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París, ¿alumno díscolo de Europa?

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Mayo 2015 / 25

Examen: Bruselas ha sido más laxo con Francia que con los ‘países pequeños’ para no poner en riesgo la recuperación en toda la zona euro.

El primer ministro de Francia, Manuel Valls.

A finales de febrero, la Comisión Europea hizo público su veredicto: autorizó a Francia a que esperara a 2017 para situar su déficit presupuestario por debajo de la barrera del 3% del producto interior bruto (PIB), en lugar de hacerlo en 2015 como estaba previsto inicialmente. A cambio, exigía un ajuste presupuestario adicional (limitado) de 4.000 millones de euros este año y, sobre todo, que acelerara las “reformas estructurales” que el Gobierno debía comprometerse a llevar a cabo. Éstas tenían que presentarse en Bruselas en forma de un Programa nacional de reformas 2015. La Comisión actuó así en el marco del procedimiento denominado “semestre europeo” y de la nueva reglamentación adoptada por la Unión tras la crisis de 2010, con el fin de enmarcar de modo más estricto las políticas presupuestarias de los Estados.

Esta decisión ha causado malestar: muchos Estados consideran que Francia ha tenido un trato de favor por ser un “gran país” intocable. Un trato, además, injustificado si se tiene en cuenta que el Hexágono ha incumplido grave y repetidamente la disciplina presupuestaria y se ha negado obstinadamente a reformar un modelo social obsoleto y costoso. Dentro de la propia Francia, muchos observadores consideran también que Francia se ha convertido en el “enfermo de Europa”.

Sin embargo, aunque es innegable que el país atraviesa por profundas dificultades, la realidad está muy lejos de esta caricatura, y el trato que ha recibido está justificado.

 

SALVAR EL EURO

Antes de la crisis, los países de la Europa periférica consumían mucho más de lo que producían, ahondando sus déficit exteriores y endeudándose masivamente, sobre todo a nivel privado, para financiar ese superconsumo y la burbuja inmobiliaria que lo acompañó. Por el contrario y paralelamente, Alemania ejercía una enorme presión a la baja sobre el coste laboral: de ahí el estancamiento de su demanda interna hasta mediados de la década de 2000. Como contrapartida, un superávit exterior cada vez más colosal.

Entre esos dos extremos, la economía francesa fue una de las pocas en comportarse de modo casi razonable ante la crisis. El endeudamiento de los hogares y de los actores públicos había, ciertamente, aumentado algo y los desequilibrios externos se habían profundizado, pero de un modo limitado. Nada que ver con Grecia, España o Irlanda. Además, la demanda interna francesa se sostuvo, mientras que en España, Grecia, Irlanda o Italia se hundía. La economía francesa ha resistido claramente mejor a la crisis que la de Holanda o Finlandia, por ejemplo, puestos frecuentemente como modelos que seguir. Es indudable que la economía alemana ha salido mejor parada desde 2008, pero no habría podido impedir que la zona euro se hundiera si la economía francesa no hubiera resistido también el golpe.

Y ello sin que Francia haya hecho ninguna locura especial. Evidentemente, la deuda pública ha aumentado sensiblemente desde 2008, pero como la media de la zona euro; y el endeudamiento de los actores privados franceses es menor que en casi todos los demás países. En cuanto al coste laboral, Francia era uno de los Estados de la zona euro en donde menos había aumentado antes de 2008. Aunque después ha disminuido sensiblemente en los países más afectados por la crisis, no se observa ninguna deriva especial de los costes salariales franceses.

La bajada de dichos costes en muchos vecinos de Francia ha deprimido su demanda interna y ha provocado una presión deflacionista sobre los precios industriales. Ello ha degradado las cuentas exteriores del país y los márgenes de las empresas francesas. Pero dado que los países en crisis salen (por fin) de la recesión y relajan (por fin) la presión sobre sus asalariados, la situación de la economía francesa debería mejorar. Aunque no se porta bien, Francia no tiene ningún motivo para considerarse el patito feo de la zona euro. Todo lo contrario.

 

SENTIDO COMÚN

El debate con la Comisión y con los socios europeos no versa, sin embargo, sobre el pasado, sino sobre las perspectivas para los próximos años. La Comisión Europea ha calculado el déficit público de Francia para 2015 en el 4% del PIB. Con una perspectiva muy escasa de restablecerlo por debajo de la fatídica barrera del 3% antes de 2017, como finalmente la propia Comisión acordó.

Se trata, en efecto, de una situación excepcional en Europa, pues la zona euro deberá llegar este año a un déficit público del 2,2% de media. Sin embargo, Francia no es la única que está en esa situación: España tendrá este año un déficit público de 4,5 puntos del PIB. Sobre todo, fuera de la zona euro, Gran Bretaña y Estados Unidos, países que se citan como ejemplo dada la recuperación de su dinamismo económico, siguen teniendo unos niveles de déficit mayores que Francia (4,2% del PIB previsto en 2015 para Estados Unidos y 4,5% para Gran Bretaña).

Pero lo más importante es que si a Francia le cuesta tanto reducir su déficit hoy es porque su Gobierno decidió por fin hacer lo que la Comisión Europea le ha prescrito regularmente desde hace mucho tiempo: bajar significativamente el coste laboral.

En eso consiste fundamentalmente el pacto de responsabilidad y los 43.000 millones de disminución de “cargas” a las empresas (es decir, 2 puntos del PIB) que gravan las finanzas públicas francesas. Es decir, otros tantos ingresos fiscales y sociales menos. Si pese a ello se quiere seguir reduciendo el déficit público, es necesario rebajar paralelamente el gasto en proporciones aún mayores. Una política típicamente deflacionista: esos gastos, son, en efecto, ingresos para los que se benefician de ellos. Su reducción tiene, pues, un impacto negativo sobre la demanda interna francesa: se supone que, durante esta fase, la actividad estará sostenida únicamente por las exportaciones adicionales que, teóricamente, permitirá la disminución del coste laboral. Si ya es poco probable que la entrada de Francia en la espiral del mínimo coste social vaya a permitir resolver los problemas del país y de Europa, la exigencia, además, por parte de la Comisión de que Francia redujera su déficit público más rápidamente aún hubiera entrañado el riesgo de hundir la economía francesa en la recesión.

Francia no es el patito feo de la zona euro

El déficit de EEUU y Reino Unido es mayor

Los “países pequeños” tienen razón cuando se quejan: la Comisión no se ha atrevido a asumir ese riesgo porque Francia es un “gran país”. Pero no sólo por razones políticas (aunque es evidente que los éxitos del Frente Nacional han desempeñado un papel significativo en su relativa prudencia), sino también porque la demanda interna francesa es más de un quinto de la de la zona euro. Obligar a Francia a tener una política presupuestaria aún más restrictiva no tendría el mismo efecto que en el caso de Estonia.

La Comisión se habría arriesgado a quebrantar la recuperación en toda la zona. Tiene miedo de hacerlo, y con razón.