División // Momento delicado para Irlanda del Norte
El triunfo electoral del Sinn Féin, antiguo brazo político del IRA, abre una etapa de inestabilidad y hace temer una vuelta a los enfrentamientos del pasado.
Los acuerdos de paz del Viernes Santo, firmados en Irlanda del Norte en 1998, se resquebrajan. El Sinn Féin, en el pasado brazo político del IRA (Ejército Republicano Irlandés, Provisonal), ganó por primera vez en votos y escaños en las elecciones del 5 de mayo. Frente a este hecho, el claro retroceso del Partido Unionista del Ulster (DUP, protestante) y el notable avance del Partido de la Alianza (una plataforma centrista no sectaria y no confesional que no se identifica con ninguno de los dos grupos enfrentados) han desequilibrado la balanza. Si a eso se añade que los pactos del Viernes Santo y los del Brexit son incompatibles, y que la tradicional mayoría de la población protestante está en entredicho (los católicos tienen un índice de natalidad más alto), cabe afirmar que estamos ante un nuevo escenario.
El pacto fronterizo con la UE corre peligro
Por primera vez, una republicana encabezará el Gobierno
El triunfo del Sinn Féin, aunque solo haya aventajado en dos diputados al DUP, tiene especial relevancia. Aleja definitivamente al partido de la sombra del IRA y de las acciones terroristas del pasado. Sus actuales dirigentes, dos mujeres que por razones de edad no estuvieron presentes en “los años de plomo”, sin renunciar a su historia le han dado al partido un estilo moderno y dialogante, más acorde con las actuales necesidades políticas del territorio, sin renunciar explícitamente a una futura integración de Irlanda del Norte en la República de Irlanda. Mary Lou McDonald se convirtió en presidenta del partido en febrero de 2018 y Michelle O'Neill, la ganadora de los comicios, espera poder jurar su cargo como ministra principal de la provincia.
Ministra principal
La Asamblea de Belfast, un Parlamento de 90 escaños, contará a partir de ahora con 27 diputados republicanos, 25 unionistas y 17 centristas no sectarios, más otros grupos menores, algunos de ellos unionistas, que por disputas internas no han sido capaces de mantener acuerdos. Eso otorga al Sinn Fein el derecho a nominar a O'Neill ministra principal.
El DUP ha bloqueado la formación de Gobierno con la excusa de que lo impiden los acuerdos del Viernes Santo, aunque en realidad pretende otros objetivos: cambiar el sistema de controles fronterizos entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte, estipulados en el Protocolo que regula el Brexit.
Frágil consenso
El Pacto del Viernes Santo, negociado en su día minuciosamente bajo los auspicios de la Iglesia Católica y de EE UU, tiene como objetivo forzar el consenso entre las dos comunidades y establece la obligatoriedad de una coalición de gobierno entre el partido unionista protestante más votado y el nacionalista católico más votado, con un primer ministro del ganador, el ministro principal, y un viceministro (también principal) del partido que haya quedado en segundo lugar. Pero los dos tienen la misma capacidad decisoria. Y si no hay entendimiento entre ellos las instituciones se bloquean de manera automática, como ya ha ocurrido varias veces tanto en el Gobierno como en el Parlamento (Asamblea legislativa de Stormont). Y este delicado mecanismo de pactos políticos, que desde abril de 1998 hasta hoy había permitido un periodo de convivencia inédito en la historia en Irlanda del Norter, está ahora amenazado.
Durante casi un siglo, la confrontación entre católicos irlandeses independentistas y protestantes británicos pro Reino Unido ha sido muy sangrienta. En 1972, tras dos décadas muy conflictivas, el Gobierno autonómico fue disuelto por su incapacidad para mantener el orden público y la provincia pasó a ser gobernada desde Londres, bajo el férreo control local de la policía militarizada del Úlster: la Royal Irish Constabulary (RIC). Y este estado de alta tensión duró hasta los pactos de 1998.
La salida del Reino Unido de la Unión Europea ha complicado mucho la situación. Compatibilizar el acuerdo del Viernes Santo con el Brexit ha sido imposible: una frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda es inaceptable para los nacionalistas, y una frontera entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña no la aceptan los unionistas. La fórmula adoptada para preservar el mercado único de la UE tiene muchos fallos y no resuelve el problema, y el primer ministro Boris Johnson se muestra dispuesto a romper el pacto, a pesar de que se comprometió con Bruselas a respetarlo.
Irlanda rica, Irlanda pobre
El aumento de riqueza que se ha producido en Irlanda desde que se unió a la Comunidad Económica Europea en 1973 está teniendo notable influencia también en Irlanda del Norte. Hace medio siglo era un país manifiestamente pobre, pero las ayudas europeas y el liberalismo económico aplicado sin complejos, sobre todo desde 1988, dio como resultado una rápida expansión económica. Y este auge ha puesto en evidencia el retraso comparativo que sufre el territorio británico de la isla y el desencanto de una parte importante del electorado protestante.
En 1988, Dublín empezó a reducir progresivamente el impuesto de sociedades con el propósito de atraer a multinacionales extranjeras, y la maniobra dio excelentes resultados. Los bajaron del 50% al 12,5% y ahí siguen. Esta fórmula ha ayudado a desarrollar uno de los países mas pobres de Europa.
El PIB per cápita de Irlanda rozó el año pasado los 85.000 euros, mientras que el del Reino Unido se quedó en 40.000 (en España fue de 25.000) La economía de Irlanda del Norte es, además, una de las menos desarrolladas del Reino Unido y su PIB per cápita es apenas una tercera parte del de la República de Irlanda. Estas cifras contrastan con las de hace medio siglo, cuando los británicos eran de media el 40% más ricos que los irlandeses.
La potente industria de construcción naval de Irlanda del Norte ha desaparecido, al igual que la textil, y el crecimiento de los servicios no ha evitado el retroceso económico, que está haciendo mella en el electorado. El Partido de la Alianza, liderado por Naomi Long, atrae sobre todo a protestantes moderados de clase media y profesionales liberales opuestos al Brexit y hartos del fanatismo religioso. Y cada vez obtiene mejores resultados en las urnas. Si este auge se mantiene, en poco tiempo será un factor decisivo.
Pero ahora mismo la situación está estancada. El Sinn Féin acusa a Boris Johnson de maniobrar en favor del DUP. A su vez, el líder protestante Jeffrey Donaldson se niega a asumir el cargo de viceministro principal si Londres no anula el protocolo del Brexit para Irlanda del Norte.
Al cierre de este número de la revista, Johnson había mostrado su propósito de presentar un proyecto de ley que le permita incumplir unilateralmente los aspectos de los acuerdos del Brexit que conciernen a Irlanda del Norte, autorizar a las empresas a que incumplan la normativa comunitaria y declarar que los tribunales europeos carecen de competencia para resolver las disputas. Llegados a este punto, prácticamente rotos ya los acuerdos del Viernes Santo antes de haber sido sustituidos por otros pactos, no puede descartarse que la violencia vuelva a Irlanda del Norte.