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Juicio a la hiperglobalización

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Julio 2018 / 60

Sobriedad: No solo las poblaciones critican cada vez más la globalización, sino que también lo hacen los economistas. Otra vía se va perfilando.

La Rambla de Barcelona,  uno de los paseos más concurridos del mundo. FOTO: Eva Sanleandro

Otra globalización está en curso. Cada vez más criticada por las poblaciones, también lo está siendo, lo que constituye una novedad, por los economistas. Y, sobre todo, ha dejado de ser una panacea para los propios actores económicos, banqueros y empresarios. Todo apunta hacia una globalización más sobria.

En un reciente sondeo de OpinionWay para el Printemps de L’Economie 2018, el 60% de los franceses tienen mala opinión de la globalización. Y el 58% de los que pertenecen a las categorías socioprofesionales superiores, los más formados, comparten esa opinión, así como la mitad de los jóvenes menores de 35 años. Los franceses no constituyen una rareza. Según un sondeo realizado a comienzos de año por la Fundación Bertelsmann, el 61% de los habitantes de países ricos consideran que la globalización aumenta las desigualdades, y la mitad de ellos, que no es buena para los salarios. Sin embargo, el mismo sondeo muestra la opinión mayoritaria de que la globalización ofrece oportunidades de crecimiento y empleo y que los inversores extranjeros son bienvenidos. 

La competitividad de la globalización de basa en el ‘dumping’ social

Cuestiona la democracia en un mundo influido por las multinacionales

Los economistas optan con frecuencia por defender el modelo

No es, pues, tanto la globalización la que provoca rechazo como la constatación de sus efectos negativos. Benoît Coeuré, del Banco Central Europeo (BCE), resume bien ese sentimiento general y avanza cuatro razones por las que la globalización asusta. Es inestable: sus crisis financieras, agrícolas, etcétera, se transmiten de país en país. Es desleal: su competitividad se basa en el dumping social y medioambiental, y en el aumento del poder de monopolio de algunas grandes empresas. No es igualitaria porque reduce el poder de los asalariados y permite a los más ricos evadir impuestos al facilitar que inviertan sus haberes en el extranjero, en paraísos fiscales. Finalmente, cuestiona la democracia en un mundo en el que la influencia de las multinacionales es grande. Desde Donald Trump en Estados Unidos al brexit de Reino Unido, los dirigentes políticos favorables a menos globalización tienen el viento a su favor.

Frente a estas constataciones, la mayoría de los economistas, sea por ideología sea por no dar pábulo a los discursos nacionalistas, han optado con frecuencia por defender la globalización. Pero ha dejado de ser así.

 

UN CUESTIONARIO INTELECTUAL

“Creo que la globalización ha contribuido a romper los tejidos sociales”, ataca el economista Dani Rodrik . La teoría económica dominante reconoce que la globalización tiene efectos sobre el reparto de la riqueza, pero que estos son escasos. Falso, responde el estadounidense Paul Krugman, que se pregunta: “¿Qué es lo que se nos ha escapado?” Respuesta: un aumento mucho más importante de lo previsto de las importaciones procedentes de los países emergentes con fuertes y persistentes efectos sobre el empleo en los países desarrollados. 

Si Krugman cita estudios estadounidenses, el Banco de Inglaterra muestra que, con la globalización, las regiones británicas en las que se concentraba la mayor parte de la industria textil a comienzos de la década de 1980, han tenido menor crecimiento de empleo y una salida mayor de personas del mercado laboral. Y esas consecuencias se siguen sintiendo hoy en día .    

Un estudio del Banco de Francia estima que, en el periodo 2001-2007, las importaciones chinas en Francia provocaron una pérdida de unos 90.000 empleos en las regiones de producción manufacturera, es decir un 13% de disminución, una cifra nada desdeñable. Pero, además, se perdieron 190.000 empleos fuera de ese sector, pues la bajada de empleo genera una disminución de la demanda local que hace sentir sus efectos en sectores, en principio protegidos, de la competencia internacional .

Un reciente estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) llega a tres resultados importantes: participar en la globalización aumenta la riqueza de un país; pero cuanto mayor es su nivel de integración internacional más disminuyen los beneficios que obtiene de proseguir con dicha integración; y las ganancias de la globalización benefician a los más ricos y aumentan las desigualdades. Los economistas se han unido, pues, a los ciudadanos a la hora de expresar sus dudas sobre la globalización. Y, lo que es más importante, parece que los actores económicos han entrado en una dinámica que deja menos espacio a la globalización.

 

MENOS DESLOCALIZACIONES

En el ámbito de las finanzas, el repliegue es impresionante. Los movimientos de capitales han pasado, de algo más del 20% del PIB mundial en su apogeo, en 2007, al 5% en la actualidad. Parte de ese repliegue se debe a la reducción de los intercambios financieros intraeuropeos, con una disminución de los préstamos entre los bancos y un aumento de la detención doméstica de las deudas públicas. Hoy, las finanzas europeas se desglobalizan.

 

5 %

del PIB mundial es lo que representan hoy los movimientos internacionales de capital, frente a un 20% en 2007

 

El profesor de Cambridge Finbarr Livesey ha publicado recientemente un trabajo en el que resume varias tendencias estructurales que empujan hacia una disminución de la globalización productiva. Las empresas tienden a producir localmente para responder con mayor rapidez a la demanda. Además de ayudar a esa evolución, las impresoras 3D permiten fabricar más objetos de una sola pieza. Ello contribuye a reducir el comercio de productos intermedios, lo que podría provocar una disminución del 20% del comercio internacional. El aumento de los salarios en los países emergentes unido a la automatización de las cadenas de producción induce, también, a menos deslocalizaciones. Mientras que el sector del automóvil está entre los más globalizados, los vehículos Tesla se fabrican en Estados Unidos con robots. 

Las finanzas europeas tienden a actuar en modo global

El sector del automóvil está entre los más globalizados

El coste del transporte ya es superior al de las tarifas aduaneras

Los costes de transporte, tras haber bajado durante mucho tiempo, se estancan, por no decir que tienden a subir. Ahora representan una carga mucho mayor que las tarifas aduaneras. A ello se añaden los costes medioambientales. El transporte marítimo mundial emite, grosso modo, tanto CO2 como Alemania. El futuro pertenece más bien al desarrollo de una economía circular (ecoconcepción de los productos, reparación, reciclaje, etcétera) local. 

Las estrategias de mercadotecnia, las evoluciones técnicas y el aumento de los precios empujan a una menor globalización e incluso a relocalizaciones. Ello no quiere decir que la globalización se vaya a acabar. Las empresas de los países emergentes siguen internacionalizándose. En un análisis sobre el repliegue de la global company, The Economist  subrayaba que, gracias al e-comercio, van a surgir “multinationalettes”. Pero la época de la hiperglobalización, de una internacionalización cada vez mayor de la producción y las finanzas parece ser cosa del pasado.