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No hemos vuelto a los años treinta

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Mayo 2017 / 47

Error: Es tentador, pero equívoco, buscar paralelismos entre el contexto de la ascensión del Frente Nacional y los años previos a la Segunda Guerra Mundial.

Jacques Doriot, durante el primer mitin del Partido Popular Francés en Saint-Denis, en 1936. FOTO: Gallica Digital Library

Si comparamos la actualidad y la década de los años treinta del siglo XX, las diferencias cuentan tanto como las similitudes. El Frente Nacional (FN),nacido en 1973, es el heredero de ciento treinta años de historia, que han visto resurgir y después desaparecer a la extrema derecha en numerosas ocasiones, bajo formas distintas: con el movimiento boulangista de 1887-1889; la corriente antidreyfus* del cambio al siglo XX; las ligas y los partidos de los años treinta del pasado siglo contra la República y el Frente Popular; los apoyos al régimen de Vichy y al ocupante nazi; el movimiento político y sindical poujadismo (1953-1958) y la organización  armada secreta (OAS) contra la independencia de Argelia.

La fortaleza actual del Frente Nacional radica en haber sabido federar todas las líneas ideológicas ligadas a estas distintas iniciativas: antiparlamentarismo; aspiración a un régimen autoritario dirigido por un líder carismático; nacionalismo xenófobo e incluso racista; defensa de un pueblo francés, víctima de las  élites distantes  o de todos aquellos que lo dividen, promoviendo la lucha de clases.

 

CRISIS ECONÓMICA Y POLÍTICA

La mayoría de las veces estos fenómenos de  crecimiento de la extrema derecha han sido efímeros y se han inscrito en un contexto político esencialmente nacional. La fase más duradera, entre 1930 y 1945, en Europa, parece compartir mayores similitudes, a primera vista,  con el éxito actual del FN. Igual que entonces, el contexto está marcado por una crisis económica internacional. En los años treinta, la crisis era menos violenta en Francia que en Alemania y Estados Unidos, pero se prolongó hasta la Segunda Guerra Mundial.  En particular,  perduraba el paro:  las cifras oficiales  eran bajas  (500.000 desempleados), pero no reflejaban la magnitud del fenómeno, en ausencia de un sistema de indemnización. La sensación de que ni la política deflacionista de principios de la década ni la recuperación llevada a cabo a continuación por el Frente Popular resolvían los problemas alimentaba a los partidarios de la extrema derecha.

La Francia de los años treinta estaba, además, herida de muerte después de la guerra de 1914-1918, que solamente pudo ganar gracias a sus aliados. La reconstrucción sólo fue posible gracias al requerimiento masivo de trabajadores inmigrados, sobre todo italianos y polacos, pero también  procedentes de las colonias francesas. Francia, fragmentada en múltiples provincias, había sido unificada laboriosamente en el desafío de la guerra. Tenía que acostumbrarse a la presencia de estos refuerzos exteriores. La extrema derecha buscaba aprovecharse de la situación para reactivar un nacionalismo xenófobo contra todo lo extranjero y contra el cosmopolitismo judío o comunista.

La crisis tenía igualmente una dimensión política. Las mayorías eran inestables en función de los cambios de alianzas que se daban en el tablero político. Estallaron escándalos financieros  que afectaban a los  cargos electos, en particular el caso Stavin-sky en 1943, que alimentaron la propaganda contra la república parlamentaria. Sin embargo, se trataba por encima de todo de aplastar el movimiento obrero y sus organizaciones, socialistas y comunistas.

El FN ha unido distintas corrientes en nombre de un ‘pueblo’ francés

La polarización extrema entre derecha e izquierda no existe

Por último, los sucesivos gobiernos no conseguían construir una Europa de la paz. El fracaso de la “seguridad colectiva”, intentada en los años veinte por el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Aristides Briand, con su homólogo alemán Gustav Stresemann, así como la propaganda antisoviética, permitieron a la extrema derecha presentarse como una defensa contra lo que gran parte de la burguesía consideraba un peligro mayor. El triunfo de los partidos fascistas en Italia y nazi en Alemania y los regímenes dictatoriales que  se instauraron en la Europa central y oriental, eran modelos que reforzaban la extrema derecha francesa.

Durante aquellos años, emergieron  en Francia dos organizaciones diferentes en la extrema derecha: la más importante, el Partido Social Francés (PSF) del coronel de La Rocque, que en 1939 contaba con más de un millón de afiliados. Sucesor de la Cruz de Fuego*, disuelta en 1936, el PSF se declaraba cristiano y pariótico, de un anticomunismo virulento y favorable a los pequeños empresarios y a los agricultores. Defendía incluso un salario mínimo para los obreros, y supo unir, junto a la burguesía y a la pequeña burguesía reaccionaria, a los decepcionados por el Frente Popular. No intentó dar ningún golpe contra las instituciones y, excepción notable en esta nebulosa, no  utilizó un discurso xenófobo o racista.

En cambio, el Partido Popular Francés (PPF), del ex dirigente comunista Jacques Doriot, sostuvo un discurso abiertamente racista a partir de 1938. Este partido, que contaba con  100.000 afiliados, se inspiraba en el fascismo italiano. Al discurso anticapitalista de sus orígenes, procedente de la extrema izquierda revolucionaria, se le sumaba un anticomunismo visceral y un nacionalismo antiparlamentario. Tomó del fascismo no sólo la utilización de la violencia contra el adversario y la liturgia (estandarte, himno, consigna de reunión,  juramento de fidelidad al jefe, saludo con el brazo alzado), sino también la voluntad de construir un “hombre nuevo”. La influencia del PPF declinó con el final del Frente Popular. Abandonó progresivamente su fraseología revolucionaria y se convirtió en un partido de extrema derecha clásica, reaccionario y tradicionalista.

 

LA HISTORIA NO SE REPITE

En relación con el pasado, la singularidad del Frente Nacional es la de haber unificado las diferentes corrientes de la extrema derecha, y ello a pesar de que continúa siendo pasto de fuertes contradicciones internas. Las circunstancias que rodean el poder de Marine Le Pen y su poder creciente son también muy diferentes. La Francia de entreguerras todavía era masivamente una Francia rural y de ciudades pequeñas, y la extrema derecha movilizaba sobre todo a la pequeña burguesía tradicional. La propaganda contra los inmigrantes estaba limitada, pues el blanco principal de la xenofobia y del racismo era “el judío”.  La crisis no se percibía ya como la consecuencia de una globalización desbocada:  al contrario, se había ampliado con la disminución de los intercambios internacionales y el repliegue de las economías nacionales.

Sobre el plano político, las izquierdas estaban bien implantadas en las clases populares, incluso después de la caída del último gobierno del Frente Popular en 1938. Eran los principales objetivos políticos de la extrema derecha, pero también tuvieron éxito en el objetivo de cerrarle el paso a ésta. El período de la preguerra estuvo marcado por una polarización del espectro político entre la izquierda y la derecha, mientras que en la actualidad esta polaridad pierde valor. La potencia del movimiento obrero y de sus redes paridistas no es más que un recuerdo lejano.

Hoy, la potencia del movimiento obrero es un recuerdo lejano

La ultraderecha sube porque la UE no ha sido capaz de dar respuestas

Este pasado nos recuerda, no obstante, que la extrema derecha no es nunca tan fuerte como cuando ni los partidos de derechas ni los de izquierdas son capaces de resolver los problemas vividos por la población y cuando otros partidos similares emergen en otros lugares del mundo. 

Ayer, los europeos fracasaron en la reconstrucción de una Europa desgarrada por la Primera Guerra Mundial, lo que favoreció la ascensión y la victoria de la extrema derecha. Hoy, la incapacidad  de la Unión Europea para responder colectivamente a los múltiples retos económicos, sociales, medioambientales y migratorios engendra el ascenso de los nuevos avatares de las derechas nacionalistas y xenófobas que quieren destruirlas. El auténtico combate pasa sobre todo por las respuestas urgentes y vigorosas en el ámbito europeo.

 

* LÉXICO

Corriente ‘antidreyfus’: La revelación del escándalo de la condena del militar judio-alsaciano Alfred Dreyfus (1894) en  “Yo acuso” (J’accuse), un artículo de Émile Zola de 1898, provocó una sucesión de crisis políticas y sociales insólitas en Francia que, en el momento de su apogeo en 1899, revelaron las fracturas pronunciadas que subyacían en la Tercera República Francesa. Dividió profundamente a los franceses en dos campos opuestos: los partidarios de Dreyfus y sus detractores. Reveló también la existencia en la sociedad francesa de un núcleo de violento nacionalismo y antisemitismo difundido por una prensa sumamente influyente. El caso se convirtió en símbolo moderno y universal de la iniquidad en nombre de la razón de Estado.

Cruz de fuego: La Croix-de-feu (literalmente ‘Cruz de Fuego’) fue una liga política y organización paramilitar francesa de derechas activa durante el período de entreguerras entre 1927 y 1936 y predecesora del Partido Social Francés.