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EE UU-Europa: los dosieres que molestan

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Noviembre 2018 / 64

Contencioso: Defensa, clima, comercio... Hace ya tiempo que esos temas enfrentan a las dos orillas del Atlántico, y Trump exacerba esas tensiones.

Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo junto a Donald Trump. FOTO : EUROPEAN UNION

“Creo que la Unión Europea es un enemigo, no hay nada más que ver lo que nos hace en el tema del comercio”, dijo Donald Trump el pasado 15 de julio, rompiendo así con 70 años de política estadounidense. El asunto va, sin embargo, más allá de la imprevisible personalidad del inquilino de la Casa Blanca: los contenciosos entre europeos y estadounidenses se han, en efecto, acumulado. 

 

1. EL TEMA DE LA DEFENSA

En la posguerra, Estados Unidos apoyó activamente la unificación europea. Se trataba de no repetir los errores cometidos tras la Primera Guerra Mundial, cuando se humilló a Alemania facilitando así el ascenso del nazismo, y de solidificar el bloque occidental frente a la amenaza soviética.

En ese contexto, Francia ha sido siempre un aliado poco dócil de Estados Unidos, sobre todo cuando, en 1965, el general De Gaulle decidió abandonar el mando integrado de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y cerrar las bases militares estadounidenses instaladas en Francia. No fue el caso del resto de los europeos. El acercamiento entre Francia y Alemania chocó, en particular, con este asunto: en 1963, el Bundestag había añadido al tratado franco-alemán del Elíseo un preámbulo en el que se estipulaba que la alianza con Estados Unidos seguía siendo prioritaria para Alemania.

EE UU apoyó al bloque occidental frente a la amenaza soviética

Con la caída del muro de Berlín desapareció la amenaza comunista

Tras la caída del muro de Berlín en 1989, la amenaza soviética desapareció de golpe y el vínculo euroestadounidense se debilitó progresivamente. Y lo hizo hasta el punto de llegar en 2002 a un hecho inconcebible hasta el momento: el canciller alemán Gerhard Schröder se opuso frontalmente a George Bush con motivo del proyecto de invasión de Irak. En 2017, Donald Trump va más allá. En un momento en que Vladimir Putin aumenta la presión en el Este de Europa, llega, en efecto, al poder en Estados Unidos un presidente sospechoso de haber recibido apoyo activo del Kremlin y que hace alarde de su voluntad de acercarse a Rusia. Inmediatamente empieza a criticar lo bajos que son los presupuestos de defensa de los europeos, que no alcanzan el 2% del PIB, al que los miembros de la OTAN están comprometidos. 

Donald Trump no quiere que los contribuyentes estadounidenses sigan financiando la defensa de los europeos. Y en esto no se equivoca: en 2017, Estados Unidos gastó 3,1 puntos del PIB en defensa, frente a los 1,5 puntos de la Unión Europea. Solo tres países de la Unión gastaron más del 2% del PIB: Estonia (2,1%), Francia (2,2%) y Grecia (2,6%). Con un 1,2%, Alemania sigue teniendo un comportamiento de parásito. Los peores son los paraísos fiscales europeos (Suiza, Luxemburgo e Irlanda) que dedican menos del 0,8% del PIB. Alemania se ha comprometido a aumentar su gasto militar, pero ha previsto llegar únicamente al 1,5 % del PIB en 2025. 

Tras Irak y Afganistán, Estados Unidos está harto de intervenciones exteriores costosas y ha dejado de considerar a Europa como un asunto fundamental. Este aislacionismo es un factor estructural que va más allá de la controvertida personalidad de Donald Trump, y empuja a la construcción de una defensa europea integrada independiente de Estados Unidos. En ese ámbito, el brexit es una mala noticia, pues el Reino Unido es, con Francia, el único país que dispone de un ejército un poco sólido. 

 

2. DIVERGENCIAS SOBRE EL CLIMA

Los problemas militares no son los únicos que enfrentan a los dos continentes, también lo es el del clima. Pero también en este ámbito sería un error creer que se debe a la personalidad de Donald Trump. En 1997, el Senado estadounidense se negó unánimemente a ratificar el protocolo de Kioto sobre una reducción concertada de las emisiones de gases de efecto invernadero que, sin embargo, había firmado. Y todos los esfuerzos posteriores para luchar contra el cambio climático han tropezado con la resistencia de Estados Unidos. 

Si, finalmente, el acuerdo de París, obtuvo su aval en 2015, fue porque no implicaba un compromiso realmente vinculante. La actitud de Donald Trump refleja una tendencia importante: la diferencia de apreciación que, sobre este tema, tienen muchos habitantes de un país joven, con poca densidad de población y cuyo subsuelo rebosa aún de materias primas, y los de la zona con la industrialización más antigua, pocas materias primas en la actualidad y, además, una densidad de población muy alta.

 

3. LA DEPENDENCIA DE LOS GAFAM

La fuerte dependencia europea de las Gafam (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft) es otra importante manzana de la discordia. En este caso, los problemas tampoco han comenzado con Donald Trump. Fue en 2013, bajo la presidencia de Barak Obama cuando el caso NSA-Snowden mostró a los europeos hasta qué punto esa dependencia dejaba a sus países en manos de Estados Unidos y era una amenaza para las libertades de los ciudadanos del Viejo Continente. A ello se han añadido las agresivas prácticas comerciales de las Gafam y el papel negativo que desempeñan en la crisis de la prensa al captar la mayoría del tráfico publicitario. Y ello sin pagar impuestos en Europa gracias a los fallos del derecho europeo y a la actitud de Luxemburgo, Holanda e Irlanda.

La Unión Europea ha terminado por reaccionar con el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) aplicado en 2018 y la directiva en fase de aprobación destinada a proteger mejor los derechos de autor y a los medios de comunicación tradicionales. La Unión también ha comenzado a perseguir los abusos fiscales, como demuestra la condena del Estado irlandés  a Apple a pagar 14.000 millones de euros en concepto de impuestos. Sin embargo, estas primeras medidas no han permitido hasta ahora que Europa deje de ser dependiente de las firmas estadounidenses. Y en el contexto de las importantes tensiones comerciales tras la llegada al poder de Donald Trump, la UE no se decide a golpear más fuerte a las Gafam por miedo a perjudicar sus exportaciones de bienes clásicos hacia Estados Unidos.

 

4. DESEQUILIBRIO COMERCIAL

En este ámbito, la Unión obtuvo en 2017 un excedente de 119.000 millones de euros con Estados Unidos, tres veces más que en 2009: el relanzamiento de la economía estadounidense, unido al estancamiento de la europea debido a las políticas de austeridad, ha aumentado el excedente europeo. Aunque es casi tres veces menor que los 376.000 millones de dólares (324.000 millones de euros) de déficit comercial de Estados Unidos con China, basta para desencadenar la ira de Donald Trump. A partir del pasado mes de junio, Estados Unidos decidió imponer unos aranceles del 25% al acero y del 10% al aluminio europeos y amenaza con imponérselos también a los automóviles, casi exclusivamente alemanes. 

Hasta el momento, los altercados comerciales entre China y Estados Unidos, junto con la difícil negociación del tratado de libre comercio norteamericano, han relegado a un segundo plano el enfrentamiento entre Europa y Estados Unidos. Pero si Donald Trump ejecutara su amenaza, podría obligar a Alemania a cambiar de política económica para reducir los excedentes europeos. En ese caso, el presidente estadounidense nos haría indirectamente un gran favor al romper el yugo de la austeridad que la zona euro se ha impuesto a sí misma desde 2010.