La banca europea vuelve a casa
Hegemonía: El sector ha reducido el número de enseñas, oficinas y empleados, pero ha aumentado el poder de las entidades nacionales dentro de cada país.
Los bancos de los 19 países del euro han experimentado una gran transformación a consecuencia de la crisis financiera que estalló en 2008. Estos cambios se han reflejado sobre todo en la reducción del número de entidades, oficinas y empleados. Todo ello se ha traducido en un aumento de la concentración bancaria en la zona euro, donde las cinco mayores entidades financieras controlan ya el 48% del mercado. Al mismo tiempo se ha registrado un aumento del poder de los bancos nacionales dentro de cada país. La globalización ha dado un paso atrás en el sector financiero europeo, aunque los conglomerados bancarios son más gigantescos y poderosos que nunca.
El gran problema que representaba el excesivo tamaño de los bancos antes de la crisis no tan sólo no se ha corregido, sino que se ha agudizado.
Un reciente trabajo de Antoni Garrido, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona, La banca en la eurozona: un sector en proceso de transformación, publicado por el Grupo de Opinión y Reflexión en Economía Política, EuropeG, destaca que una de las consecuencias más notables de los cambios que ha experimentado el mundo financiero ha sido “la vuelta a casa de los grandes bancos europeos”. Este cambio ha acentuado “la posición hegemónica que ostentan las entidades nacionales” en los sistemas bancarios de la eurozona.
Este repliegue hacia sus países de origen y la presión que suponen los tipos de interés cero preocupan al Banco Central Europeo (BCE). Danièle Nouy, presidenta del Mecanismo Único de Supervisión (MUS) del BCE ha recomendado a los bancos europeos que impulsen la digitalización y salgan a otros países para encontrar mercado.
PÉRDIDA DE 200.000 EMPLEOS
La crisis ha reducido significativamente el número de entidades de crédito en la zona euro entre 2008 y 2014. En este período han pasado de 6.774 operadores a 5.614, lo cual representa una reducción de más del 17%. La disminución de entidades ha sido muchísimo más intensa en Chipre, Grecia y España, como se refleja en el gráfico 1. En el caso de España, la crisis significó la desaparición de las cajas de ahorros con excepción de las de Ontinyent y Pollença.
La desaparición de tantos bancos y cajas se tradujo en una reducción del número de sucursales, que en el caso de España ha sido superior al 30%. Esta disminución de entidades y oficinas supuso una pérdida considerable de puestos de trabajo. Entre 2008 y 2014 se han cerrado en la zona euro 29.000 sucursales y eliminado más de 200.000 empleos, de los que unos 70.000 corresponden a España (gráficos 2 y 3).
Pese a esta contracción del sector, “el tamaño del sistema bancario de la eurozona sigue siendo muy elevado”, según el profesor Garrido. En su opinión, “la banca continúa siendo la principal fuente de financiación de las empresas y el principal destino del ahorro en buen número de países de la eurozona, y muy especialmente en los situados en la periferia europea”. Estas dimensiones descomunales en relación con la economía se reflejan claramente al comprobar que los activos bancarios superan el 300% del producto interior bruto (PIB) en varios países de la zona euro, como en Austria, España, Francia, Holanda, Chipre y Malta, y sobre todo en Luxemburgo, donde supera el 1.600% del PIB (gráfico 4).
Resultan especialmente exagerados los tamaños de algunas entidades como el holandés ING Bank y español Santander, cuyo volumen de activos es superior al 120% del PIB de sus respectivos países. Estas extraordinarias dimensiones ponen de relieve la insuficiencia de las reformas emprendidas por la Unión Europea a través de la Unión Bancaria para afrontar futuras crisis.
UNIÓN BANCARIA INSUFICIENTE
La Unión Bancaria ha supuesto un gran avance porque representa por primera vez abordar el problema bancario desde una perspectiva europea, superando el marco nacional. Consta de tres elementos. En primer lugar, un Mecanismo Único de Supervisión (MUS), operativo desde noviembre de 2014. Según el profesor Garrido, se espera a que el MUS “dificulte la captura del regulador, esto es, que las entidades más relevantes de un país, debido precisamente a su elevada importancia, acaben condicionando las decisiones de los organismos supervisores”.
Garrido: “El tamaño de la banca europea sigue siendo muy elevado”
Las malas prácticas dañaron la reputación de las entidades
En segundo lugar, el Mecanismo Único de Resolución (MUR), con capacidad para decidir qué es lo que hay que hacer con los bancos insolventes. Este mecanismo contará con un fondo de resolución común constituido con aportaciones de los bancos que ascenderá a 55.000 millones de euros en 2024.
El reducido tamaño del fondo revela los recelos existentes entre países y su limitada capacidad en relación con la dimensión de los bancos. Hay que recordar que las ayudas de capital y compra de activos dañados realizadas por los gobiernos europeos se aproximaron a los 800.000 millones de euros entre 2008 y 2014, según la Comisión Europea.
La tercera parte de la Unión Bancaria: la creación de un fondo de garantía de depósitos europeo, se encuentra todavía en el aire. Este fondo, que sería la medida que percibirían más directamente los ciudadanos, choca con una fuerte oposición por parte de Alemania, reticente a cualquier tipo de mutualización de riesgos.
Por otra parte, el elevado volumen de ayudas públicas y las pérdidas injustas que han sufrido cientos de miles de ahorradores debido a la mala comercialización de productos como las participaciones financieras y deuda subordinada y los excesos cometidos por algunos altos cargos, han dañado seriamente la reputación de la banca. Garrido cree que “se ha producido una pérdida merecida de imagen por todo lo que ha ocurrido”. En su opinión, “la crisis ha erosionado también por razones obvias la confianza depositada en los órganos supervisores en general y en los encargados de vigilar las prácticas bancarias en particular. Se impone, pues, repensar su diseño y funcionamiento, incrementando sus medios, grado de autonomía y capacidad de intervención”. A su juicio, “hay que evitar en todo caso que la lógica preocupación por la solvencia de las entidades que deben mostrar los supervisores impida o dificulte ofrecer una adecuada protección a los ahorradores minoristas”.
Las consecuencias de las malas prácticas no han terminado todavía para la banca española. Según se desprende del último informe de la Comisión Europea del pasado junio Post-Programme Surveillance Report, “algunas incertidumbre legales todavía permanecen”. En este sentido, señala que más allá de las contingencias legales que se materializaron en 2015 a raíz de la salida a Bolsa de Bankia y las reclamaciones por las demandas por instrumentos híbridos (participaciones preferentes y subordinadas), “todavía existen otras que podrían tener un impacto significativo en el sector bancario en su conjunto y para los que las instituciones de crédito necesitan estar preparadas [por ejemplo], las cláusulas suelo”. Las cláusulas suelo fueron introducidas por los bancos en las hipotecas para cubrirse de la bajada de los tipos de interés e impiden a los usuarios beneficiarse del abaratamiento del dinero.