Desarrollo // China se lanza a conquistar su lejano oeste
Las autoridades de Pekín buscan modernizar los territorios más occidentales con el objetivo de reactivar la economía y contrarrestar el parón provocado por la pandemia de coronavirus.
“Cuando está oscuro en el este, está brillante en el oeste”, dijo el primer ministro chino, Li Keqiang, a unos estibadores del puerto de Qinzhou, en el sur del país, en verano del 2013, mientras les explicaba los planes del Gobierno para que la industria exportadora afrontase la caída de pedidos de los países desarrollados, aún bajo los efectos de la crisis de 2008. Ahora, siete años después, China vuelve a mirar a sus territorios del oeste para relanzar su economía, desgastada por el ambiente de guerra fría con EE UU, el impacto del coronavirus en el comercio internacional y la hostilidad de otros países que se ha granjeado Pekín por el manejo de la pandemia.
La idea no es nueva. El desarrollo de la China interior es una asignatura pendiente con esa parte del país, la menos desarrollada, con pocas infraestructuras y mal conectada con la rica costa este, liderada por Shenzhen, Cantón y Shanghai. Es un panorama que golpea periódicamente las conciencias de las autoridades y que ahora aparece como una buena justificación para invertir miles de millones, acabar con esos desequilibrios y convertir esa parte del país en uno de los motores para reimpulsar su debilitada economía.
Es una buena excusa, además, para que Pekín conecte la convulsa región de Xinjiang con el resto del país. Resulta un proyecto de enorme calado político para el Gobierno, ya que esta región autónoma habitada por la minoría musulmana de los uigures es de gran importancia estratégica, no solo por su movimiento separatista local, sino porque ocupa una sexta parte del territorio y tiene fronteras con Mongolia, Rusia, Afganistán, Pakistán, India y varias exrepúblicas soviéticas de Asia central, además de contar con las mayores reservas de petróleo y gas del país.
Autosuficiencia
Estos objetivos han llevado al Gobierno de Xi Jinping a anunciar un nuevo plan para el oeste, con el que pretende acabar con el atraso que acumulan la parte central y la occidental del país. Constan de 12 provincias y regiones que van desde Mongolia Interior a Guangxi, pasando por Xinjiang, que abarca el 70% del territorio y acoge el 30% de la población. Esta iniciativa tiene como trasfondo compensar el riesgo de aislamiento geopolítico de China, que Pekín teme que se produzca debido a su pulso con EE UU y a su papel en la pandemia de la covid-19. Es una amenaza que Xi cree que solo desaparecerá cuando el país sea autosuficiente en tecnología, producción agroalimentaria y demanda de consumidores.
Los detalles de esta conquista del oeste no se conocerán hasta que se presente el nuevo plan quinquenal 2021-2025, si bien Pekín ya ha avanzado algunas líneas de actuación. Se construirán aeropuertos, líneas de tren de alta velocidad y embalses y se fomentará la reubicación industrial. Son actuaciones para nada baladíes, porque aún hoy pasar de las desarrolladas zonas costeras al interior supone dar un salto atrás de varias décadas.
El Gobierno trata de evitar el aislamiento geopolítico
Un plan similar acabó en fracaso en los noventa
Tampoco hay concreción sobre los recursos, aunque todo apunta a un gran desembolso. La agencia oficial Xinhua publicó en abril que el Gobierno había autorizado a las autoridades locales emitir bonos por valor de 120.000 millones de euros para proyectos de infraestructuras, así como otra emisión de 35.000 millones de euros para construir viviendas sociales y autopistas.
El proyecto es ambicioso y así lo han dado a entender los responsables gubernamentales que han hablado de él. “Pretendemos integrar las regiones occidentales en las nuevas Rutas de la Seda, así como en otros planes regionales con el fin de formar un mercado nacional unificado y construir una economía orientada a la exportación de alto nivel”, explicaron miembros de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma —máximo organismo planificador del país—, según el diario South China Morning Post , publicado en Hong Kong.
El éxito no está, sin embargo, asegurado. A finales de la década de 1990, Pekín ya lanzó un plan similar y logró un éxito exiguo. Dos décadas después, esa parte de China sigue siendo más pobre que las provincias del este y la brecha socioeconómica sigue ampliándose.
Vista de Urumqi, capital de Xinjiang. Foto: 123rf
Muchos analistas temen que ahora se repitan los errores y el plan fracase de nuevo. Entonces, el Gobierno se limitó a ofrecer apoyo financiero y terreno industrial, unas ofertas a las que luego añadió exigencias medioambientales y medidas para erradicar la pobreza. Y 20 años después, el resultado es desigual y las cifras son crueles. La contribución al PIB estatal de las provincias del oeste apenas ha crecido y solo supone el 20,5% del total. La desigualdad ha aumentado y el endeudamiento de algunas de esas provincias supera en un 150% su nivel de ingresos.
Repetir errores
Hoy, los retos son los mismos y los problemas económicos y estructurales también. En su día, Lu Zhongyuan, del gubernamental Centro de Investigación de Desarrollo, hizo un informe sobre aquel plan y ahondó en los fallos que se cometieron. “No conocer a fondo la geografía y las condiciones locales provocó una letanía de dificultades, como ajustes industriales irracionales, fábricas contaminantes y promociones de inversiones a ciegas que crearon más problemas que beneficios”, escribió entonces.
Ahora, Lu teme que se repitan los errores. En unas declaraciones al South China Morning Post aboga por evitar ciegamente el desarrollo industrial y reclama valorar la geografía y la naturaleza de la zona para evitar fracasos. El desarrollo de su oeste es un reto enorme para China y la iniciativa tiene su enjundia, pero el éxito dependerá de la pericia y las prisas de sus líderes. Y, dada la rapidez con que el gigante asiático quema etapas, en poco tiempo se conocerán los resultados de esa conquista del oeste chino. Si no, seguirá siendo una asignatura pendiente.