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La reforma puede hacerse esperar

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Julio 2018 / 60

Zona Euro: Macron alardea de tener ambiciones para reformar Europa. Sin embargo, en lo que se refiere a la Unión Monetaria no parece que vaya a tener éxito.

Emmanuel Macron y Angela Merkel. FOTO: Parlamento europeo

“No seamos débiles, no estemos divididos, no tengamos miedo, no esperemos”,  estos son los cuatro imperativos que Emmanuel Macron desarrolló para Europa el pasado 10 de marzo cuando le entregaron, en presencia de Angela Merkel, el premio Carlomagno. El presidente francés recibió dicha recompensa por su pretensión de reimpulsar la Unión Europea. Lo recordó solemnemente el 26 de septiembre de 2017 en su discurso de la Sorbona  y de nuevo el 17 de abril ante el Parlamento Europeo.

Sin embargo, cuando ha pasado un año desde su elección, apenas ha avanzado en este ámbito. Emmanuel Macron ha logrado algunas concesiones menores sobre el desplazamiento de los trabajadores. Pero el proyecto de presupuesto para el periodo 2021-2027, presentado el 21 de mayo por la Comisión Europea, carece de ambición. Se inscribe en la senda de los presupuestos anteriores: sigue limitado al 1,1% del PIB de la UE y, si bien integra algunos nuevos campos de acción, lo hace en dosis homeopáticas y desnudando a un santo para vestir a otro . Pero el tiempo apremia a Macron: las elecciones europeas de mayo de 2019 y el cambio de Comisión que las acompaña van a congelar todos los proyectos a partir del próximo otoño y hasta el verano de 2019. (De ahí la importancia de la cumbre europea del 29 de junio tras la cumbre franco-alemana del 19, y los impulsos que dará, o no, sobre todo a la reforma de la zona euro.)

 

UNA ECONOMÍA AÚN FRÁGIL

La economía de la zona va mejor: de nuevo hay crecimiento, el paro deberá bajar al 8,4% este año, frente al 12% de 2013, y el endeudamiento público retrocede. Este debería situarse este año en el 87% del PIB, frente al 94% en 2014. Pero esta relativa mejoría de la salud se debe sobre todo a factores que tienen pocas posibilidades de perdurar: al bajo precio del petróleo y a una política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) muy expansiva. Además, oculta la persistencia de graves problemas en el seno de la zona, con unas desigualdades mucho mayores que las que había antes de la crisis en lo que al paro se refiere y un éxodo masivo de jóvenes cualificados de los países del Sur. Estos problemas se traducen, en particular, en la victoria, el mes de marzo, de unas fuerzas muy euroescépticas en Italia. Todo ello se produce en un momento en que la zona euro, que tiene un superávit exterior muy importante (3,5% de su PIB), podría sin problema fomentar más la actividad en su seno.

La economía de la UE va mejor: el paro baja y hay crecimiento

Si cambia la coyuntura, Italia puede tener problemas

Trump podría ser útil para rebajar los excedentes alemanes

Si la coyuntura cambia, algunos Estados pueden encontrarse en graves dificultades, empezando por Italia con sus 2,2 billones de euros de deuda pública, es decir, el 17% del PIB de la zona euro. Es cierto que existe un Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) desde 2012 que dispone de una capacidad de préstamo de 700.000 millones de euros, pero solo puede intervenir tardíamente y sometiendo a su tutela al país afectado. Sería conveniente que las instituciones europeas pudieran intervenir antes y a menor coste político. Es una conveniencia que en mayo recordó Mario Draghi, presidente del BCE que dejará el puesto en 2019. En ese sentido va también el proyecto de Emmanuel Macron de transformación del MEDE en un fondo monetario europeo, ampliando sus competencias y sus modos de intervención. 

 

UNA UNIÓN SIEMPRE DIVIDIDA

Pero, a pesar de todas estas amenazas, la vuelta actual a unas ciertas buenas perspectivas es un importante obstáculo para que en la zona euro se lleven a cabo reformas significativas. En primer lugar debido a Alemania, cuya economía funciona especialmente bien por el momento y que apartó de su nuevo Gobierno a Martin Schulz, expresidente del SPD y la personalidad alemana más susceptible de tener una auténtica ambición europea, optando por Olaf Scholz, el nuevo ministro socialdemócrata de Finanzas, que se perfila como el continuador intransigente de su predecesor democratacristiano, Wolfgang Schäuble. Todo ello en un contexto en el que los dos partidos que constituyen el Gobierno están sometidos a la creciente presión del AfD, el partido de extrema derecha y euroescéptico alemán, que cuenta actualmente con un 14-15% de los votos frente al 17-18% del SPD… Y con la perspectiva, este otoño, de la celebración de las importantes elecciones regionales de Baviera, segundo land alemán. Además, en marzo pasado, los ministros de Finanzas holandés, danés, estonio, finlandés, irlandés, letón, lituano y sueco, reunidos por Mark Rutte, el primer ministro holandés, expresaron lo mal que les parecía los proyectos de Emmanuel Macron y su pretensión de resolver el asunto a solas con Angela Merkel. En su opinión, no había, especialmente, ni que pensar en la posibilidad de aumentar los mecanismos de transferencias intraeuropeas. Por el momento, nos dirigimos, pues, hacia unas reformas muy limitadas: ni hablar de un Parlamento de la zona euro; el proyecto de un presupuesto de la zona quedaría en una línea específica insignificante (30.000 millones de euros en siete años) del futuro presupuesto de la Unión; y el tema recurrente del ministro de Finanzas de la zona euro, en el que se fusionarían el comisario europeo y el presidente del Eurogrupo, permanecerá, probablemente, en “estudio”.

¿Quiere ello decir que tendremos que seguir viviendo mucho tiempo con el yugo ordoliberal* actual? No obligatoriamente. La crisis italiana puede obligar rápidamente a los otros actores europeos a moverse más de lo que les gustaría. Y Donald Trump podría también desempeñar un papel útil si se muestra lo suficientemente agresivo como para obligar a los europeos a reducir sus inmensos excedentes exteriores. Él puede, en efecto, tener éxito allí donde todo el mundo ha fracasado hasta ahora: obligar a los alemanes a aceptar un cambio de política económica en Europa por miedo a no poder seguir vendiendo Mercedes y BMW en Estados Unidos. 

 

BLOQUEO

El maratón de la unión bancaria

La unión bancaria, que comenzó en 2012, sigue aún muy incompleta. Los Estados miembros decidieron entonces que los grandes bancos de la zona —actualmente 124, de los cuales 13 franceses— serían vigilados por el Banco Central Europeo y que, en caso de dificultades, sería un fondo europeo constituido por cotizaciones depositadas por los propios bancos el que acudiría en su ayuda. Se trataba de romper el círculo vicioso que había agravado la crisis de la zona euro en 2010-2012: los Estados tenían que acudir en auxilio de sus bancos, lo que agravaba sus propias dificultades. Pero, hasta el momento, el fondo europeo dispone de unos recursos demasiado limitados como para ser creíble en caso de dificultades significativas, especialmente de los bancos italianos. Además, los depósitos de los particulares siguen estando hasta el presente garantizados por cada Estado nacional en caso de quiebra bancaria, lo que permite que la amenaza siga planeando sobre las deudas públicas nacionales e incita a los ahorradores de los países en dificultad a invertir su patrimonio fuera, agravando los problemas de esos Estados. En 2012 estaba previsto garantizar ese ahorro a escala europea, pero, hasta el momento, no se ha dado ese paso porque, tanto el Gobierno alemán como los de otros países, temen tener que echar mano al bolsillo para ayudar a los ahorradores italianos o griegos. 

 

* Léxico

Ordoliberalismo: para esta doctrina, surgida en Alemania durante el periodo de entreguerras, el papel de los poderes públicos consiste únicamente en promulgar normas y hacerlas respetar, no en nacionalizar las empresas u organizar las transmisiones financieras.