Las vacunas disimulan el peor pico de la covid
Las primeras inoculaciones coinciden en Europa y EE UU con el mayor número de muertes desde que empezó la pandemia.
Ya no hay duda de que el peor momento de la pandemia se está viviendo este invierno y de que la segunda ola está siendo globalmente peor que la primera aunque sea menos acelerada. Si en los momentos más duros de abril la cifra de fallecidos por covid-19 superó algunos días los 8.000 en todo el mundo, a finales de diciembre se sobrepasaron en algunos momentos los 13.000 diarios. Y tanto entonces como ahora el mayor número de contagios son en Europa y Estados Unidos, aunque el origen de la epidemia fuera Asia.
Esta dramática situación contrasta con las imágenes de las personas que están recibiendo en sus brazos las primeras vacunas y con los cálculos que prevén el control de la pandemia el próximo otoño en los países ricos. En el conjunto del planeta habrá que esperar al menos hasta 2022. El éxito de conseguir vacunas seguras y efectivas en menos de un año contrasta con el fracaso de no haber logrado un control efectivo antes de la vacunación, a pesar de que el conocimiento y los medios para conseguirlo existen, como se ha demostrado en un reducido número de países.
Fracaso político
Un artículo publicado en diciembre en la revista norteamericana Health Affairs pone de relieve que ese gran triunfo científico no compensará durante el primer medio año de 2021 el fracaso político de haber dejado al virus campar a sus anchas. Uno de los autores del trabajo expuso en The New York Times este cálculo, con cifras para EE UU: manteniendo un ritmo de 200.000 contagios por día (la media de diciembre) y unas vacunas con el 95% de efectividad, el número de fallecidos en seis meses sería de 160.000, mientras que con un ritmo de infecciones de 35.000 diarias (las que había a principios de septiembre) el número de muertes habría sido de 60.000 incluso con una eficacia de la vacuna de solo el 50%. Las cifras serían algo distintas en Europa, pero no el concepto: lo mejor para salvar vidas sería haber impedido que el virus se expandiera.
La imagen de un incendio forestal ayuda a comprender la aparente contradicción de que en el segundo supuesto se salven más vidas a pesar de que la vacuna sea mucho menos eficaz. En la primera hipótesis, la incidencia de la enfermedad (que se puede representar por las hectáreas de bosque ardiendo) multiplica por seis la de la segunda. Frente a ese incendio, mucho más extendido, aunque la presión del agua que sale de las mangueras de los bomberos (la eficacia de las vacunas) sea mayor, no se podrá evitar que quemen más hectáreas (que se pierdan más vidas) antes de apagar el fuego.
Está por ver qué inmuniza a más gente: la inyección o el virus
Se está empezando a librar una batalla para ganar influencia
Visto desde otra perspectiva, se puede decir que acaba de comenzar una carrera de fondo para ver qué inmuniza a más personas: el virus (con el consiguiente dolor, enfermedad y muerte) o las vacunas. Lo previsible es que los fármacos venzan, pero cepas más contagiosas como la detectada en Inglaterra dan bazas al patógeno. El principio del fin de la pandemia no llegará hasta que se alcance la inmunidad de grupo, es decir, que el 70% u 80% de la población quede inmunizada, ya sea por el contagio del SARS-CoV-2 o por la aplicación de vacunas.
Compleja distribución
La enorme efectividad, del 95%, alcanzada en los ensayos por las dos vacunas que se están autorizando en EE UU y Europa ha sorprendido a sus propios impulsores. Era la primera vez que se intentaba que unas simples hebras de material genético (ARN) metidas en una esfera de lípidos pudieran inmunizar frente a un virus. Dos proyectos lo han conseguido ya y, además, en un tiempo récord, lo que convierte el logro en un hito científico de primera magnitud. Este éxito ha permitido empezar a vacunar antes de que la pandemia cumpliera un año.
El inconveniente de estas primeras vacunas es que deben mantenerse a temperaturas muy bajas: la desarrollada por la biotecnológica alemana BioNTech con ayuda de la multinacional estadounidense Pfizer requiere de 70º bajo cero para su conservación, y la concebida por la pequeña empresa norteamericana Moderna con el apoyo de la Administración de EE UU necesita 20º bajo cero. Esta circunstancia complica mucho su distribución y las convierte en productos de uso casi exclusivo de los países más ricos. De la primera se prevé fabricar 1.300 millones de dosis en 2021, suficientes para 650 millones de inmunizaciones porque se requieren dos pinchazos por persona. De la segunda, entre 500 y 1.000 millones de dosis.
Todas las demás vacunas que se encuentran en el último estadio de ensayos en humanos se conservan a la temperatura de neveras convencionales, lo que facilitará su distribución en todo el mundo, algo imprescindible en los países más pobres. El problema es que la única que competía con las vacunas de ARN por lograr la autorización antes de que acabara 2020, la desarrollada por la Universidad de Oxford con el apoyo de la multinacional anglosueca AstraZeneca, ha sufrido varios contratiempos en sus ensayos que están retrasando su aprobación.
La vacuna de Oxford,también de dos inyecciones, es la que figura en un mayor número de precontratos de suministro: más de 3.000 millones de dosis. El mayor compromiso es con India (1.000 millones) y es también grande (300 millones) el suscrito con la plataforma Covax, impulsada por la OMS y la Fundación Gates, lo que como mínimo retrasa el suministro en los países de rentas más bajas.
El papel de China y Rusia
Esos percances dan a otras propuestas más posibilidades de contribuir a la vacunación de los 7.800 millones de habitantes del planeta. Entre las desarrolladas por los países occidentales, las más prometedoras son la de la multinacional Johnson & Johnson, que se prevé inocular en una sola dosis, y la de la modesta empresa biotecnológica Novavax, ambas de EE UU. Por su parte, China tiene hasta cuatro vacunas que están siendo ya utilizadas limitadamente entre la población y Rusia está inyectando desde agosto la Sputnik V.
% de la población cubierta en países que han contratado más vacunas de las necesarias Canadá 527%
R.Unido 288%
Australia 266%
Chile 223%
UE 199%
EE UU 169%
Japón 115%
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Porque más allá de los países más ricos, que están acaparando la práctica totalidad de las vacunas de ARN y se han asegurado grandes cantidades de las más convencionales, hay un vasto territorio en el que va a desarrollarse una batalla por la influencia con las vacunas como arma. China está llegando a acuerdos de fabricación con numerosos países de Asia y América del Sur, además de considerar la práctica totalidad de África como zona de suministro prioritario. Rusia acaba de publicar que con un solo pinchazo obtiene un 85% de efectividad, lo que le otorga una buena baza de penetración en países mal organizados. Comienza la geopolítica de las vacunas.