Covid-19 // Resucita la hipótesis del virus de laboratorio
Algunos científicos proponen profundizar en la vía de la fuga accidental, al tiempo que Biden y sus aliados reclaman a la OMS otra investigación sobre el origen de la pandemia.
El informe de la Organzación Mundial de la Salud (OMS) sobre el origen de la covid-19 nació muerto. El 30 de marzo pasado, el mismo día que se hizo público, el propio director general del organismo internacional, Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaró: "Todavía no hemos encontrado la fuente del virus, y debemos seguir investigando y no dejar piedra sin remover hasta dar con ella”. Más: “En lo que respecta a la OMS, todas las hipótesis permanecen sobre la mesa”.
Estas afirmaciones son sorprendentes y significativas porque la comisión de expertos enviados por la propia OMS a China había llegado a la conclusión de que la transmisión de un virus del murciélago de herradura a un animal intermedio aún desconocido, y de ahí a los humanos convertido ya en SARS-Cov-2 es algo “probable o muy probable”. Por el contrario, la fuga del virus de un laboratorio es para esos expertos “extremadamente improbable”. El informe consideraba entre “posible y probable” la infección directa de humanos por murciélagos y citaba también como “posible” que en el tránsito de los mamíferos voladores al brote de Wuhan hubiera intervenido comida congelada. Esta pasmosa consideración de los alimentos a baja temperatura era una concesión a los anfitriones, muy interesados en que alguna de las posibilidades valoradas pudiera alejar el origen de la pandemia del territorio chino.
¿Por qué Adhanom boicoteó su propio informe? No lo ha contado, pero hay un hecho objetivo a considerar: entre la Asamblea Mundial de la Salud de mayo de 2020, en que se decidió enviar a China una comisión para investigar el origen de la enfermedad, y la presentación del documento se produjo un cambio radical en la presidencia de EE UU. La Administración de Donald Trump, que había abandonado la OMS y había dejado que China controlara todo el proceso de investigación, fue sustitituida en enero por la de Joe Biden, que volvió inmediatamente a la organización internacional dispuesta a ejercer el papel hegemónico que la potencia americana siempre había tenido.
Durante todo el año 2020 una aplastante mayoría de investigadores ha apoyado la natural evolución del virus desde el murciélago a los humanos como muy probable origen del SARS-COV-2. Mutación tras mutación y/o mediante recombinaciones, transitando probablemente por pangolines u otros mamíferos intermedios, acabó generando un brote en el mercado de Huanan, en la ciudad china de Wuhan, el origen de la pandemia que sigue azotando el mundo.
El año pasado fueron muy pocos los que defendieron que se investigara también la posibilidad de que el kilómetro cero de la epidemia fuera un virus que burlara las medidas de seguridad de un laboratorio. Y visto con perspectiva, ese silencio resulta sorprendente porque en la ciudad donde empezó la pandemia hay dos laboratorios que guardan muestras de virus: el Instituto de Virología de Wuhan y el Centro de Control de Enfermendades de Wuhan.
Instituto de Virología de Wuhan Foto: CC
El instituto acoge la más amplia colección de coronavirus del mundo, es un centro de referencia internacional con áreas de máxima seguridad biológica y se desarrollan en él investigaciones de ganancia de función. Los trabajos de este tipo consisten en rediseñar virus con diversos objetivos (un herpes modificado, por ejemplo, se utiliza para el tratamiento del melanoma). Pero esas modificaciones pueden ser también para que contagien con más efectividad a los humanos. El objetivo con que se justifican estos trabajos es el de conocer más a fondo la previsible evolución de los virus y estar así mejor preparados ante futuras pandemias. Este tipo de rediseños son muy controvertidos y algunos científicos reclaman controles más estrictos que los actuales, siguiendo la senda de los establecidos en las investigaciones con materiales radiactivos.
Posible accidente
En las primeras semanas de la pandemia, cuando azotaba básicamente a los habitantes de Wuhan y el mundo miraba estupefacto la paralización de la economía china, el Gobierno de Pekín decidió el endurecimiento de las medidas de control en los mercados para impedir la venta de animales vivos, posibles transmisores del virus, pero también quiso controlar mejor los centros de investigación. El propio líder del país, Xi Jinping, anunció el 14 de febrero de 2020 un plan para acelerar una nueva ley de bioseguridad destinada a reforzar los procedimientos de control en los laboratorios. En esos primeros momentos, por tanto, hasta las autoridades chinas parecían considerar posible que hubiera habido un accidente en esos centros.
La actitud de la OMS ha dado un giro tras la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca
Wuhan, donde comenzó el contagio, tiene dos centros de investigación que guardan virus
Defender la posibilidad de que pudo haber una fuga de laboratorio ha dejado de ser anatema entre la comunidad científica occidental a medida que avanzaba 2021. En este nuevo contexto, el pasado 14 de mayo 18 investigadores con “relevante experiencia” en el tema (según su propia definición) difundieron un escrito en la web de la revista Science en el que pedían que se estudiara a fondo y de manera transparente esa posibilidad. “Debemos tomar en serio ambas hipótesis de contagio, tanto la natural como la de laboratorio, hasta que tengamos datos suficientes”, precisaron. Es relevante que entre los firmantes figure Ralph Baric, que efectuó trabajos de ganancia de función con Shi Zhengli, directora en el Instituto de Virología de Wuhan, publicados en un artículo en Nature Medicine en 2015. Baric, por tanto, conoce bien la capacidad de la investigadora china de trabajar con virus peligrosos.
Antes de la publicación del escrito de los 18 investigadores, un largo artículo titulado El origen de la covid: siguiendo las pistas, había dado un impulso al debate sobre la pertinencia de profundizar en los indicios de un accidente de laboratorio. Se difundió el 3 de mayo en el medio digital Medium y dos días después, significativamente, en el Boletín de Científicos Atómicos, una publicación creada en1945 por investigadores preocupados por la seguridad mundial en relación con el desarrollo científico. El autor es Nicholas Wade, de 79 años, un periodista y divulgador científico considerado controvertido, pero con gran experiencia: trabajó 30 años en The New York Times, hasta 2012.
Wade parte de la base de que no hay pruebas claras que permitan optar por uno de los dos posibles orígenes del virus: la evolución natural o el accidente de laboratorio. A partir de ahí, el veterano periodista considera que dos escritos de principios de 2020 en revistas de gran impacto propiciaron el cerrado apoyo inicial a la vía evolutiva natural, que es la que se había demostrado en los antecesores del virus de la covid, el SARS (2002) y el MERS (2012).
El primero de los textos se publicó en la revista médica británica The Lancet el 27 de febrero. Fue promovido por el zoólogo Peter Daszak y suscrito por 27 investigadores. Estaba planteado como una “declaración de apoyo a los científicos, profesionales de la salud pública y profesionales médicos de China que luchan contra la covid-19” en la que los firmantes subrayaban su “enérgica condena” de “las teorías de la conspiración que sugieren que la covid-19 no tiene un origen natural”. Contraponían así la vía evolutiva a la conspiración sin dejar espacio a un vulgar accidente. El segundo artículo se publicó en Nature Medicine el 17 de marzo, suscrito por cinco virólogos encabezados por Kristian Andersen. En él se entra más en serio en el análisis del virus y se llega a la conclusión de que es “improbable” que el SARS-Cov-2 hubiera emergido de “la manipulación en un laboratorio”.
Aparente manipulación
Wade dedica buena parte de su largo artículo a argumentar con detalle que sí es probable la manipulación de laboratorio. Se centra en un área concreta de la proteína S del virus (la llave que se acopla a la proteína ACE2 de las células humanas para penetrar en ellas) que, según él, es distinta de la de cualquier otro coronavirus conocido y en la que un aminoácido está codificado de manera inusual. En una entrevista reciente a The New York Times, Andersen admite que él también sospechó pero que las pruebas le hicieron cambiar de opinión. "Las características del SARS-Cov-2 que inicialmente apuntaban a una posible manipulación se identificaron en otros coronavirus", lo que significa que algo que parecía inusual "no lo era".
Los accidentes del SARS
Richard Ebright, un microbiólogo muy crítico con el informe de la OMS, coincide en que no hay indicios de manipulación en el genoma del nuevo virus, "pero esto no descarta los tipos de investigación de ganancia de función que no dejan firma". Ebright es un firme defensor de que una segunda comisión de investigación de la OMS, verdaderamente independiente, analice todas las posibilidades sin restricciones. En una entrevista concedida a Independent Science News recuerda que "la primera entrada del virus del SARS en la población humana ocurrió como un accidente natural en una zona rural de la provincia de Guangdong en 2002", pero que las cuatro siguientes entradas en humanos fueron por accidentes de laboratorio en Singapur y Taipei en 2003, y en otros "dos distintos accidentes de laboratorio en Beijing en 2004".
Defender la posibilidad de que el SARS-Cov-2 saliera de un laboratorio ha dejado de ser anatema
Hasta hoy no hay pruebas concluyentes que demuestren una u otra versión de lo sucedido
Peter Daszak, el impulsor del primer escrito citado por Wade, tiene un papel más interesante en esta historia. Es presidente de EcoHealth Alliance, una organización sin ánimo de lucro que ha canalizado dinero americano hacia el Instituto de Virología de Wuhan, donde desarrolla sus investigaciones la doctora Shi Zhengli. Ese dinero procedía del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, dirigido durante décadas por Anthony Fauci, y de otras instituciones estadounidenses, incluido el Departamento de Estado.
El rastro del dinero
Para recibir esas subvenciones, el centro chino tenía que justificar a qué estaba dedicando el dinero en documentos que son de acceso público. De las solicitudes presentadas los años 2018 y 2019 se colige que el centro de investigación de Wuhan iba a dedicarse a crear nuevos coronavirus con capacidad de infectar las células humanas. Wade resume así el contenido de las solicitudes de Shi Zhengli: “Su plan era tomar genes que codificaran distintas proteínas S que tuvieran diferente afinidad, mayor o menor, con las células humanas. Luego insertaría estos genes uno por uno en la columna vertebral de varios genomas virales creando una serie de virus quiméricos. A continuación, estos virus se probarían para determinar su capacidad para atacar cultivos de células humanas y ratones humanizados. Y esta información ayudaría a predecir la probabilidad de que un coronavirus salte de los murciélagos a las personas”.
Además de impulsar el escrito de febrero de 2020 y de canalizar dólares hacia los laboratorios de Wuhan, Daszak fue el único representante de una institución de EE UU en la comisión de la OMS creada para investigar el origen de la pandemia y que consideró “altamene improbable” un accidente de laboratorio.
Algunos reportajes publicados en la prensa norteamericana muestran que a lo largo de 2020 hubo una sorda pugna entre los fieles al presidente Trump, deseosos de encontrar detalles en el origen del virus que sirvieran para atacar a China, y funcionarios conocedores de los vínculos entre la Administración estadounidense y el instituto de Wuhan interesados en que se abordara lo menos posible este asunto.
La Unión Europea y el G-7 apoyan la idea estadounidense de reabrir las investigaciones
La reclamación de los países occidentales se intensifica en un clima de enfrentamiento con Pekín
Poco antes del relevo en la Casa Blanca, la Secretaría de Estado hizo público un documento favorable a ampliar la investigación sobre el origen no natural de la pandemia y aportaba un dato relevante: varios trabajadores del instituto de Wuhan acudieron al hospital en noviembre de 2019 (antes de que se conociera la nueva enfermedad) con síntomas compatibles tanto con la covid como con otras dolencias respiratorias. Más adelante se precisó que los afectados habían sido tres. El escrito también señalaba que en el centro se desarrollaban proyectos en colaboración con personal militar.
La idea de profundizar en la investigación de los orígenes de la pandemia no ha decaído con la salida de Trump y se ha mantenido con Biden, que el 26 de mayo anunció que había emplazado a los servicios de inteligencia a presentar en 90 días un informe que ayude a aclarar qué pudo pasar en Wuhan a finales de 2019. Dos días después, el Senado estadounidense aprobó por unanimidad una resolución en la que instaba a la OMS a efectuar otra investigación sobre los orígenes de la pandemia. A esta reclamación se unió la Unión Europea y luego la recogió el comunicado final de la cumbre del G-7, dentro del nuevo clima de enfrentamiento con China.
En el supuesto de que se llegara a crear una segunda comisión de la OMS, ¿qué debería buscar para decantar la balanza? Kristian Andersen, claro defensor de la evolución natural del virus, enumera en la entrevista ya citada los hallazgos que le harían cambiar de opinión: “Cualquier evidencia creíble de que el SARS-CoV-2 hubiera estado en el Instituto de Virología de Wuhan antes de la pandemia, ya fuera en un congelador, en un cultivo de tejidos o en animales. O una evidencia epidemiológica de casos de covid-19 confirmados muy temprano asociados con el Instituto”. En sentido contrario, agrega, la identificación del animal intermedio entre el murciélago y los humanos, “si existe”, daría “más peso a la hipótesis del origen natural”.