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Los agobios de la clase media china

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Mayo 2019 / 69

Protagonistas: La emergente clase media china opta por apretarse el cinturón en lugar de consumir a espuertas y cuestiona el protagonismo del consumo como nuevo motor económico del gigante asiático.

Una pareja en Zhouzhuang. FOTO:  Kristoffer Trolle

En la China del siglo XXI no todo es tecnología y lujo. Cada vez son más los chinos que sufren para llegar a final de mes, a pesar de que disfrutan de un alto grado de bienestar y de un poder económico que les permite acceder a unos caprichos desconocidos por sus padres. Ellos son los integrantes de la nueva clase media china, la que acaba de descubrir que sus aspiraciones tienen límites económicos y si los traspasan tienen que apretarse el cinturón. Atrás han quedado los años de alegrías y despilfarros en que las jóvenes chinas viajaban a París y se compraban los bolsos Louis Vuitton de diez en diez. 

China, la segunda potencia mundial, y la primera en algunos ámbitos, se halla en plena desaceleración económica. Esta situación es fruto de motivos coyunturales, como el enfriamiento de la economía mundial y la guerra comercial con Estados Unidos, pero también debido a las reformas de su sistema productivo. Sus gobernantes confían en remitir esta situación a medida que el consumo gane protagonismo como motor económico del país y para ello han depositado toda su confianza en la ambición y el dinamismo de la emergente clase media china.

Sin embargo, este colectivo del orden de 400 millones de personas, más que toda la población de Estados Unidos (327 millones) y cercana a la de la Unión Europea (508 millones), no parece responder a las expectativas de sus dirigentes. En lugar de consumir a espuertas, tienden a reducir sus gastos y se muestran cada vez más agobiados para llegar a final de mes.  Les angustia el rápido aumento del coste de vida, las repercusiones de la guerra comercial entre Pekín y Washington y el miedo ante un futuro incierto.

A primera vista resulta difícil entender este desasosiego. La sociedad china avanza a pasos agigantados. En el 2010, su renta per cápita era de 4.735 dólares y ocho años más tarde alcanzaba los 8.800 dólares. Y 740 millones de personas han dejado atrás la pobreza tras 40 años de apertura económica y hay una emergente clase media de 400 millones de personas teóricamente ávidas por consumir.

 

LA NÓMINA DA PARA POCAS ALEGRÍAS

Sin embargo, muchos de los integrantes de este colectivo, de entre 30 y 40 años, no se consideran clase media. Creen que su nivel de ingresos no es lo suficientemente alto, según se comparan con los culebrones de la televisión. Ven cómo los precios suben más rápidamente que sus salarios y que después de afrontar los gastos de vivienda y alimentación apenas les queda nada para gastar. Y es que un sueldo medio en Pekín o Shanghái se sitúa entre los 1.100 y 1500 euros netos. Una nómina así permite pocas alegrías en unas urbes donde un piso de una habitación en el centro puede costar fácilmente 900 o 1.000 euros y los cuidados médicos son muy caros.

La clase media descubre que sus aspiraciones tienen límites 

Los años de las alegrías y despilfarros han quedado atrás

La segunda potencia mundial se halla en plena desaceleración

Pero este rechazo a formar parte de este colectivo obedece también a que en China no hay una definición clara de lo qué es clase media.  El régimen comunista nunca lo ha especificado y los expertos tampoco se ponen de acuerdo en delimitar sus fronteras. De forma oficial, los burócratas de Pekín definen un hogar de clase media como aquel que cuenta con unos ingresos de entre 3.300 y 33.000 euros anuales, lo que representa unos 400 millones de personas. Este concepto que enfurece a muchos chinos, que lo consideran una broma de mal gusto dado el nivel de carestia. 

Más recientemente, Jing Jizhe, el director de la Oficina Nacional de Estadísticas, ha afinado esta definición y afirmó que la clase media “está integrada por un grupo de población que gana entre 100.000 y 500.000 yuanes al año (13.000 y 66.000 euros) y pueden costearse viviendas, coches, buenos colegios para sus hijos y hacer turismo”, según el Global Times, rotativo del grupo del Diario del Pueblo, órgano oficial del Partido Comunista. 

Esta explicación, según Ning, justifica que el consumo representó el 76,2% del PIB chino en 2018. Muchos expertos relativizan este dato porque sostienen que es el resultado de la reducción que registraron las inversiones y las exportaciones ese año. Esta conclusión refuerza, a su vez, el dato sobre las ventas minoristas, barómetro del gasto de los hogares, que crecieron el 9% en 2018, el nivel más bajo desde 2003. Es un resultado que confirma la tendencia de los chinos a frenar sus compras.

La frialdad de esta última cifra no es, sin embargo, la única indicación de que los chinos miran cada vez más su bolsillo. En Zhizhu, una popular página web de preguntas y respuestas local, la cuestión “¿Cuáles son las mejores opciones para reducir los gastos?” atrajo 25 millones de consultas y generó cerca de 2.000 respuestas el año pasado, entre las que destacó la de darse de baja del gimnasio. Estas cifras revelan su inquietud por controlar y reducir su nivel de gastos.

Según el profesor de Economía de la Universidad de Pekín Li Shi, la tendencia de los consumidores chinos a mantener un bajo nivel de gasto en los últimos años obedece a un aumento del endeudamiento de los hogares, que ha pasado del 30% al 50% en muy poco tiempo. Según declaró al diario South China Morning Post de Hong Kong, “este incremento fue causado por el alza del precio de la vivienda y por un sistema de bienestar social subdesarrollado, que obliga a los consumidores a ahorrar para gastos de salud imprevistos y para la vejez”.

 

QUEJAS POR EL COSTE DE LA VIDA

Y es que ,si bien en los últimos años esta clase media china se caracterizaba por tener vivienda propia (el 80% de ellos), uno o dos coches, llevar a su hijo a escuelas bilingües y hacer turismo en Europa o Estados Unidos, ahora la situación está cambiando. Cada vez es más usual leer en la prensa y las redes sociales locales quejas por el alza del coste de vida y muchos rechazan ser catalogados como miembros de este grupo social. “No me llames clase media: mi marido y yo nunca hemos comprado ninguna prenda de ropa de más de 100 yuanes (13 euros) desde que nació nuestra hija”, señalaba recientemente una joven madre al South China Morning Post, tras subrayar que la mitad de sus ingresos se le van en la educación y las actividades extraescolares de su hija. Es un gasto elevado respecto al 20% de media que supone la factura escolar en los hogares chinos, según Sina.com. 

El régimen comunista nunca ha especificado quién es clase media

Las cifras oficiales revelan inquietud por reducir el gasto

El Gobierno intenta por todos los medios estimular el consumo 

Otros se quejan de que las dos terceras partes de su salario se les va en el alquiler o la hipoteca de la vivienda y, si a ello añaden una ayuda a los padres (un gesto casi obligado en China), lo que les queda para llegar a final de mes es una cantidad muy reducida de su salario. 

Este malestar ilustra el cambio de tendencia que se registra en la sociedad china. Cada vez hay más familias jóvenes de clase media que concentran sus esfuerzos económicos, además de en la vivienda y la educación, en la atención médica, comprar productos al por mayor y evitar comer fuera y viajar al extranjero, según las estadísticas oficiales.

Esta tendencia, que impulsa un giro radical en el comportamiento a la hora de gastar, ha causado inquietud entre las autoridades, que intentan estimular el consumo por todos los medios. Con esta finalidad, el Gobierno chino aprobó en otoño una reforma para mejorar la renta de las familias, que eleva la exención de impuestos sobre la renta de 460 a 660 euros mensuales o bien 7.900 euros anuales. Esta iniciativa ha desanimado a muchos chinos, que consideran que esta reforma solo les da para una buena comida en un restaurante medio de Shanghái. Y es una reflexión que sugiere que la clase media china acaba de descubrir que los días de vino y rosas se han terminado y que a partir de ahora dispondrá de tiempo suficiente para aprender el arte de apretarse el cinturón.