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Finlandia: vacas flacas tras Nokia

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Noviembre 2016 / 41

Crisis: El país nórdico no logra engancharse al crecimiento ni sanear las cuentas públicas, pero su receta es más austeridad.

Supermercado en Lappentanta (Finlandia). FOTO: Anna Yakimova

Flash-back: en 2008, Nokia controla el 40% del mercado mundial de los teléfonos móviles. En quince años, Finlandia ha pasado de tener una imagen casi periférica de país exportador de productos derivados de la madera a ser una potencia high-tech. Es un modelo de eficacia y equidad, envidiado por la eficacia de su sistema educativo, por su protección social, su salud financiera y un crecimiento de tipo asiático: un 4% anual de media del PIB entre 1993 y 2007.

Ocho años después, el panorama ha dado un vuelco. Finlandia está tocada por la desertificación industrial y le cuesta salir de tres años de recesión (2012-2014). Su producto interior bruto (PIB) sigue sin alcanzar el nivel anterior a la crisis, y en la segunda década del siglo XXI se descuelga de Suecia para unirse a la trayectoria de Portugal o, incluso, de Italia. El rápido envejecimiento de la población pesa sobre el equilibrio financiero del país, mientras que los elevados costes salariales afectan a su competitividad. ¿Qué ha pasado?

El año 2008 se produjo el seísmo financiero mundial y el comienzo de una era de desaceleración del comercio internacional. Finlandia, con una economía pequeña, era un país naturalmente volcado hacia afuera y muy dependiente de los mercados exteriores, sobre los que circulaba de media un tercio de su producción de bienes y servicios. En 2009, sufrió de lleno el golpe del hundimiento de la demanda mundial, que provocó una caída del 20% del volumen de sus exportaciones y un 2% del PIB. Sin embargo, a diferencia de los otros países escandinavos o de Alemania, la exportación no se ha reanudado con la recuperación de la economía mundial.

 

UN GOLPE TRAS OTRO

Es que un seísmo puede esconder otro: 2008 fue también el año posterior al lanzamiento del iPhone por parte de Apple y del sistema operativo Android por la de Google. En un año, la acción de Nokia perdió el 70% de su valor. En la década de 2010, las ventas de teléfonos de la empresa, que representaba ella sola el 20% de las exportaciones finlandesas en 2000, se han hundido. Por no haber sabido subirse al tren de los teléfonos inteligentes, la marca desapareció del mercado, y fue reemplazada por Lumia tras una alianza estratégica con Microsoft, que llevaría a la compra de la división telefonía de Nokia por parte del gigante estadounidense en 2013.

A ese golpe debido al desfase tecnológico se añadió, además, a partir del segundo trimestre de 2011, la crisis de la zona euro, que absorbe el 70% de las exportaciones del país. Después, la recesión que, desde 2012, ha azotado a Rusia (adonde va a parar un 12% de las exportaciones finlandesas de ese año) a causa del  hundimiento del precio del petróleo y de las sanciones europeas. Paralelamente, el país ha tenido que asumir el declive histórico de la industria maderera. Largamente escondido tras el auge de la industria electrónica, ese declive ha tendido a acelerarse debido a la competencia de los países emergentes. En total, las exportaciones finlandesas se situaban en 2015 el 12% por debajo de las de 2008 a precios constantes, frente  a un aumento del 18% en, por ejemplo, Suecia.

El PIB finlandés sigue siendo inferior a su nivel anterior a la crisis

 

DESVENTAJAS

Aturdida por todos estos golpes, Finlandia busca hoy un segundo respiro en las nuevas tecnologías. Dotada de un importante vivero de científicos e ingenieros, muchos de los cuales han pasado por Nokia, y de excelentes infraestructuras de investigación y desarrollo, anima el emprendimiento y las start-up del tipo Rovio y Supercell (creadores, respectivamente, de los videojuegos Angry Birds y Clash of Clans). Sondea también el ámbito de las cleantechs (Airmodus, Veo) y de las tecnologías. Sin embargo, sus costes salariales*, que se sitúan un 20% por encima de los alemanes según el World Economic Forum, constituyen una grave desventaja.

Miembro de la zona euro, Finlandia ya no puede contar como en el pasado con la devaluación de la moneda (que sufrió una bajada del 40% en la crisis de 1991-1993) para poner sus precios a nivel competitivo. Tampoco puede utilizar el arma presupuestaria, como lo hizo en 2010-2012, para intentar introducir la economía en una vía de crecimiento. Los ingresos fiscales también se han hundido debido a la recesión. De ello resulta que el déficit público haya superado la barrera del 3% del PIB fijada por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea, y la deuda pública se ha duplicado entre 2008 y 2016, superando en 2015 el umbral del 60% del PIB. 

Finlandia,  que en el pasado se mostró muy intransigente con las desviaciones presupuestarias de los demás —especialmente de Grecia—,  ha descubierto hoy las limitaciones que la normativa europea impone a la acción pública. 

 

VICIO OCULTO

Para el Gobierno de centro derecha que se constituyó en Helsinki tras las elecciones legislativas de 2015, la solución no pasa por cuestionar esas limitaciones, sino por una mayor austeridad. Finlandia, que no quiere poner en peligro su anclaje en Europa para no volverse a encontrar a solas con Rusia, no puede renunciar a su estatus de “buen alumno”, aunque su buen comportamiento en el pasado no le haya ayudado a recuperar su economía ni incluso a sanear sus cuentas públicas.

La orientación de su política presupuestaria es, en efecto, deliberadamente restrictiva desde 2014, si creemos a la OCDE, lo que no ha impedido que la ratio de la deuda pública siga su ascenso. En efecto, la atonía de la demanda provocada por la austeridad no sólo tiene el efecto de reducir los ingresos fiscales, sino que también acentúa las tendencias deflacionistas que dificultan el crecimiento del PIB en valor nominal, lo cual aumenta automáticamente la relación entre la deuda y el PIB. El Gobierno pasa por alto ese vicio oculto de las políticas deflacionistas, no duda en agitar el fantasma de la quiebra griega y se dedica a poner en marcha la estrategia de devaluación interna* preconizada por la Comisión Europea. Para ello pretende desregular el mercado laboral, sobre todo en lo referente a los derechos laborales de los asalariados y el carácter centralizado de las negociaciones colectivas; también proyecta reducir la cobertura social, especialmente en lo que a sanidad se refiere, y disminuir el gasto público con un plan de ahorro presupuestario de un 2% del PIB en cuatro años.

Finlandia se mostró intransigente con el déficit de los demás

La austeridad acentúa la tendencia deflacionista y merma la recaudación

Esta estrategia choca con la frontal oposición de los sindicatos, como demostraron las manifestaciones masivas y las huelgas que paralizaron el país en septiembre de 2015, sólo cuatro meses después de la llegada al poder de la coalición dirigida por Juha Sipilä. El plan también podría resultar desestabilizador para la economía en un contexto de persistente atonía del crecimiento mundial y de elevado endeudamiento de los hogares (120% de la renta disponible bruta, superior a la media de la zona euro).

Como la recuperación de las exportaciones no puede apoyarse en la demanda externa, sólo puede pasar por un hipotético aumento de cuota de mercado, ya que la demanda interna seguirá deprimida debido a una política presupuestaria procíclica*. En estas condiciones es poco probable que se produzca una recuperación de la inversión productiva, que ha descendido un 28% a precios constantes desde 2008, y por ello una recuperación estable de la economía. 

País envejecido, Finlandia no puede dejar de lado la reforma de su imponente sector público (el gasto público representaba el 58% del PIB en 2015, el nivel más alto de los países de la OCDE) y una revisión de su mecanismo de protección social. Pero la vía del enfrentamiento con un fondo de política deflacionista no es, desde luego, el mejor modo de lograrlo. 

 

* LÉXICO

Coste salarial unitario: coste salarial necesario para producir un euro de riqueza. Los costes unitarios aumentan cuando lo hacen los salarios, pero disminuyen cuando la productividad laboral aumenta.

Devaluación interna: política alternativa a la devaluación del tipo de cambio, que consiste en bajar los salarios y los precios para mejorar la competitividad.

Política procíclica: política presupuestaria orientada en el mismo sentido que la evolución espontánea de la economía: restrictiva en periodo de recesión y expansiva en periodo de crecimiento.