Te quedan 2 artículos gratuitos este mes.

Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Pandemia // La covid se resiste a ser domada

Comparte
Pertenece a la revista
Diciembre 2021 / 97

Fotografía
Ivan Radic

Más vacunas y nuevas medicinas pueden permitir el control de la enfermedad en 2022, pero las reticencias a la vacunación dificultan el proceso.

A veces parece que el mundo se vuelve del revés. Christian Drosten, el virólogo alemán de referencia durante la crisis de la covid-19, decía en la edición de Der Spiegel que llegó a los quioscos el 12 de noviembre: “Nosotros [los alemanes] estamos muy lejos del fin de la pandemia”. Y añadía: “En cambio, en países con índices de vacunación altos como España y Portugal la pandemia podrá ser superada definitivamente en primavera”. En la fecha de publicación de la revista, el porcentaje de vacunados con pauta completa era del 79% en España y del 67% en Alemania. Inversamente, las muertes por millón de habitantes causadas por el coronavirus en Alemania cuadruplicaban las de España. 

En esas mismas fechas, un sondeo de Forsa en el que participaron más de 3.000 alemanes no vacunados dibujó el perfil de la mayoría de ellos: en torno al 50% de los encuestados había votado en septiembre por el partido de la extrema derecha AfD y el 15% por el extraparlamentario Die Basis, el brazo político del Querdenker, el movimiento que se opone a todas las medidas para contener la pandemia de la covid, vacunas incluidas. “Una federación de imbéciles se ha asegurado de que Alemania esté siendo golpeada con extrema  dureza por la cuarta ola, mucho peor que muchos otros países europeos”, editorializaba Der Spiegel en la citada edición.

La correlación entre ideología ultra y rechazo a la vacunación es también evidente en otro país que tiene grandes dificultades para controlar la pandemia: EE UU. Allí, el 40% de los republicanos sigue sin vacunarse frente al 10% de los demócratas. La consecuencia es que están muriendo de covid más votantes de Donald Trump que de Joe Biden. Según un análisis efectuado por The New York Times, “en octubre, 25 de cada 100.000 residentes de los condados con mayor apoyo a Trump murieron a causa de la covid, más del triple que en los condados con mejores resultados de Biden (7,8 por 100.000). Octubre fue el quinto mes consecutivo en el que se amplió la brecha entre las tasas de mortalidad de los condados de Trump y los de Biden”.

En otros países, el vínculo entre posiciones ultras y rechazo a la vacunación está más atenuado o no se da, como es el caso de la mayor parte de la Europa del Este, donde las bajas tasas de vacunación se asocian sobre todo a la desconfianza en los gobiernos.

Llega el invierno

Sea por uno u otro motivo, el rechazo a la vacunación es ahora el gran aliado del coronavirus, que con la llegada del invierno aprieta de nuevo en el hemisferio norte. La actual oleada de la pandemia también la favorece que la protección de las vacunas  frente a los contagios disminuya. A medida que pasan los meses tras la inoculación, mantienen en general una protección alta frente a la enfermedad grave, pero su eficacia para evitar los contagios se va reducciendo. 

Ante la nueva oleada, los gobiernos se están viendo obligados a tomar otra vez medidas para reducir la movilidad, que unas veces afectan solo a los no vacunados (pase covid) y otras las sufre todo el mundo. El caso más contundente hasta que se escribió este artículo era el de Austria, que decretó el confinamiento de toda la población y la vacunación obligatoria a partir de febrero. En España, con muchos menos contagios pero en claro ascenso, la idea predominante es afrontar las navidades con un mayor uso del pasaporte covid en los interiores públicos y el estricto mantenimiento del uso de la mascarilla.

Tanto en Alemania como en Austria se habla abiertamente de la pandemia de los no vacunados. Puede ser una buena denominación para tratar de impulsar a los indecisos a que acudan a pincharse, pero es necesario introducirle algún matiz: desde el verano se ha expandido la variante delta y (quizá en parte causada por esa expansión) se ha producido la progresiva reducción de la eficacia de las vacunas en la prevención del contagio. La idea de que una vez recibidos los pinchazos se iba a poder hacer vida normal ha quedado desmentida.

La idea de que con dos pinchazos basta ha quedado desmentida

Las medidas de protección van a continuar en los próximos meses

Una consecuencia de esta constatación es que las medidas de protección que no afectan a la actividad económica o escolar, básicamente el uso de la mascarilla y la ventilación de interiores, van a continuar los próximos meses y algunos especialistas ya plantean seriamente que en sucesivos inviernos se recuperen para defenderse de la covid, pero también de la gripe y otros virus respiratorios.

Otra consecuencia de la pérdida de eficacia de las vacunas en relación con los contagios es la inyección de una tercera dosis. En Estados Unidos  se ha decidido poner el pinchazo de refuerzo a todo el que lo pida. El porcentaje de vacunados con pauta completa es tan bajo (58%) que el recurso al refuerzo generalizado es una forma de compensar las facilidades que le dan al virus los que rechazan vacunarse. En cualquier caso, la tercera dosis se va a generalizar en los países que puedan comprarla porque la eficacia frente al contagio se reduce con rapidez.

En España la dosis de refuerzo se limita de momento a los mayores de 60 años, personal sanitario y pacientes de ciertas enfermedades, pero todo apunta a que los diferentes grupos de población la podrán ir recibiendo en los primeros meses de 2022. Proteger primero a los mayores sigue siendo prioritario: el 94,2% de los fallecidos de covid en España han sido personas de 60 años o más.

¿Qué pasará en 2022?

Volvamos al principio: ¿tiene sentido la afirmación de Drosten de que España superará la pandemia en primavera? Casi nadie más se atreve a poner fechas. Como mucho, se trabaja con la hipótesis de que a lo largo del año 2022 los diferentes países de rentas altas y medias empiecen a integrar uno tras otro la covid como una enfermedad más, controlada. Los que tengan porcentajes más altos de vacunación y superen el invierno con menos contagios llegarán primero y luego seguirán los demás. Cuándo se sumarán los países más pobres, la mayoría africanos, que apenas han iniciado sus campañas de vacunación, es una incógnita.

Gente en los alrededores de un mercado en Barcelona.
Fotografía: Edu Bayer

Para que el tránsito hacia una enfermendad normalizada se produzca se contará pronto con una ayuda importante: las pastillas de antivirales. Las farmacéuticas estadounidenses Merck y Pfizer han pedido a las administraciones de control de medicamentos autorización para comercializar con carácter de urgencia sendos fármacos que, administrados dentro de los cinco primeros días de la manifestación de síntomas de la covid, reducen drásticamente la posibilidad de acabar ingresado en el hospital. Aunque la vacunación siga siendo la principal arma para combatir la enfermedad, en países con muchos no vacunados (ya sea porque no han querido inmunizarse o porque no tienen inyecciones) los nuevos fármacos pueden ayudar a salvar vidas, además de evitar que los hospitales se colapsen. Al contrario de lo que ha sucedido con su vacuna, Pfizer (siguiendo los pasos de Merck) sí ha abierto su patente para que las pastillas las fabriquen empresas de genéricos y las distribuyan a bajo precio en un centenar de países de renta baja y media baja.

De la mano de vacunas y medicamentos, por tanto, la covid iniciará el próximo año el camino hacia su conversión en una enfermedad endémica, como tantas otras. ¿Cómo será ese tránsito? Aunque hay experiencias históricas de ese cambio, no hay ningún modelo que incluya la intervención masiva de fármacos de manera tan temprana. Pero hay opiniones coincidentes que al menos permiten hablar de dos fases: en la primera se puede lograr un control funcional de la epidemia, es decir, la reducción de las hospitalizaciones y muertes a un nivel bajo socialmente asumible. Eso es lo que cabe esperar para los próximos meses. Después deberán pasar años hasta que el SARS-CoV-2 acabe encontrando un lugar concreto en el conjunto de virus respiratorios que conviven con los humanos y la covid se convierta en una enfermedad endémica más.

La covid acabará siendo una enfermedad endémica más

Los médicos contarán pronto con la ayuda de los nuevos antivirales

Un estudio de la Escuela de Medicina de Harvard con infectados de un brote que se produjo el 4 de julio pasado en Provincetown (Massachusetts) da pistas de cómo puede ser el tránsito hacia la endemia. Ese brote causó gran alarma en su momento porque puso de manifiesto que la variante delta del virus (entonces en expansión) podía causar una infección masiva en grupos donde la mayoría de sus miembros estaban vacunados con pauta completa. Pero, según las declaraciones a Bloomberg de uno de los autores del trabajo, el brote ha acabado mostrando un “éxito de las vacunas”. Ha sido la demostración de que “están haciendo lo que se supone que tienen que hacer”.

Respuesta inmunitaria

¿Qué hicieron? Al sufrir la infección, los vacunados mostraron de inmediato una fortísima respuesta inmunitaria de anticuerpos y células T, que incluyó niveles de anticuerpos neutralizantes contra la variante delta 34 veces más altos que en los contagiados que no habían recibido los pinchazos. Esta reacción fulgurante ayuda a explicar por qué las infecciones de los vacunados derivan en enfermedad grave y hospitalización en una proporción mucho menor que entre los no vacunados. En opinión de los investigadores, este caso permite atisbar un mecanismo por el cual, con el paso del tiempo, los sistemas inmunitarios de cada persona irán mejorando la respuesta inmunitaria ante el virus y sus eventuales variantes al experimentar sucesivas reinfecciones o, en el mejor de los casos, revacunaciones. El proceso es inevitable que dure años.

 Un vial con la vacuna anticovid.

Pasado el tiempo, ¿qué papel desempeñará la covid dentro del nutrido grupo de virus respiratorios que atacan invierno tras invierno? Los más optimistas lo sitúan junto a los cuatro conocidos coronavirus que fastidian a los humanos con incómodos resfriados. Otros consideran que es más probable que su comportamiento acabe pareciéndose más al del virus de la gripe. Eso tampoco sería muy grave, pero vale la pena recordar que aunque las cifras oficiales atribuyeron en España 1.852 muertes a la gripe en 2018 y 1.459 en 2019, algunas estimaciones multiplican por 10 esos números. Hecha la multiplicación, 15.000 o 18.000 muertos al año siguen siendo menos que los más de 50.000 fallecidos diagnosticados de covid en 2020, pero ya es una cifra respetable.