En manos de las vacunas… y de las farmacéuticas
Las campañas de inmunización están poniendo de manifiesto la extrema desigualdad a escala planetaria.
A mediados de enero, varias semanas después de que se iniciaran en los países de mayor renta de Europa y América las campañas de vacunación contra la covid-19, sorprendía un dato: los que a lo largo de 2020 habían respondido con más rapidez y efectividad al ataque del virus, como Corea del Sur, Taiwán, Australia y Nueva Zelanda, no habían empezado todavía a inmunizar. Park Neunghoo, ministro coreano de Salud, explicó por qué: si se tiene controlada la epidemia, “correr para vacunar a las poblaciones antes de identificar los riesgos no es tan necesario”.
En unas declaraciones recogidas por la agencia de noticias Bloomberg, Neunghoo mostró su incomodidad con las exigencias que plantean las empresas fabricantes de las vacunas, que incluyen en sus contratos con los países cláusulas que les eximen de “casi cualquier responsabilidad” derivada del uso de los fámacos. En su opinión, la “incomprensible” naturaleza la pandemia está dando pie a “contratos injustos”.
La aceleración de esa incomprensible epidemia ha sido espectacular desde noviembre. El 15 de enero se alcanzaron los dos millones de muertos de covid-19 confirmados en todo el mundo. Se tardó ocho meses en llegar al primer millón y solo cuatro en sumar el segundo. En la semana del 11 al 17 de enero fallecieron más de 95.000 enfermos, unos 13.500 cada día, una cifra de récord. En Europa se superaron esa semana las 37.000 muertes, un dato similar al alcanzado en la peor semana del arranque de la pandemia en primavera. La diferencia es que entonces el máximo de muertes fue un pico fugaz y en la actualidad es una meseta que se prolonga durante más de dos meses.
Mutaciones: Las variantes identificadas en Inglaterra, Suráfrica y Brasil tienen mutaciones
en el gen de la proteína S que facilitan la entrada del virus en la célula y lo hacen más contagioso. Los cambios en las variantes surafricana y brasileña permiten, además, volver a infectar a personas que ya habían pasado la covid.
El invierno en el hemisferio norte ha traído también la confirmación de que algunas mutaciones del virus van a complicar más la situación. La variante identificada en Inglaterra, que ha acelerado las infecciones en el Reino Unido e Irlanda, es más contagiosa que las predominantes hasta ahora debido a una mutación, la N501Y de la proteína S de la cubierta del virus, que comparte con otra variante identificada en Suráfrica. Esta segunda, además de infectar más, es capaz de contagiar a personas que ya habían pasado la covid y, por tanto, podría burlar a las actuales vacunas. Eso lo consigue gracias a otra mutación, la E484K de la misma proteína.
El caso de Manaos
Esta segunda mutación está presente en una variante brasileña que está expandiéndose en varias zonas del país, incluida Manaos. Esa localidad fue de las más castigadas por la primera ola de la pandemia: según una investigación publicada en enero en la revista Science, el 76% de sus habitantes, el umbral de la inmunidad de grupo, sufrió la infección y son portadores de anticuerpos contra el virus de la covid. Pese a ello, las reinfecciones están proliferando en las últimas semanas.
El 25 de enero el mundo alcanzó los 100 millones de personas infectadas, más de 8 millones de ellos con capacidad para contagiar en ese momento. Son una enorme cantidad de laboratorios móviles en los que el SARS-CoV-2 puede experimentar infinidad de mutaciones, la inmensa mayoría irrelevantes, pero unas cuantas perjudiciales, como las tres citadas.
El factor de la renta
El agravamiento de la pandemia ha desatado una auténtica carrera por la vacunación. EE UU, Reino Unido y la Unión Europea han concedido autorizaciones de urgencia a las dos vacunas de ARN (Pfizer/BioNTech y Moderna) que han mostrado una elevada efectividad, en torno al 95%. Son las más caras, las más difícies de distribuir por necesitar muy bajas temperaturas para su conservación y han sido acaparadas por los países de renta alta.
Cada vez más voces plantean una suspensión de las patentes
La industria sostiene que sin patentes no habría innovación
El Gobierno de Londres ha aprobado también el uso de la vacuna de la Universidad de Oxford y AstraZeneca, lo que ha dado pie a su autorización por parte de la India, que ha iniciado su macrocampaña de inmunización con ese inyectable y otro de un instituto local del que apenas se han dado a conocer datos. La empresa india Serum tiene licencia para fabricar 1.000 millones de dosis este año, parte de las cuales está previsto canalizar hacia países de renta baja, en buena parte a través de la plataforma Covax, impulsada por la OMS.
En la carrera por vacunar, Brasil ha autorizado, además de la de Pfizer, la vacuna desarrollada por la empresa china Sinovac. El mayor ensayo sobre este fármaco se ha efectuado en el estado brasileño de São Paulo y en él se ha constatado una eficacia ligeramente por encima del 50%. En otros ensayos realizados con menos voluntarios en Indonesia y Turquía se obtuvieron porcentajes sensiblemente más altos de eficacia. Además de con estos tres países, Sinovac tiene acuerdos con numerosos países asiáticos y con Chile.
Una quinta vacuna en liza es la rusa Sputnik V, que presenta un aval de eficacia por encima del 90%. Además de en la propia Rusia y algunos países de su entorno, se está inoculando en Argentina y Palestina.
Saltarse la cola
A fecha 18 de enero se habían comenzado campañas de vacunación en medio centenar de países, la mayoría de ellos de renta alta, mientras que los más pobres seguían sin vacunas. Y ese día el secretario general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom, estalló contra los gobiernos de las naciones ricas y las empresas farmacéuticas. “El mundo está al borde de un catastrófico fracaso moral”, proclamó. Y agregó: “Aunque hablen de acceso equitativo, algunos países y empresas continúan dando prioridad a los acuerdos bilaterales, aumentando los precios, evitando Covax e intentando saltarse la cola”.
La situación de ese día, que se ha prolongado en lo sustancial, la describió así Adhanom: “Se han administrado hasta ahora 39 millones de dosis en al menos 49 países de ingresos altos. Solo se han administrado 25 dosis en un país de ingresos bajos. No 25 millones ni 25.000, solo 25. He de ser contundente, el precio de este fracaso se pagará con la vida y los medios de subsistencia en los países pobres del mundo”.
Al argumento moral de Adhanom para no dejar en la estacada a los países pobres, un informe de la Cámara de Comercio Internacional añade otro más prosaico: aportar dinero para una rápida y completa vacunación en todo el planeta interesa también a los ricos, porque si no las pérdidas económicas se situarán entre los 1,8 y los 3,8 billones de dólares, en el escenario de vacunación más probable. Y más de la mitad del coste recaería en los países ricos. En palabras de John Denton, secretario general de la cámara, "comprar vacunas para los países en desarrollo no es un acto de generosidad de las naciones más ricas, es una inversión esencial que deben realizar los gobiernos si quieren reactivar sus economías"
Las proclamas en favor de un despliegue armónico de las vacunas en todo el mundo suenan a lejana voz en el desierto. Un gobernante moderado como el nuevo presidente de EE UU, Joe Biden, ha devuelto su país a esa organización internacional nada más llegar a la Casa Blanca, pero con mayor ahínco vuelca todo su esfuerzo en alcanzar el objetivo de inyectar a sus compatriotas 100 millones de dosis en sus primeros 100 días de mandato. Las metas que se ha impuesto la Unión Europea no son menos ambiciosas: vacunar al 70% de la población adulta “para el verano”, tras una primera fase hasta marzo en la que los Estados miembros inmunicen "al menos" al 80% de los mayores de 80 años y de los profesionales sanitarios.
Son objetivos que suenan estupendamente a los oídos de los atemorizados ciudadanos americanos y europeos, pero que no por ello dejan de contrastar con los llamamientos a la equidad de la OMS, cuyo objetivo, más modesto, es vacunar al 20% de la población de todos los países del mundo antes de que acabe 2021. Para alcanzarlo ha impulsado la plataforma Covax, que pretende adquirir a los fabricantes 2.000 millones de vacunas pero apenas ha reunido un tercio del dinero que necesita para comprarlas.
Batalla en la OMC
Un enfrentamiento entre esos dos mundos se está desarrollando en la Organización Mundial de Comercio (OMC). Suráfrica e India plantearon en octubre la suspensión de las patentes sobre las vacunas, los fármacos y las pruebas diagnósticas de la covid mientras dure la pandemia para garantizar su acceso al máximo de población. La propuesta tiene el apoyo de un centenar de países pero a ella se oponen EE UU, la UE, Reino Unido y Suiza, donde se encuentran las sedes de las principales empresas farmacéuticas.
“El mundo está al borde de un catastrófico fracaso moral” Tedros Adhanom Secretario general de la OMS |
Médicos Sin Fronteras, Amnistía Internacional y Human Rights Watch, entre otras organizaciones, instan a los gobiernos a apoyar la suspensión temporal de patentes como una medida imprescindible para garantizar el derecho a tener acceso a la vacunación a un precio justo. MSF subraya la importancia que tuvo la suspensión de licencias para controlar la epidemia de sida hace 20 años, “cuando los medicamentos genéricos asequibles contra el VIH, fabricados en países donde las patentes no bloquearon su producción, fueron decisivos para comenzar a salvar la vida de millones de personas”.
Patentar el sol
Thomas Cueni, máximo representante mundial de las farmacéuticas, reconoció en diciembre en un artículo publicado en The New York Times que la industria se equivocó entonces al demandar a Suráfrica por fabricar sin licencia medicamentos contra el sida en plena expansión de la epidemia, pero precisó que la situación es ahora diferente y que algunas compañías se han ofrecido a vender sus vacunas a precio de coste. El argumento de las empresas para defender las patentes es que sin ellas no sería posible la innovación. Cueni lo expresó así: “No está claro que la suspensión de las patentes vaya a garantizar una distribución justa. Pero lo que está claro es que si tiene éxito, el esfuerzo pondría en peligro la innovación médica futura, haciéndonos más vulnerables a otras enfermedades”.0
Jonas Salk fue el investigador neoyorquino que ideó y desarrolló la primera vacuna contra la poliomeitis, un azote mundial en los años 40 y 50. Cuando un periodista le preguntó en 1955 quién poseía la patente del fármaco, respondió: “No hay patente, ¿se puede patentar el sol?”.