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Delta prolonga la pandemia

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Septiembre 2021 / 94

La inmunidad de grupo es ahora un espejismo por la mayor capacidad de infección de la nueva variante del virus y la limitada efectividad de las actuales vacunas.

Y entonces llegó delta y todo se volvió a joder. Es posible que la tan publicitada meta de alcanzar la inmunidad de grupo cuando estuviera vacunada contra la covid-19 el 70% de la población siempre haya sido un deseo más que un objetivo, pero con delta actuando ya no hay dudas: no es más que un espejismo. Los cálculos que se están haciendo ahora sobre la base de la capacidad de infección del virus y la incapacidad de las vacunas de impedir su transmisión al 100% muestran que no habrá inmunidad de grupo ni vacunando al 80% o 90% de la población. La mayoría de epidemiólogos, de hecho, opinan que no la habrá nunca y que el virus SARS-CoV-2 pasará a ser endémico. Causará menos daño, pero seguirá con nosotros.

A finales de marzo, con la primavera recién iniciada, empezó a extenderse la noticia de que había sido detectada en India una nueva variante muy infecciosa del virus de la covid que semanas más tarde pasó a denominarse delta. Cinco meses después esa variante es predominante en la mayor parte del mundo y mantiene al alza los contagios en el conjunto del planeta. A medida que avanzaba la primavera, delta fue desplazando las variantes menos contagiosas en el subcontinente indio y acabó provocando en mayo un pico de 400.000 contagios y casi 5.000 muertes diarias según las notificaciones oficiales y 20.000 según los cálculos de The Economist. En aquellos momentos, en los países ricos de Occidente se estaba desarrollando la carrera por vacunar con rapidez y delta era vista como algo lejano.

Puerta de entrada

La primera advertencia de que la vacunación no iba a ser un seguro frente a delta llegó ese mismo mayo desde las islas Seychellles. Ese pequeño archipiélago del océano Índico estaba vacunando a toda velocidad para recuperar el turismo cuando se vio sacudido por su peor ola de contagios a pesar de que el 60% de la población había sido ya inoculada. Lo más sorprendente era que el 37% de los infectados habían recibido al menos una dosis. El hecho de que las vacunas utilizadas en Seychelles fueran la china de Sinopharm y la cuestionada de AstraZeneca permitió especular con la posibilidad de que las bien valoradas vacunas de ARN podrían contener la nueva variante. No ha sido así.

Reino Unido ha sido la puerta de entrada de delta en Europa. Pese a ser uno de los países del mundo donde se ha vacunado a mayor velocidad, las infecciones crecieron aceleradamente a lo largo del mes de junio y alcanzaron a mediados de julio un pico de casi 50.000 contagios diarios, muy próximo a los casi 60.000 de enero pasado. La gran diferencia es que en invierno se superaron las 1.000 muertes diarias y en verano el máximo ha sido un centenar. Esa es la tónica en los países fuertemente vacunados: los contagios aumentan con delta, pero las muertes crecen mucho menos.

La constatación definitiva de que las vacunas no impiden la propagación del virus tiene un nombre: Provincetown, una pequeña localidad costera del Estado norteamericano de Massachusetts. Es un área con altísimos niveles de vacunación a la que acudieron a celebrar la festividad del 4 de julio miles de personas, la mayoría de ellas también inmunizadas. Por aquellas fechas, las autoridades sanitarias de EE UU habían levantado casi todas las restricciones a los vacunados (querían convencer así a los indecisos) y ese día proliferaron las fiestas en locales interiores sin mascarilla. 

Síntomas leves

El resultado fue que de los 469 contagiados en Provincetown residentes en el Estado de Massachusetts, 346 (tres de cada cuatro) estaban vacunados con la pauta completa, la gran mayoría con inmunógenos de ARN. De ellos, el 80% tuvo síntomas leves de la enfermedad. La carga viral de los contagiados vacunados y no vacunados fue similar, lo que permite presuponer que también era parecida su capacidad de contagio. Hubo cinco hospitalizaciones, cuatro de ellas de inmunizados. Estos datos, más los que llegaban de Reino Unido, llevaron al Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) a recomendar de nuevo la mascarilla en interiores y en las aglomeraciones al aire libre también a los vacunados.

Delta ha cambiado la forma de afrontar la pandemia en todo el mundo. No solo ha sorprendido a los países que habían decidido convivir con el virus, como Reino Unido y EE UU, sino también a aquellos que siguen una estrategia de contagio cero. Ante la nueva variante, las severas cuarentenas en la frontera, los cierres de empresas en cuanto hay un caso y las pruebas masivas para detectar contagiados asintomáticos no están consiguiendo impedir la transmisión del virus. Un claro ejemplo es Vietnam, que no registró ninguna muerte durante el primer medio año de pandemia, empezó el pasado julio con menos de 100 muertos y superó los 7.000 apenas mes y medio después. Dado el bajo nivel de vacunación, la nueva variante ha tenido vía libre para derribar las estrictas medidas de control que sirvieron durante un año y medio. 

China, que sí ha vacunado a la mayor parte de sus habitantes, sigue sin registrar muertes, pero ha contabilizado este agosto en torno al centenar de casos diarios y los drásticos cierres adoptados para tratar de volver al contagio cero empiezan a tener repercusiones económicas.

Ola de verano en España

El impacto de delta en España ha sido notable a pesar de que el porcentaje de vacunados es uno de los más altos del mundo. Los contagios han alcanzado en esta ola de verano niveles similares a los de la de invierno, pero la vacunación ha dividido entre cuatro la cifra de fallecimientos (véase gráfico). Según datos ofrecidos el 21 de julio por la ministra de Sanidad, Carolina Darias, los infectados que habían recibido la pauta completa de vacunación eran el 5,5%, los que habían recibido una dosis eran el 11,4% y los no vacunados el restante 83,1%.

El brote más espectacular en la península se produjo en Cataluña, donde el número de infecciones de la quinta ola ha superado ampliamente los de la tercera. La incidencia en la franja de edad de los 15 a los 29 años rozó la estratosférica cifra de 3.500 contagios en 14 días por 100.000 habitantes. La gran mayoría de los jóvenes aún no habían sido vacunados y el levantamiento de las restricciones a finales de junio facilitó la expansión acelerada de delta en ese grupo. De los jóvenes delta pasó al resto, ancianos de las residencias incluidos, aprovechando las rendijas que le dejan las vacunas.

"Desconcertante"

“Es un virus puñetero”, lamentó el epidemiólogo Josep Maria Argimon, consejero de Salud catalán. La traducción políticamente correcta del doctor William Morice, de la Clínica Mayo, es que se trata de “un virus desconcertante” que “está bajando los humos a la comunidad médica”. En declaraciones a The Washington Post añadía: "Con todo el mundo centrado en el estudio de la covid, todavía no entendemos realmente las complejidades del virus y su interacción con el sistema inmunológico”.

Con los nuevos datos en la mano, lo que sí resulta ya muy probable es que no se alcance la inmunidad de grupo y se vaya a una situación de equilibrio endémico en el que el virus provoque brotes periódicos, quizá estacionales. 

El virus que surgió en Wuhan tenía un número reproductivo (R) entre 2,5 y 3. Eso significa que cada contagiado infectaba de media a entre 2,5 y 3 personas si no se tomaba ninguna medida de precaución. Pero la R de la variante delta se estima que es el doble o el triple (entre 5 y 9). Eso significa que, en caso de una inmunización perfecta de las vacunas, una R de 3 sitúa la inmunidad de grupo en el 67%, mientras que una R de 6 obliga al 83%. El mítico objetivo del 70% para acabar con la pandemia es ya, por tanto, inalcanzable. Pero eso no hace que ahora pase a ser del 83% o el 85%, porque como las vacunas de momento no son perfectas y, como mucho, reducen la transmisión de delta al 80%, sería necesario vacunar a más del 100% de la población para alcanzar la inmunidad de grupo, algo imposible.

Eso sin contar con que el paso del tiempo puede reducir la capacidad del sistema inmunitario de luchar contra el virus tanto en los que han pasado la enfermedad como en los vacunados. Esa atenuación de la inmunización, detectada ya en inoculados con las actuales vacunas, está llevando a los países ricos a suministrar una tercera dosis de refuerzo. Israel ya ha empezado y Estados Unidos comenzará a finales de septiembre.
 
La OMS ha pedido infructuosamente una moratoria de las terceras dosis mientras siga habiendo países pobres que apenas han empezado a vacunar porque no pueden adquirir inyectables. África es el continente con menos vacunados (véase mapa).
 
A finales de agosto apenas se habían inyectado en África 7 dosis por cada 100 personas, mientras que en España, China y el Reino Unidos se habían superado las 130. Retrasar la vacunación en un continente entero es dar al virus muchas oportunidades de mutar.
 
 

Es muy probable que vayamos hacia brotes periódicos

No se sabe si  las vacunas actuales protegerán contra otras variantes

En el conjunto del planeta el ritmo de vacunación es muy alto. En agosto se llegó a los 5.000 millones de dosis inoculadas, a finales de año pueden ser ya 9.000 o 10.000 millones y el próximo verano habrá dosis para los casi 7.900 millones de humanos. Otra cosa es que lleguen a los brazos de todos. 

 

Más incógnitas

Otra incógnita es si las vacunas actuales seguirán protegiendo contra las nuevas variantes del virus que puedan surgir. De momento ha sido así, pero esto puede variar si se permite una amplia circulación del patógeno en áreas con muy altos porcentajes de vacunados. Un modelo desarrollado por investigadores en Austria aporta datos que muestran que la presión evolutiva va a ser importante en el próximo futuro. Fiodor Kondrashov, uno de los autores del trabajo, cuenta que en una situación en que se vacuna a todo el mundo, "las variantes tienen una ventaja selectiva una vez que la cepa original ya no es capaz de competir con una cepa resistente a la vacuna”. Kondroshov subraya la importancia de mantener el uso de mascarillas y otras medidas para evitar al máximo la circulación del virus y reducir así la posibilidad de que aparezcan variantes que burlen a las vacunas. El final de la pelea con el virus aún no está cerca.