Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Epidemia de covid-19 // La vacuna de las mil batallas

Comparte
Pertenece a la revista
Septiembre 2020 / 83

Fotografía
Francisco Àvia

Origen
Hospital Clínic de Barcelona

La pugna entre naciones por ser la primera en la meta contrasta con los esfuerzos de entidades supranacionales por garantizar que no falten dosis a los ciudadanos de los países pobres.

Hace más de medio siglo, la farmacéutica Merck obtuvo autorización para poner en el mercado una vacuna para prevenir las paperas solo cuatro años después de haberla concebido. Desde entonces, jamás se ha desarrollado otra con tanta rapidez. El tiempo medio entre el proyecto y la aprobación ha sido de 11 años. Eso es lo que sucedía hasta ahora. Porque contra la covid-19 todo apunta a que habrá vacuna o vacunas menos de un año después de conocerse el virus que causa la enfermedad, lo que supondrá un éxito sin precedentes, si todo sale bien.

Las primeras vacunas estarán disponibles este mismo año. En eso coinciden Anthony Fauci, el científico que más se está esforzando por lograr que Estados Unidos tenga dosis cuanto antes, y Richard Hatchett, el máximo responsable de la Cepi, una organización empeñada en que no les falten vacunas a los ciudadanos de los países pobres. Uno de los grandes impulsores de la Cepi, Bill Gates, dibujaba en agosto el calendario para el control de la pandemia en una entrevista publicada en Wired: “Tengo la sensación de que en el mundo rico deberíamos ser capaces de acabar con esto a finales de 2021, y para el mundo en su conjunto para finales de 2022. Esto se debe al nivel de innovación que se está produciendo”. Dicha innovación, “impresionante”, la sitúa Gates en el desarrollo de las vacunas, pero también en el de las pruebas diagnósticas y en los nuevos fármacos que pronto serán autorizados.

El detalle de atribuir el control de la epidemia a innovaciones en varios campos es relevante, porque la idea de que una vacuna lo va a resolver todo se va desvaneciendo, aunque sea la base sobre la que se sustente la solución. El citado Fauci, veterano director del estadounidense Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infeccionas, consideró a principios de agosto: “las posibilidades de que la efectividad [de la vacuna contra la covid-19] sea del 98% no son muchas, lo que significará que no se podrán abandonar las medidas de salud pública”. Fauci mostró su esperanza de que la futura vacuna tuviera una efectividad del 75%, pero entre el 50% y el 60% consideró que ya sería aceptable.

Que la vacuna se desvanezca como panacea universal no impide que se haya convertido en el centro de una batalla global entre las potencias, sean estas emergentes o declinantes. Hay quien ha querido comparar esta pugna con la que enfrentó a EE UU y la Unión Soviética por la conquista del espacio en la década de 1960, pero el choque actual es tan solo la caricatura patética de aquel subcapítulo de la guerra fría. 

En Washington gobierna ahora Donald Trump, que ha pasado de dar apoyo a los grupos antivacunas a impulsarlas con todas sus fuerzas para poder decir que EE UU ya tiene una antes de las elecciones de noviembre. En Moscú, el presidente vitalicio Vladímir Putin alardea de su decisión de empezar a inocular en masa en octubre aunque no se haya probado aun la seguridad y la eficacia de la vacuna rusa. Su denominación, Sputnik V, no deja lugar a dudas sobre la intención de rememorar la carrera espacial. China, por su parte, está desarrollando varias vacunas y, desde una posición más prudente ha anunciado que aquellas que demuestren seguridad y eficacia serán consideradas “bien público” para quien las necesite.

Washington lanzó en marzo la Operación Warp Speed, en homenaje a la ficticia propulsión superlumínica de Star Trek. Su objetivo declarado es lograr 300 millones de dosis de una o varias vacunas seguras y efectivas para el próximo enero. Con esa finalidad ha financiado una decena de proyectos, de EE UU y de fuera, para acelerar  su desarrollo al tiempo que ha reducido al mínimo los plazos de los ensayos y ha suprimido cualquier traba burocrática. El temor que han expresado algunos científicos es que las prisas puedan repercutir negativamente en las garantías de seguridad.

Pero el Departamento de Salud estadounidense no solo ha invertido en el desarrollo, sino que en agosto había suscrito acuerdos con seis fabricantes de vacunas prometedoras para garantizarse la opción de compra de 800 millones de dosis. Son pactos con todas las empresas que figuran en el gráfico que acompaña este artículo, menos las dos chinas (Sinovac y CanSino), el británico Imperial College e Inovio. Esta última, una pequeña biotecnológica de Pensilvania, tiene todo el apoyo gubernamental pero carece de capacidad de fabricación.

La Unión Europea (300 millones de dosis más 100 opcionales), Japón (120 millones) y Reino Unido (90 millones) habían llegado también a finales de agosto a acuerdos para garantizarse el suministro de vacunas con alguna de las grandes empresas del gráfico. Un caso especial es el de India, cuyo principal fabricante (y líder mundial), el Instituto Serum, ha llegado a un acuerdo para producir masivamente la desarrollada por la Universidad de Oxford, con el compromiso de destinar parte de la producción a países de bajos ingresos.

Las primeras vacunas estarán disponibles  este mismo año

Bill Gates confía en que el mundo rico acabará con el problema en 2021

La pulsión acaparadora de los países de rentas altas ya se puso de manifiesto en 2009-10 con la vacuna de la gripe H1N1, que dejó sin dosis a los más pobres. Para evitar que esto vuelva a suceder se ha creado la Covax Facility (Plataforma para la vacuna de la covid-19), que pretende garantizar el suministro a los países de rentas medias y bajas. De momento ha llegado también a un acuerdo con la Universidad de Oxford sobre 300 millones de dosis y mantiene negociaciones con otra decena de empresas.

Llamamientos urgentes

Varias entidades impulsan la plataforma Covax. Por un lado, la alianza Gavi, que desde el año 2000 se ocupa de las vacunaciones en países de renta baja y la integran la OMS, Unicef, el Banco Mundial y la Fundación Gates. Por otro lado, la Cepi, dedicada desde 2017 a impulsar el desarrollo de nuevas vacunas e integrada por la misma Fundación Gates, la británica The Wellcome Trust y los Gobiernos de Noruega, Japón y Alemania. El año pasado se incorporó La Unión Europea y este año, el Reino Unido. La OMS también figura directamente entre los impulsores de Covax.

En esta plataforma se integran 75 países que han expresado su voluntad de contribuir a su financiación y 90 de renta baja. Según subraya Covax, los 165 países reúnen a más del 60% de la población mundial. Entre ellos no figuran Estados Unidos, India y Rusia. La OMS ha estado lanzando en agosto llamamientos urgentes para que los países de renta alta hicieran efectivos sus compromisos antes de final de mes.

Seth Berkley, director ejecutivo de Gavi, subraya que una plataforma como Covax impedirá que los países participantes sean empujados al final de la cola como sucedió hace 10 años con la vacuna de la gripe. “Incluso los capaces de asegurar sus propios acuerdos con los fabricantes”, agrega, se pueden ver beneficiados por la negociación en paralelo con varias vacunas candidatas, “una manera de reducir los riesgos de la negociación directa” si, finalmente, el fabricante elegido no obtiene la autorización de los reguladores sanitarios.

Para acabar con la pandemia, Covax parte de la base de que es mejor vacunar en paralelo en todos los países que ir eliminando los contagios en función de la riqueza. “A lo que aspiramos”, cuenta Richard Hatchett, de Cepi, “es a poder vacunar al 20% más vulnerable de la población de cada país participante, sea cual sea su nivel de renta, para finales de 2021. Asegurar un acceso justo no es solo una cuestión de equidad, es la manera más rápida de acabar con la pandemia”.

El dilema de los mayores

Ya sea de manera solidaria en todos los países, ya sea país por país, el orden de preferencia para la inoculación de la vacuna es una cuestión relevante. Se da por supuesto que los primeros grupos deben ser los formados por el personal sanitario y el sociosanitario. Luego se suele considerar los miembros de las fuerzas de seguridad y defensa, así como los maestros y los trabajadores de servicios esenciales.

300 millones: Número de dosis de varias vacunas que EE UU quiere tener en enero

60% de la población: Se calcula que es el umbral mínimo para la inmunidad de grupo

Se da por seguro que los primeros vacunados serán los sanitarios

Un dilema importante se plantea con las personas de más edad. Es evidente que son muy vulnerables al virus, pero podrían serlo también a las vacunas. En declaraciones recogidas por Bloomberg, el virólogo David Sanders explica que es probable que las que sean aprobadas funcionen peor en personas con deficiencias de funcionamiento del sistema inmunitario, que son las más vulnerables a la covid-19 y entre las que figuran un mayor número de ancianos. Será complicado calibrar en cada situación concreta la conveniencia de vacunarlos.

Una o varias vacunas parece que están al alcance de la mano, aunque no protejan demasiado. El propio secretario general de la OMS, Tedros Adhanom, se ha atrevido a vaticinar que la pandemia acabará “en menos de dos años”. Ya solo falta convencer a un número suficiente de personas para que se la ponga y el final feliz se produzca. Porque sorprendentemente, el movimiento antivacunas está creciendo con rapidez durante la pandemia. Un dato de la situación en Estados Unidos: las personas dispuestas a vacunarse han pasado del 56% en el mes de mayo al 41% en julio según sondeos de YouGov. Y la inmunidad de grupo se calcula que no se alcanzará si no se inmunizan entre el 60% y el 80% de la población.

A estas alturas del drama, parece muy importante que la seguridad de las vacunas se garantice al máximo aunque ello suponga, pese a las prisas, prolongar los ensayos clínicos hasta que los datos sean concluyentes. El proceso de desarrollo de las vacunas ya ha sido suficientemente rápido como para forzar más la mano. El temor a que Trump quiera imitar a su colega Putin para obligar a una autorización prematura está muy extendido. Eso sería muy bueno, sin duda, para los intereses del virus.