Covid-19 // Llega la hora de la diplomacia de las vacunas
EE UU pasa de acaparar dosis a presentarse como el gran suministrador del mundo, mientras que China expande sus ventas por todos los continentes.
La covid-19 ha causado ya 10 millones de muertes. Los fallecidos oficialmente registrados desde que empezó la pandemia son algo menos de 3,5 millones en todo el mundo, pero un instituto de la Universidad de Washington ha hecho un estudio basado en el exceso de fallecimientos país por país, ha generado un modelo para las áreas en que faltan datos y ha estimado que a 13 de mayo los muertos por covid eran realmente 10,4 millones, el triple de la cifra oficial. Paralelamente, otro modelo desarrollado por The Economist establece que los fallecidos se sitúan entre los 7,1 y los 12,7 millones, con una estimación central de 10,2 millones. Coinciden.
Pero si la cifra de 7 millones de muertes añadidas es de por sí importante para entender los estragos de la pandemia, lo es aún más cómo se distribuye ese aumento. En los países ricos el número de muertes reales nunca llega a duplicar a las registradas oficialmente, mientras que en otras latitudes se multiplican por 3, por 4 o incluso por más de 10 (véase cuadro).
Llama la atención que en un país del nivel tecnológico de Rusia la cifra real estimada de fallecidos (más de 600.000) multiplique por más de cinco el múmero oficialmente reconocido. También es llamativo que el exceso de mortalidad estimado en México (más de 620.000) casi triplique la cifra oficial. Pero donde la infracomunicación de los fallecimientos es mayor es en África y Asia, sobre todo en los países pobres de ambos continentes. Los más desfavorecidos son los que han puesto la mayoría de esos 7 millones de muertos que no constan en ninguna parte.
Cifras reales
Las cifras reales estimadas por la Universidad de Washington para Egipto (más de 175.000) y Suráfrica (más de 160.000) superaban en cada uno de esos países el total de fallecidos comunicados oficialmente en todo el continente a mediados de mayo (125.000). The Economist calcula que la cifra real para toda África se sitúa entre 800.000 y 1,6 millones de muertos a lo largo de la pandemia, lo que significa que en el mejor de los casos se ha contabilizado un fallecido de cada seis y en el peor, uno de cada 12.
Nuevos estudios cifran en más de 10 millones los muertos en el mundo
Es preciso que el ritmo de vacunación en Europa y EE UU se generalice
La infracomunicación de casos es menor en Asia, pero no por eso deja de ser alta en países importantes, entre los que destaca India. La estimación de la Universidad de Washington eleva a más de 730.000 los fallecidos en ese país, casi el triple de los oficialmente comunicados. La situación en India es alarmante porque la mitad de los fallecimientos se ha producido en poco más de un mes. El 18 de mayo batió un récord al comunicar 4.525 muertes en un solo día, una cifra que, sin embargo, palidece ante el cálculo de The Economist, que estima en 20.000 los fallecidos cada día en esas fechas.
Globalmente, la pandemia empezaba a remitir en los últimos días de mayo en India pese a que las cifras de contagios y muertes (4 de cada 10 de las que se producían en todo el mundo) eran altísimas, crecía en el conjunto de América Latina (de manera acelerada en Argentina y Uruguay), se desconocía qué pasaba realmente en la mayor parte de África e iba claramente a la baja en Estados Unidos y la Unión Europea.
China acelera
El retroceso acelerado de la epidemia en Europa y América del Norte es consecuencia directa de la rápida vacunación que se está llevando a cabo y que permitirá inmunizar a más del 70% de la población en la mayoría de sus países el próximo verano. En ambos continentes se han superado los 300 millones de inoculaciones a mediados de mayo. Contrastan con esa cifra los escasos 26 millones de inyecciones puestas en África. Con todo, el país que lleva ahora un ritmo de vacunación más rápido es China, donde se preveía superar ampliamente los 500 millones de inoculaciones a finales de mayo.
Gracias al impulso chino se pasó en las tres semanas comprendidas entre el 24 de abril y el 17 de mayo de 1.000 millones a 1.500 millones de inoculaciones en todo el mundo. Es un ritmo extraordinario que, de mantenerse, supondría que a final de 2021 se habrían inyectado 7.000 millones de dosis, casi una por cada habitante del planeta. Y el ritmo puede crecer porque la autorización de al menos otras dos vacunas se prevé para las próximas semanas.
Para evitar que brotes virulentos como el que ha sacudido India puedan reproducirse en países hasta ahora poco afectados por la pandemia, la alta velocidad de vacunación de los países privilegiados se debería transferir a los menos afortunados. Si no sucede así, lo previsible es que la pandemia evolucione en forma de K: bajará con claridad en una parte del mundo y subirá en la otra.
Aunque las estimaciones varíen según la fuente, es razonable considerar que en lo que queda de año se producirá de media algo más de 1.000 millones de dosis cada mes, suficientes para no dejar a ningún país demasiado atrás si, una vez inmunizado el 70% de los habitantes de las áreas donde se producen las vacunas, se introduce un mínimo de racionalidad en la distribución y los países ricos no caen en la tentación de acaparar dosis por si es necesario revacunar.
Para ver qué perspectivas hay vale la pena repasar la situación en las cuatro áeas donde se ubica el grueso de la fabricación: India, China, Europa y EE UU.
India. El Instituto Serum, el encargado de producir buena parte de los inyectables para los países de rentas bajas, exportó casi 70 milones de dosis hasta que el Gobierno de Nueva Delhi suspendió las ventas al exterior ante el agravamiento de la epidemia en el país. Luego Serum precisó que hasta final de año no iba a poder satisfacer los pedidos de exportación. La producción en India, por tanto, se va a destinar en exclusiva a atajar el avance del virus en el país durante una buena temporada.
China ha concentrado en abril y mayo su esfuerzo en la vacunación interior, lo que no le ha impedido proseguir con sus exportaciones a países de todos los continentes hasta un total de un cuarto de millón de dosis. Las vacunas son para Pekín una gran oportunidad geopolítica y ha desplegado su diplomacia tanto en Asia como en África y América Latina. La alta capacidad productiva de las fábricas en territorio chino y algunos acuerdos con empresas del exterior le otorgan una sólida posición. Rusia también ha visto la oportunidad, pero las limitaciones de producción (prevé la fabricación de solo 400 millones de dosis de Sputnik V en todo el año) merman sus posibilidades.
La Unión Europea está siendo la segunda gran exportadora de vacunas en esta primera mitad del año. Pero son ventas que no responden a un propósito estratégico, sino a los compromisos de las empresas que operan en su territorio, que básicamente tienen contratos con países de renta alta. Cuando después de establecer un mínimo control a las exportaciones fue acusada desde el Reino Unido y Estados Unidos de practicar el nacionalismo de vacunas, la Comisión dejó claro con cifras que desde las fábricas europeas salen aproximadamente las mismas dosis para el mercado interior que para el exterior.
Estados Unidos (igual que el Reino Unido) sí ha practicado el nacionalismo de vacunas y se ha quedado con casi todas las dosis fabricadas en su territorio. Pfizer no efectuó hasta principios de mayo su primer envío al exterior desde su fábrica de Michigan. Fue concretamente a México, que hasta entonces había recibido de la lejana Bélgica los inyectables de esa empresa.
Bajar el precio
La posición aislacionista de Washington ha empezado a virar durante el mes de mayo, después de que Pfizer anunciara el día 4 que los ingresos por su vacuna habían sido 3.500 millones de dólares durante el primer trimestre, lo que supone unos 900 millones de beneficios. Algunos fabricantes han renunciado a sacar provecho de sus fármacos durante la pandemia, pero los dos que han puesto en el mercado las primeras vacunas, no. Al día siguiente del anuncio de Pfizer, Anthony Fauci, principal asesor médico del presidente Biden para la pandemia, declaró que los fabricantes deberían ampliar la capacidad de producción para suministrar vacunas a otras naciones a "un precio extremadamente reducido" o dejar que el mundo en desarrollo haga copias baratas. Una semana después, la representante de EE UU ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) anunció que su Gobierno apoyaba la suspensión de los derechos de propiedad sobre medicamentos y vacunas contra la covid mientras dure la pandemia.
Ese apoyo al levantamiento de las patentes es un cambio importante en la posición de Washington pero no tiene efectos a corto plazo por dos motivos: porque se necesita consenso en la OMC para hacerlo efectivo y nadie prevé que pueda lograrse antes de final de año, y porque, incluso llegando antes a un acuerdo, poner en marcha instalaciones de fabricación requiere varios meses y las vacunas se necesitan de inmediato.
El giro del nacionalismo al internacionalismo de vacunas lo concretó Biden en una breve comparecencia en la Casa Blanca el 17 de mayo. Tras anunciar la donación de 20 millones de dosis de Pfizer, Moderna y Janssen a países que las necesiten (que se suman a la promesa de donar 60 millones de AstraZeneca, que no se utilizan en EE UU), el presidente manifestó su propósito de seguir impulsando la producción interior, “un motor de empleos americanos”, y proclamó: “Así como en la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos fue el arsenal de la democracia, en la batalla contra la pandemia de covid-19 va a ser el arsenal de vacunas para el resto del mundo”.
Se espera un giro en la política internacional de vacunación tras la cumbre del G7 en junio
Cuba prevé inmunizar a toda su población con vacunas propias antes de que termine el año
Un momento importante para la concreción de ese giro puede ser la cumbre del G7 prevista del 11 al 13 de junio. A esta reunión que se celebrará en el sur de Inglaterra asistirán los habituales miembros del grupo (EE UU, Canadá, Japón, el Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y la UE) más India, Australia y Corea del Sur. Las decisiones que se puedan adoptar en la cumbre condicionarán sin duda la evolución de la pandemia y la reactivación económica, todo ello en un contexto de tensión con China.
Pero no todo es geopolítica de altos vuelos. Mientras las potencias se preparan para librar una importante batalla con las vacunas como arma, un pequeño país del Caribe está empezando a inmunizar a la población sin comprar una sola dosis a empresas chinas ni europeas, con inyectables fabricados en casa. Se trata de Cuba, que sobre la base de una industria biotecnológica propia está desarrollando cinco vacunas, dos de ellas, Soberana 02 y Abdala, en la fase III de ensayos en humanos. Ambas son las que, tras el recrudecimiento de la epidemia en la isla, se están inoculando ya pese a no haber concluido el proceso de validación. El propósito es completar la vacunación este año, como los grandes países.
En esta nueva guerra fría que se avecina, Cuba también quiere tener un papel.