a algunas personas una tercera inyección tras constatar que dos no producían suficientes anticuerpos.
La escasez de algunos elementos frena el ritmo de producción
La crisis ha agudizado la pulsión nacionalista en todo el mundo
El pulso desarrollado entre China y EE UU a costa de la pandemia está experimentando un giro con las vacunas. El gigante asiático fracasó inicialmente al no poder contener los primeros focos del nuevo coronavirus y permitir que saltara al resto del mundo. Pero inmediatamente después mostró su capacidad de erradicar la epidemia dentro de sus fronteras y de proveer al resto del mundo de abundante material sanitario mientras Occidente (y sobre todo EE UU) era incapaz de contener al virus.
La superioridad china se mantuvo hasta que las vacunas se han convertido en el factor fundamental de superación de la pandemia. Pekín optó en 2020 por asegurar el tiro y recurrir al método tradicional de virus inactivados, que ha dado peores resultados que el uso de vectores virales y, sobre todo, que la revolucionaria tecnología del ARN mensajero. El fuerte impulso de la producción y los espectaculares resultados de esas nuevas vacunas han situado a los países occidentales en la perspectiva de una recuperación económica rápida.
Influencia política
A partir de marzo, China dejó de poner el acento en regar el mundo con sus vacunas e incrementar su influencia política para centrarse en vacunar masivamente a su inmensa población. Inmunizar pausadamente (gracias al control estricto de la epidemia en todo el territorio chino) ha dejado de ser una opción ante la perspectiva de que los adversarios acaben saliendo de la crisis de manera más sólida gracias a las vacunas. Las autoridades sanitarias han anunciado que su objetivo es alcanzar en junio una inmunización del 40%, nada menos que 576 millones de personas.
La crisis del coronavirus ha intensificado la pulsión nacionalista y ha afectado a un principio tan sacralizado durante décadas como el libre comercio. El caso más extraordinario lo protagoniza EE UU, que no solo se queda todas las vacunas que se manufacturan en su territorio, sino que está reteniendo numerosos componentes fundamentales para la fabricación en otros países. Joe Biden, al igual que Donald Trump, ha invocado una norma de la guerra de Corea, la Defense Production Act, que ayuda a los fabricantes estadounidenses a garantizarse los componentes necesarios, pero que dificulta a los suministradores sus ventas en el exterior. Deben solicitar permiso antes de exportar esos bienes, lo que supone tiempo y papeleo. Y la Administración puede prohibir la exportación si considera que son necesarios en el mercado interior.
El auge del virus en India dificulta la exportación de vacunas
Habrá dosis para todos, pero hay países que no podrán pagarlas
Adar Poonawalla, propietario de Serum, la gran empresa india de vacunas, dirigió personalmente un tuit a Biden el 16 de abril en el que le rogaba que levantara el embargo de las exportaciones de materias primas para evitar que se vea afectada en unas pocas semanas la producción de sus fábricas: 160 millones de dosis al mes. India ha sido este abril el principal motor de la pandemia con más de un tercio de los contagios de todo el mundo, lo que ha llevado a su Gobierno a acelerar la vacunación y a restringir las exportaciones, lo que está dificultando aún más la inmunización en los países más pobres.
Acción conjunta
Todos los grandes países fabricantes (EE UU, la Unión Europea, China e India) están anteponiendo sus propias vacunaciones a cualquier otra consideración. En consecuencia, está muy claro que la mayor parte del resto de la humanidad no tendrá dosis suficientes hasta el segundo semestre del año. Para entonces, si las previsiones se mantienen habrá inyectables para miles de millones de humanos, pero muchos de ellos no tienen dinero para comprarlos. De los casi 9.000 millones de dosis encargadas a los fabricantes, apenas dos mil millones lo han sido por países de bajos ingresos o por Covax, la plataforma creada por la OMS para suministrarles vacunas.
El último primer ministro laborista del Reino Unido, Gordon Brown, publicó el 12 de abril un artículo en The Guardian en el que subrayaba: “la barrera más grande que tenemos por delante no será la escasez de vacunas, sino la escasez de dinero para pagarlas” e instaba al G7, el club de los ricos (EE UU, Canadá, Japón, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y la Unión Europea), a aprovechar su cumbre de junio y comprometerse a desembolsar 30.000 millones de dólares cada año hasta que se supere definitivamente la pandemia.
Brown, ministro de Hacienda de éxito en la etapa de Tony Blair, considera ineficaz que cada país haga “diplomacia del pinchacito” regalando las vacunas sobrantes a los amigos y aboga por una acción conjunta: “El G7 debe liderar una movilización hercúlea para reunir la probada capacidad de las empresas farmacéuticas y logísticas globales, a los militares de las naciones y a los trabajadores sanitarios locales”. Y argumenta: “Los fondos necesarios son una fracción de los billones de dólares que la covid nos está costando. Es menos del 2% del plan de rescate de 1,9 billones de Biden. De hecho, sería beneficioso para Estados Unidos y Europa suscribir los primeros 30.000 millones de dólares no como un acto de caridad, sino como un autoseguro para proteger los intereses nacionales”.