Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Dos modelos económicos para China

Comparte
Pertenece a la revista
Diciembre 2019 / 75

Futuro: El Gobierno del gigante asiático proyecta que Shanghái y Shenzhen sean las referencias para el desarrollo económico del resto del país.

El presidente chino, Xi Jinping (tercero por la izquierda), en noviembre pasado. FOTO: Kremlin

Las autoridades chinas tienen fama de trabajar a largo plazo y de no dar puntada sin hilo. Este verano han anunciado sus planes de desarrollo para los próximos años para las ciudades de Shanghái y Shenzhen, dos urbes emblemáticas para el gigante asiático, con el fin de que se conviertan en el futuro modelo económico para el resto del país. Está en juego el diseño de la China de los próximos 30 años.

Los líderes chinos vuelven sobre sus pasos. Al igual que hiciera hace 40 años Deng Xioaping, cuando escogió un pequeño pueblo de pecadores de 30.000 habitantes llamado Shenzhen para experimentar las reformas y apertura económica, ahora el presidente Xi Jinping ha vuelto a mirar a esta ciudad, que alberga a 13 millones de personas y se ha convertido en el Silicon Valley chino, para impulsar unas transformaciones que sirvan de modelo para otras urbes del país durante las próximas décadas.

Los planes de Pekín no se limitan tan solo a Shenzhen, situada a media hora en coche de Hong Kong, sino que los han extendido a Shanghái, la capital económica del país. Su idea es que ambas metrópolis compitan con sus respectivos proyectos de desarrollo, tecnológico y comercial, con el fin de erigirse en el ejemplo para el resto del país en su camino para erigirse en primera potencia mundial. Para ello, presentaron en agosto las propuestas para el progreso a largo plazo de ambas ciudades, con un amplio margen de maniobra en sus políticas de liberalización, respecto a las 220 zonas económicas especiales que hay en China.

 

EL PIB CRECE MENOS

Esta iniciativa llega en un momento en que la economía china atraviesa graves problemas. Su ritmo de crecimiento se halla en plena desaceleración, lo que le ha llevado a señalar un aumento del PIB del 6% en el tercer trimestre de este año, el peor registro desde marzo de 1992, cuando se empezaron a contabilizar estos datos. Esta coyuntura se ve agravada por la guerra comercial que sostiene con EE.UU. desde hace un año y medio. Y esta situación ha impulsado a Pekín a flexibilizar su control sobre las inversiones extranjeras, uno de sus principales motores de crecimiento económico junto con la inversión pública y las exportaciones.

Los expertos locales tienen dudas, sin embargo, sobre el éxito de esta iniciativa. El profesor Zhou Zhenhua, presidente de la Academia de Ciudades Globales de Shanghái, considera que este plan gubernamental debería permitir que ambas ciudades progresaran y tuvieran papeles complementarios. “Las dos ciudades deberán tener claro cuáles son sus propios roles si quieren convertirse en capitales de acceso global”, dijo Zhou al South China Morning Post de Hong Kong. Y subrayó: “sería mejor que ambas tuvieran un papel complementario y evitaran la competencia directa”.

Zhou no es el único intelectual que advierte del peligro de un pulso entre las dos urbes. El profesor Chen Bo, de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong y asesor de varios gobiernos locales, entre ellos Shanghái, también comparte este temor. “Shenzhen debería desarrollar su nuevo papel como metrópolis de servicios y tecnología financiera y Shanghái concentrarse en convertirse en un centro comercial internacional, pero me temo que ambas luchen por la supremacía y por ser las más influyente en el país”, dijo al mismo rotativo.

 

CONVERTIBILIDAD DEL YUAN

Los temores de Chen tienen su origen en la apuesta del Gobierno chino para que la convertibilidad del yuan y otras reformas audaces en el sector financiero se lleven a cabo en Shenzhen y no en Shanghái, iniciativa difícil de asumir por los responsables de la capital financiera del país por antonomasia.
Esta inquietud se deriva de las decisiones adoptadas por las autoridades comunistas este verano.

Según la televisión estatal CCTV, Pekín ambiciona que Shenzhen se convierta en un modelo de desarrollo de alta calidad, se erija en la capital de referencia de servicios y tecnologías financieras para el 2025 y sea un referente global en materia de competitividad e innovación a mediados de siglo, previsiblemente para cuando se celebre el centenario de la República Popular de China (año 2049).

 

POLO TECNOLÓGICO

Para ello prevén que esta ciudad, que se ha convertido en los últimos años en el semillero tecnológico del país al albergar a empresas como Huawei, Tencent, ZTE, Xiaomi y al fabricante de drones DJI, sea una “ciudad modelo socialista”. Este plan pretende convertir Shenzhen en el núcleo del proyecto Área de la Gran Bahía, que englobará a Hong Kong, Macao y otras ocho urbes más de la provincia de Guangdong, también conocida como Cantón. Es una región con una superficie del tamaño de Croacia en la que residen unos 70 millones de habitantes y con un PIB que la situaría entre las 15 primeras economías mundiales. La iniciativa tiene como fin desarrollar un polo tecnológico, financiero y académico que compita con las principales áreas de innovación del planeta, como Silicon Valley y las bahías de Nueva York y Tokio.

Los expertos advierten del peligro del pulso entre las dos ciudades

Pekín pretende que Shenzhen sea en centro de la innovación

Para ello, el Gobierno chino ha decidido dar todo tipo de facilidades a Shenzhen. Será la ciudad que aplicará reformas fiscales enfocadas a la propiedad y la pionera en liberalizar la divisa china, el yuan. Impulsará, asimismo, una estrategia de desarrollo centrada en la innovación, en la que los gigantes tecnológicos como Tencent, Huawei, ZTE y DJI servirán de locomotoras para promover start-ups.

En paralelo, Pekín anunció también sus planes para Shanghái. Pretenden que esta ciudad de 24 millones de habitantes y una superficie de 6.300 kilómetros cuadrados, equivalente a la provincia de Tarragona, concentre sus esfuerzos en convertirse en un centro comercial internacional aprovechando el delta del río Yangtze, el principal motor económico del país. Es un polo de actividad que ha propiciado que las importaciones y exportaciones chinas se hayan mantenido en auge durante tres décadas y que Shanghai se convirtiera en el mayor puerto de contenedores del planeta.

Para reforzar esta apuesta, los líderes chinos aprobaron duplicar la actual zona de libre comercio de Shanghái, abierta en el 2013. Es un gesto encaminado a consolidar su papel como corazón industrial y comercial del país. Esta operación extenderá la superficie de esta área hasta los 60 kilómetros cuadrados, gracias a unos terrenos ganados al mar en Lingang, al sudeste de la ciudad, junto a la desembocadura del Yangtze. Es ese espacio la firma estadounidenses Tesla ha invertido 2.000 millones de dólares en una planta de fabricación de coches eléctricos que ha empezado a funcionar a finales de este año con una producción de entre 1.000 y 3.000 unidades por semana, según Reuters.

 

EXENCIONES FISCALES

El proyecto para potenciar Shanghái incluye, asimismo, medidas para atraer compañías extranjeras. Incluye exenciones fiscales, que no se apliquen tasas aduaneras para los productos foráneos ni para las transacciones entre empresas allí instaladas y la creación de un fondo de 100.000 millones de yuanes (13.000 millones de euros) para atraer inversión y talento extranjeros, especialmente de los sectores de tecnología avanzada, inteligencia artificial, biomedicina y aviación civil.

Son planes que muchos analistas locales consideran que frenan las ambiciones de Shanghái de continuar siendo la principal metrópolis china, pero que define la estrategia de las autoridades chinas de experimentar con un riesgo mínimo sobre cuál es el modelo de desarrollo que deberá seguir el gigante asiático en las próximas décadas.