La izquierda juega con fuego
Peligro: PSOE y Unidas Podemos se arriesgan a pagar un precio muy alto en las urnas por su incapacidad de llegar a un acuerdo de gobierno.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en el Palacio de la Moncloa. FOTO: PODEMOS
Por cuarta vez en menos de cuatro años y en un ambiente de cansancio, desafección y enojo con la clase política, la ciudadanía española está llamada a las urnas el 10 de noviembre para elegir a sus representantes en ambas Cámaras del Parlamento. La mayoría de las encuestas efectuadas tras la disolución de las Cortes daban de nuevo como ganador al PSOE, aunque sin el margen suficiente para gobernar sin el apoyo de Unidas Podemos, con lo que la situación de bloqueo vivida en los últimos meses puede repetirse.
Tras el fracaso de las negociaciones para investir a Pedro Sánchez, el mayor peligro que corren los partidos de izquierda es que muchos ciudadanos opten por darles la espalda y abstenerse. Una de las claves de los comicios va a ser, precisamente, cómo se refleja en las urnas el desencanto y el enfado de los votantes de izquierda, ya que el votante de derechas no suele fallar en los momentos decisivos. Algunos sondeos indican que un empate entre los bloques de izquierda y derecha no es, ni mucho menos, imposible. PP, Ciudadanos y Vox han demostrado en ayuntamientos y comunidades autónomas que no tienen problema para pactar si entre los tres suman la mayoría, y a buen seguro que lo harán si consiguen los 176 diputados necesarios para investir al presidente del Gobierno.
La esperanza del PSOE es que mucha gente tentada por la abstención al final acabe votando. Sánchez espera ganar apoyos del electorado desengañado de Unidas Podemos y del sector más centrista de Ciudadanos y confía en que el previsible aumento de la abstención perjudique a todos los partidos por igual. Su objetivo es ser de nuevo el partido más votado y pactar con socios debilitados por las urnas y, por tanto, más proclives a ceder.
La situación de bloqueo vivida en los últimos meses puede repetirse
Los sondeos no descartan un empate entre bloques de izquierda y derecha
La apuesta es fuerte. Si el gurú electoral del Gobierno, Iván Redondo, erra el tiro, el golpe puede ser mortal para el propio Sánchez y para toda la izquierda española, que tardaría mucho tiempo en recuperarse si la derecha le arrebata el poder tras haber malgastado unas negociaciones que han puesto en evidencia la soberbia e intransigencia de sus líderes.
Un desenlace muy probable del 10-N es que el equilibrio de fuerzas entre la derecha y la izquierda sea similar al de anteriores elecciones. Si se repiten los resultados y los partidos de izquierda suman una mayoría con el PNV y ERC, ¿qué hará cambiar de actitud a quienes han sido incapaces de ponerse de acuerdo para formar gobierno? La relación personal entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias está muy deteriorada, si no rota para siempre, y el fragor de la campaña no va a ayudar precisamente al acercamiento entre ambos.
EL ‘EFECTO ERREJÓN’
No es fácil predecir cuál será la irrupción de la candidatura encabezada por Íñigo Errejón, que parece dispuesto a facilitar un Gobierno liderado por el PSOE con menos contrapartidas que Unidas Podemos. Errejón ha decidido presentar listas únicamente en algunas provincias para no perjudicar al resto de candidaturas de izquierda y busca alianzas en varias comunidades autónomas para formar grupo parlamentario propio. Está por ver si araña a Unidas Podemos el número suficiente de escaños para restarle fuerza y obligar a Iglesias a pactar con los socialistas. Por lo pronto, cuenta con una base sólida en Madrid, donde consiguió el 15% de los sufragios en las pasadas elecciones autonómicas.
FRACASO DE RIVERA
Todo indica que el máximo beneficiario de la convocatoria electoral en la derecha será Pablo Casado, que ha moderado su discurso y ha ralentizado el ritmo frenético de comparecencias públicas que caracterizó el comienzo de su mandato como presidente del PP. Las encuestas apuntan desde hace semanas a que su partido arrancará votos a Cs y a Vox para acercarse a los 100 diputados (actualmente tiene 66).
Las encuestas señalan como perdedor a Albert Rivera, cuyo comportamiento errático de los últimos meses y su negativa a pactar con el PSOE puede costarle caro el 10 de noviembre. El líder de Cs no ha conseguido el sorpasso al PP como partido principal de la derecha, a pesar de que este atravesaba hace tan solo unos meses sus horas más bajas por los escándalos de corrupción. Empeñado en su estrategia de aislar al PSOE, al que ha llegado a expulsar del bloque constitucional, Rivera se arriesga a perder el puesto de tercer partido más votado en favor de Unidas Podemos.
PROBLEMAS AUSENTES
Como ya ocurriera en las elecciones generales anteriores, celebradas en abril pasado, no parece que los grandes problemas de la sociedad española vayan a protagonizar la campaña y todo indica que el cruce de acusaciones sobre quién tiene la culpa de la repetición electoral acabará primando sobre la sanidad, la educación, el modelo de Estado y la crisis climática.
El PP busca recuperar votos y crecer a costa de Ciudadanos y Vox
Albert Rivera se arriesga a ser el gran perdedor en la derecha
La sentencia de los 12 independentistas catalanes juzgados en el Tribunal Supremo, prevista para la primera quincena de octubre, y la intensidad de las protestas que previsiblemente generará la decisión es otro factor que influirá en los resultados y en la actitud de los partidos nacionalistas tras la formación de las Cámaras. De nuevo, su voto puede ser decisivo para elegir al próximo presidente del Gobierno.
Con la economía dando claras señales de enfriamiento, el país pide a gritos un Gobierno estable que pueda hacer frente a las turbulencias que se avecinan. El creciente pesimismo de la opinión pública puede acabar perjudicando en las urnas al PSOE y beneficiar al PP, que tratará de realzar su supuesto perfil de gestor económico durante la campaña. De lo que no hay duda es de que el nuevo Gobierno tendrá escaso margen de maniobra para adoptar medidas económicas de calado sin contar con un respaldo parlamentario medianamente sólido.
Más allá del resultado final de los comicios, los partidos están obligados, esta vez sí, a llegar a un acuerdo para gobernar. La ciudadanía no parece dispuesta a soportar que se repita el espectáculo ofrecido este verano.