Los salarios, el eslabón perdido del crecimiento
Coyuntura: El crecimiento mundial se acelera y los índices de paro bajan en todas partes. Sin embargo, los salarios no despegan.
Un repartidor en bicicleta de la empresa Glovo. FOTO: ANDREA BOSCH
Cada nueva previsión de la actividad confirma que la recuperación de la economía mundial se ha puesto firmemente en marcha y desde el año pasado se beneficia de la mejora evidente de la inversión privada y del comercio mundial. En un número creciente de economías desarrolladas (Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Alemania, Austria, Bélgica, Holanda, Canadá, Suiza, Suecia), el índice de paro, principal indicador del estado del mercado laboral, se aproxima a su nivel mínimo del último cuarto de siglo. Paralelamente, los índices de empleo*, que se habían desplomado durante la Gran Recesión de 2008-2009, son ahora, con la notable excepción de Estados Unidos, superiores a sus niveles de antes de la crisis. La principal sombra de este cuadro es que los salarios no despegan. Siendo más precisos, aunque es posible percibir algunas aceleraciones nominales, como en Estados Unidos, Reino Unido y Holanda, estas se ven contrarrestadas por la subida de los precios, de suerte que el aumento de los salarios reales sigue siendo limitado, generalmente por debajo del 1% anual (véase gráfico).
FALTA DE ADECUACIÓN ENTRE OFERTA Y DEMANDA DE TRABAJO
Asociada a los trabajos empíricos del economista neozelandés William Phillips, la relación inversa entre el crecimiento de los salarios y el índice de paro, conocida como curva de Phillips, constituye, sin embargo, una piedra angular de los análisis del mercado laboral. Cuando se está cerca del pleno empleo, la dificultad de las empresas para cubrir los puestos de trabajo vacantes las incita a mejorar los salarios y a aumentar el poder de negociación de los asalariados. Pero es necesario precisar el concepto de pleno empleo y tener en cuenta los movimientos naturales de entrada y salida del mercado laboral y la imperfección de la información de los actores sobre la oferta y la demanda disponibles.
El aumento de los salarios reales sigue siendo muy moderado
Debe ajustarse la falta de adecuación entre la oferta y la demanda
El subempleo afecta al 18% de la población activa de la Eurozona
También debe ajustarse en función de la posible falta de adecuación entre la composición de la oferta y de la demanda de trabajo, tanto desde un punto de vista geográfico (las ofertas de empleo pueden concentrarse en una región y las demandas en otra) como del de la cualificación, un aspecto crucial en un periodo de cambio tecnológico acelerado. Estos dos componentes del paro, denominados friccional y estructural, definen un umbral de desempleo difícilmente reducible a corto plazo, en ocasiones mal denominado paro natural, que exige actuaciones a largo plazo con el objetivo de fomentar la movilidad geográfica, la creación de infraestructuras, una mayor transparencia de la información y, sobre todo, la formación profesional.
Para evaluar este umbral, los economistas utilizan el NAWRU, siglas de Non-Acelerating Wage Rate of Unemployement, una medida empírica que corresponde al índice de paro por debajo del cual, históricamente, los salarios tienden a acelerarse. Como no se pueden medir positivamente los componentes friccional y estructural del paro, y por tanto el índice de paro correspondiente al pleno empleo, este se define a posteriori en función de la evolución de los salarios, cuya aceleración es el síntoma de que el superávit de oferta de trabajo se ha agotado. En otras palabras, que el componente meramente coyuntural del paro, el que depende esencialmente del nivel de la demanda en la economía, se ha reducido a cero.
Evidentemente, el NAWRU puede variar considerablemente de una economía a otra, dependiendo del grado de fluidez y de flexibilidad del mercado laboral y de la adaptación de las cualificaciones a las necesidades del aparato productivo. De ese modo, según la OCDE, ese indicador de “pleno empleo a corto plazo”, era, en 2017, del 4,9% en Estados Unidos y del 8,7% en la zona euro, con unas variaciones que iban del 4,7% en Alemania al 17,3% de Grecia, pasando por el 9,1% de Francia. Por consiguiente, una formulación más precisa de la relación de Phillips no asocia la evolución de los salarios a los índices de paro observados, sino a la diferencia entre ese índice y el NAWRU. Este último puede variar de un año a otro en función de los resultados de las políticas estructurales establecidas por los gobiernos para mejorar el funcionamiento del mercado laboral y adaptar el nivel y la estructura de las cualificaciones. Esa diferencia, negativa en Estados Unidos desde 2016, no era más que de 0,4 puntos en la zona euro en 2017. ¿Cómo se explica que los salarios reales no aumenten o aumenten tan poco?
0,4%
Es la evaluación media de los salarios reales en los países de la OCDE en 2017
Hay dos respuestas a esta pregunta. La primera consiste en poner en duda la medida del subempleo. En efecto, los límites del índice de paro son conocidos (véase recuadro). Si se suma a los parados oficiales los parados que han desistido de buscar empleo y los parados parciales (la gente que desearía trabajar más), el subempleo afectaría al 18% de la población activa en la zona euro a finales de 2016, el doble de la medida oficial. No es de extrañar, pues, que, en esas condiciones, los salarios reales sigan deprimidos y que la curva de Phillips sea desesperadamente plana en Europa. En Estados Unidos, el subempleo no ha vuelto al nivel anterior a la crisis (8%) hasta marzo de 2018, lo que permite pensar en una aceleración más marcada de los salarios en un futuro cercano.
UNA INTERMITENCIA POCO RENTABLE
Para ello sería necesario que no entraran en juego otros factores, lo que nos lleva al segundo tipo de explicación de la atonía de los salarios, que no pone el acento tanto en la calidad del trabajo ofrecido y demandado como en los cambios estructurales que afectan al mercado laboral. Estos están relacionados, en primer lugar, con la estructura del empleo, que se ha visto trastocada por los cambios de tipo demográfico (la jubilación de la generación de los baby-boomers, que disfrutaban de empleos a tiempo completo y bien pagados), sociológico (la feminización del empleo) y tecnológico (la desaparición de los empleos industriales a favor de los del sector servicios). En todos los casos, los nuevos empleos están peor remunerados que los antiguos, lo que afecta a la evolución general de los salarios.
La naturaleza de la relación laboral ha cambiado en estos años
En todos los casos, los nuevos empleos están peor remunerados
Un tercio de los empleos creados desde la crisis son temporales
A esos cambios de la composición del empleo se añade la transformación, discreta pero cada vez más visible, de la naturaleza de la relación laboral. El aumento de lo que las organizaciones internacionales denominan púdicamente “contratos de trabajo alternativos” y los estadounidenses gig economy traduce la progresiva descomposición de la norma salarial de posguerra —que se caracterizaba por empleos fijos, a tiempo completo y a los que iba unida una amplia cobertura social— en beneficio de una intermitencia sinónima de contratos precarios, temporales o por obra que transforma a los asalariados en prestatarios de servicios ligados a la empresa en unas condiciones de máxima flexibilidad y de cobertura social mínima. Esta mutación, fomentada por el desarrollo de la economía digital y de la plataformización del empleo (Uber, Take Eat Easy, etcétera) solo se refleja, a nivel estadístico, de un modo muy imperfecto.
En la zona euro, el porcentaje de empleos denominados estándar (a tiempo completo y fijos) ha caído del 72% del empleo total en el año 2003 al 67% en 2015. Y, lo que es más significativo aún, un tercio de los empleos netos creados desde la crisis corresponde a contratos temporales y un cuarto adicional a contratos de empleo a tiempo parcial.
En el Reino Unido, el empleo denominado independiente y los contratos temporales, representan tres cuartos de los empleos netos creados desde 2008. Son datos aún muy incompletos, evidentemente, pero que dibujan una tendencia clara, agudizada por el doble mar de fondo de la globalización y la automatización, que hace difícil augurar una recuperación estable de los salarios reales en las economías denominadas avanzadas.
ILUSIÓN
El espejismo del pleno empleo
Hubo un tiempo en el que las cosas eran sencillas. Cada empleo creado significaba un parado menos; el trabajo a tiempo parcial era, fundamentalmente, una opción de vida; las personas en paro buscaban activamente trabajo. En resumen, el índice de paro medía el subempleo. Después, la crisis ha trastocado tanto las fronteras tradicionales entre actividad e inactividad que la definición tradicional de paro nos parece considerablemente obsoleta. Dicha definición, que corresponde a las normas fijadas por la Oficina Internacional del Trabajo, solo reconoce como parados a las personas que carecen de cualquier tipo de empleo, buscan activamente un trabajo y están disponibles de inmediato. Por tanto, están excluidas las personas que, desanimadas, han renunciado a postularse a empleos aunque aceptarían encantadas trabajar si se les presentase la ocasión, y las personas que, trabajando a tiempo parcial (a veces solo una hora a la semana), desearían trabajar más.
Según un estudio del Banco Central Europeo (BCE) no menos del 3,5% de la población en edad de trabajar de la zona euro entrarían, a finales de 2016, en la categoría de parados desanimados (o no inmediatamente disponibles), a los que se añade un 3% que se consideran subempleados y desearían trabajar más. Cuando estas dos categorías se suman a los parados oficiales, el subempleo respecto a la población activa ampliada (para tener en cuenta a los parados desanimados) salta hasta el 10% en Alemania, 18% en Francia, 24% en Italia y 29% en España. Cuando la coyuntura mejora y las oportunidades de empleo se multiplican, los parados desanimados vuelven al trabajo y los parados a tiempo parcial pasan a trabajar a tiempo completo con unos niveles salariales más bajos cuanto mayor haya sido el periodo de inactividad o de subempleo, lo que frena la recuperación de los salarios.
* LÉXICO
Tasa de empleo: relación entre la población que tienen empleo y la población en edad de trabajar